Oh I'm just counting

Comprueban que en el primer vuelo de la muerte tres personas fueron lanzadas vivas al mar por Miguel Krassnoff

Un día de octubre de 1973, el Helicóptero H225 “Puma” y las siete personas que iban en su interior, se dirigieron directo hacia el mar. Después de casi una hora de vuelo, sólo cuatro regresarían de ese viaje. Las tres personas restantes se convertirían en las primeras y únicas víctimas conocidas, hasta hoy, de un vuelo de la muerte. Sus nombres, Ceferino del Carmen Santis Quijada, Luis Fernando Norambuena Fernandois y Gustavo Manuel Farías Vargas. Todos ellos fueron detenidos por militares del Regimiento de Ingenieros de Tejas Verdes de San Antonio, de acuerdo a una publicación de El Dínamo.

Es la primera vez, desde que se investigan las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la dictadura que un testimonio da cuenta del lanzamiento de personas vivas al mar. Este relato, al cual El Dínamo tuvo acceso exclusivo, es el de Juan Guillermo Orellana Bustamante, suboficial en retiro del Ejército. Como mecánico del helicóptero militar, formó parte de una tripulación que despegó de madrugada desde el aeródromo de Tobalaba.

Orellana declaró por primea vez el 29 de mayo de 2012 y su testimonio había pasado inadvertido hasta hoy. 

“Al subir a la aeronave me encontré en el piso con tres personas vivas, que estaban atadas de pies y manos y con la vista vendada. Recuerdo que los tres sujetos eran varones. El primero de estos era un señor adulto de pelo canoso, de 45 a 55 años, de contextura gruesa. La segunda persona era más joven, era de tez morena. Calculo que debió tener entre 30 y 40 años, y la tercera persona la recuerdo como de 25 a 30 años, tez morena, delgado”.

Juan Guillermo Orellana también amplió su declaración el 7 de agosto de 2014. Allí agregó otro dato que coincide con la política sistemática de desaparición forzada de cientos de prisioneros y prisioneras en el mar: “Las personas iban amarradas de pies y manos y con los ojos vendados y con un pedazo de fierro amarrado a los pies, por lo que nunca escuché sus voces”.

Además de él y el misterioso capitán que vestía de civil, la tripulación del Puma H225 estaba comandada por el mayor Emilio Robert de la Mahotiere y el capitán Richter Nuche Sepúlveda, como copiloto.

El testimonio no entrega precisión si la aeronave se detuvo y quedó suspendida en el aire cuando llegaron al lugar escogido, o si la aeronave siguió en movimiento. Pero es en este instante en el que el relato de Orellana Bustamante se vuelve cada vez más crudo para describir el destino final de las tres personas vivas y conscientes de la tragedia que se aproxima.

“El capitán de Ejército procedió, solo, a tomar a las personas. En primer lugar tomó a la persona más adulta de los pies; lo giró hacia la puerta y lo empujó con las manos hacia abajo, hacia el mar”.

“Al segundo sujeto lo tomó de las axilas, lo llevó hacia la puerta y lo tomó de los pies. Lo empujó de la misma manera que al primero”.

La tercera persona, el más joven de los tres, fue quien luchó por su vida. Aún en condición de absoluta sumisión, amarrado de pies y manos, vendado, opuso resistencia a las manos del verdugo.

“El tercero, que era el sujeto más joven, lo tomó de la misma forma que al segundo…” Su nombre era Gustavo Manuel Farías Vargas, un recaudador de obras sanitarias en San Antonio, militaba en el MIR y era soltero. Él y sus tres hermanos fueron detenidos y llevados a los cuarteles de Tejas Verdes. Tras el forcejeo y con las tres víctimas lanzadas al mar, Orellana relata: “En esos instantes yo cierro la puerta y le comunico al comandante de la aeronave que la misión está cumplida”.

 “Al quedar junto al capitán de Ejército, éste se sienta y yo me fui a mi puesto de tripulante, para luego volver a las Rocas de Santo Domingo, al club de golf. Allí se dejó al capitán y nosotros volvimos al Aeródromo de Tobalaba”.

La información de El Díanmo agrega que el antecedente no es menor para intentar descifrar quién es el rostro de la muerte de estas personas. Probablemente estaba asignado en el contingente militar del Regimiento de Ingenieros de Tejas Verdes. Por esos días, y unos meses más, el comandante era Manuel Contreras Sepúlveda, quien ya se encontraba preparando lo que sería la escuela donde se formarían los primeros agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).

“Quiero hacer presente que el oficial de Ejército que lanzó a las personas que se encontraban amarradas, vendadas y vivas, dentro del helicóptero, me parece que correspondería a Miguel Krassnoff”. El entonces capitán integraría el primer contingente de la DINA y pronto comandaría la Brigada Halcón, dedicada a exterminar a los militantes del MIR en todo el país.

El 9 de mayo, Krassnoff y los pilotos del helicóptero fueron sometidos a proceso como autores del secuestro calificado de Santis, Norambuena y Farías. El ministro Jaime Arancibia agregó a este delito, también como autor, a Carlos Oscar Evaristo Gregorio Mardones Díaz, en ese entonces, comandante del Comando de Aviación del Ejército, con asiento en Tobalaba.

El juez consideró que esa acción demostraba que Mardones había aterrizado en el campo de golf para dar la orden al comandante del Puma de lanzar personas vivas al mar.

Con la revelación realizada, la expectativa de la investigación del juez Arancibia es determinar si se trató del único vuelo de la muerte o pudo haber existido otros, cuyas tripulaciones, oficiales y suboficiales, aún guardan silencio.