El Presidente saliente no asume su fracaso en la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico y nos trata de convencer de un enorme legado, que la mayoría no percibe, bombardeando a la opinión pública sobre las bondades de la Pensión Garantizada Universal.
Como acertadamente describe un columnista dominical, “el panorama actual es el de un país abandonado a la inercia por un gobierno que sencillamente ya dio por finalizado su trabajo”. La inseguridad en los barrios producto del empoderamiento de los narcos, el fracaso de los planes para detener la crisis de violencia en la Araucanía, el estancamiento económico, la fuerte brecha digital detectada por la teleeducación son parte de las facturas impagas del piñerismo.
Ante este abandono de funciones -con la excepción de la PGU- las miradas de la ciudadanía se empiezan a concentrar lo que ocurre en “la Moneda chica” y la conformación del nuevo gobierno.
Sin embargo, las buenas señales del nuevo gabinete empiezan a ser opacadas por las críticas del “fuego amigo” que cuestionan nombramiento de Mario Marcel en Hacienda por ser “neoliberal” y por insistir que un 5º retiro es una mala política pública; el reclamo de la futura senadora -hoy diputada- Alejandra Sepúlveda por el nombramiento del ministro de Agricultura por supuestas razones técnicas; la presión soterrada de los partidos de Apruebo Dignidad por tener más cupos en las Subsecretarías para compensar su baja presencia a nivel ministerial, o sea reclamando por una mayor participación de su militancia en los cargos de gobierno -que incluso postergó fecha de nombramiento de Subsecretarios/as-, o sea reivindicando el cuoteo político que en el pasado cuestionó.
A pesar del esfuerzo de mover las fronteras de su base política, si se mira el Congreso bicameral en ambas corporaciones sigue un presidencialismo de minorías y con un gabinete que anticipa fuertes pugnas internas para definir posiciones sea legislativa o de gestión gubernamental. Mientras unos reivindicaran el programa original, otros dirán que importa la versión de la segunda vuelta -que incorporó visiones de las otras candidaturas de centroizquierda- y otros dirán que esos objetivos se deben realizar en 4 años y con gradualismo y responsabilidad fiscal.
El nuevo gobierno debe avanzar en una agenda de seguridad y paz social en los barrios y en cambios sociales para avanzar en equidad, eso requiere trabajo en equipo del nuevo gabinete; por tanto es clave que la nueva administración le presente al país sus prioridades, tanto a nivel legislativo como en el ámbito de la gestión gubernamental.
¿Será prioridad la lucha contra los narcos, devolverle la seguridad a los barrios en que miles de familias viven con miedo a estas bandas?. Gran parte de la ciudadanía quiere saber si desde el 11 de marzo se inaugura una etapa de trabajo de coordinación entre policías, gobierno, municipios y comunidad local para restablecer la tranquilidad en los territorios.
Ya no estará Piñera y no será respuesta suficiente culparlo porque en “4 años no hizo nada”. Habrá llegado la hora de desplegar las nuevas políticas.
Lo mismo ocurre en el ámbito social. ¿Habrá talento político y capacidad para construir mayorías para hacer una Reforma tributaria que eleve la recaudación fiscal vía Royalty Minero, impuesto a los super ricos, combate a la elusión y evasión que financie nuevos beneficios sociales que hagan más equitativa nuestra sociedad? ¿Se implementarán dispositivos sociales para ayudar a las familias afectadas por el rebrote del covid19 y que evite la rebelión parlamentaria por un nuevo retiro de ahorros previsionales?.
Se empiezan a abrir demasiadas incógnitas en una ciudadanía que apoyó en 2ª vuelta, una oferta presidencial menos maximalista, donde se armonizaba un discurso de cambios con prioridad al tema de restablecer el orden en los barrios.
Por la presión de los partidos de Apruebo Dignidad por acceder a más cargos gubernamentales pareciera que los que obtuvieron un 26% en noviembre se creen “dueños y administradores” del 56% de la segunda vuelta de diciembre y no logran percibir que esa ciudadanía es un electorado vólatil, cambiante, enojada con la política tradicional -y los cuoteos políticos- que hoy está expectante con la instalación de nuevo gobierno; pero que puede cambiar de posición si en la pugna interna retoman la hegemonía las minorías maximalistas y presionan en demasía haciendo ingobernable la agenda del nuevo ministro de Hacienda.
Al nuevo gobierno le faltan aliados para construir una mayoría política y social para avanzar en una agenda de transformaciones y se requiere sortear esas tensiones internas del nuevo gabinete para entablar un diálogo político constructivo con el resto de actores políticos que pueden ayudarlo a construir esa mayoría política y social basada en un pacto legislativo por ejemplo, para no caer en la parálisis de las cohabitaciones entre parte de la centroizquierda con una izquierda maximalista.
Veamos si el nuevo Presidente electo es capaz de iniciar un período de reconstrucción de confianzas y de mayorías en un Chile altamente fragmentado.