Oh I'm just counting

La política y los valores para construir acuerdos. Por Luciano Valle Acevedo. Cientísta Político.

En el curso de los próximos días las fuerzas democrático-populares tienen ante sí la tarea de resolver los términos, conceptuales y de formas, de un acuerdo de la mayor amplitud posible para superar a la derecha y con ello contribuir a la consolidación y desarrollo del proceso de reformas en curso que tienen como horizonte de sentidola profundización, extensión y alcances de la democracia.

La convergencia y unidad de las fuerzas populares durante el periodo de la dictadura tuvo, entre otros,  como referencias fundamentales dos aspectos relevantes y, sin lugar a dudas, de plena vigencia en los procesos políticos actuales.
 
En primer lugar me refiero a la existencia de un sustrato valórico común que dice relación con la identificación del desarrollo en un sentido integral que trasciende la sola variable del crecimiento económico, que se fundamenta, con todas sus diferencias y diversidades, en los valores de la solidaridad, la cooperación, la cohesión social como consecuencia de la justicia social, el reconocimiento a la centralidad del trabajo, la igualdad de las libertades y en definitiva que ve el progreso en la realización material y espiritual de cada persona que habita en nuestro país y no solo en cifras y cuantificaciones leídas  exclusivamente en términos monetarios y mercantiles.
 
Por otra parte y en relación de simultaneidad hay una concepción de la sociedad como construcción y resultado de la interacción humana en que convergen y se funden valores,creencias, historias de vidas, culturas y subculturas así como sueños y anhelos. La sociedad, de acuerdo al pensamiento crítico y humanista no es simple resultado de supuestas “leyes” ajenas a la sociedad misma y a  la voluntad y conciencia de quienes la conforman. En otras palabras, y a modo de ejemplo  la realidad social no está pre-determinada por las leyes del mercado que determinaría una distribución ciega y sin intenciones, ni menos por supuestas “voluntades divinas” como desvergonzadamente sostienen algunos reaccionarios   derechistas.
 
La y las sociedades existentes, sus realidades de injusticia o de justicia, de efectividad de las libertades o de simple formalismo de las mismas, la tolerancia y apreciación mayor o menor de la diversidad y de la igualdad esencial de los seres humanos se nos representa como producto de nuestras acciones e interacción social y son de nuestra responsabilidad.
 
De lo anterior se desprende nuestra valoración de la política como el espacio en el que identificamos y  tratamos públicamente nuestros problemas comunes y  nuestra común concepción de que ella constituye  un momento de elaboración y generación de acuerdos de carácter vinculante. 
 
De los conceptos mencionados se derivan propuestas políticas que se diferencian de quienes creen en la educación, la salud, los usos del territorio e incluso la previsión como “bienes de consumo”,  transables en el mercado entendido como simple lugar de concurrencia competitiva y a escala individual. Quienes sostienen nociones de esta naturaleza, aunque se hagan los lesos, se representan en el empresario-político (o político-empresario) de las fuerzas de una  derecha que  tiene como solo programa la detención de todo tipo de cambios  y la mantención de un estado de cosas  solo propicio para los más ricos y poderosos y la implantación de una cultura que reduce todo a dinero, acumulación de riqueza individual y en definitiva a la aceptación de que la dominación de una clase muy minoritaria por sobre la inmensa mayoría sería el estado natural de la sociedad humana.
 
En lo esencial los valores fundamentales subyacentes así como una común aproximación a una noción de la sociedad y la política  que asume la centralidad de lo humano y la relación social constituyen puntos de arranquessólidos y profundos para la construcción de acuerdos, para el tratamiento adecuado de las diferencias y  la valoración de las mismas. Constituyen una base y contribución enorme para identificar lo esencial y a partir de ello explorar y definir prioridades,   énfasis, ritmos y velocidades distintas  y, lo más importante, acordar los términos de tratamiento  de las divergencias y diferencias entre los concurrentes a la tarea de consolidar lo avanzado, y de impulsar las transformaciones que aún se requieren.
 
Las fuerzas democráticas y populares, reitero, tienen las aptitudes necesarias para construir unidad. Es necesario  proyectar tales aptitudes en una actitud que va  desde la pasión para avanzar en el camino de la libertad y la justicia social y el reconocimiento y disposición para considerar al potencial aliado, y que se extiende hasta el ámbito del cuidado de la gestualidad y del lenguaje que expresa nuestras convicciones  y disposición.
 
Los grandes acuerdos en torno a los grandes y fundamentales temas requieren de formas y términos que contribuyan a su realización. Solo a modo de ejemplo, si pensamos en los miles de jóvenes que incrementaran sus posibilidades de estudio por la ampliación de la gratuidad y con ello darán un vuelco a sus destinos y los de sus familias, no debería constituir un objetivo inalcanzable cultivar los mejores modos para construir acuerdos.