El debate público acerca de las viviendas sociales nos ha confrontado descarnadamente con una realidad cultural de aporofobia arraigada en el inconsciente de un porcentaje importante de la población.
En efecto, ha resultado inquietante observar en ciertos sectores la virulencia de la denominada “aporofobia”, esto es, una especie de temor, desprecio, incluso rechazo hacia los pobres que, en la vida diaria, se disimula con acciones caritativas o paternalistas, las cuales en caso alguno son capaces de superar la segregación social a que conducen aquellos desprecios.
En una reciente columna, el reconocido académico Alejandro San Francisco recordaba la opinión del historiador chileno Armando de Ramón al consultársele sobre lo más determinante de la sociedad santiaguina a través de su historia. He aquí su respuesta: “El temor a la plebe”. Citando, por otra parte, a Macarena Ponce de León, Francisca Rengifo y Sol Serrano, recuerda lo que dichas intelectuales afirmaran en una de sus obras como uno de los mayores temores de la elite capitalina: “la instalación masiva de los miserables, cerca de sus casas”.
Muchas veces se nos tilda de xenófabos, esto es, rechazar y despreciar al extranjero, sin embargo, dicha conducta es solamente hacia extranjeros pobres ya que, si poseen riquezas, aunque sean nacionales de los mismos países, son bienvenidos con los brazos abiertos. En otras palabras, somos partes de una cultura en la que valorizamos a las personas por su riqueza material y no por lo que en esencia son, lo que explica el desprecio hacia los pobres.
Para la Federación Social Cristiana (FSC), a la que me honro pertenecer, y que constituye una red y espacio abierto para quienes se comprometan a compartir principios esenciales del humanismo integral, es un desafío fundamental superar la referida cultura. En efecto, uno de sus postulados máximos es la fraternidad sin fronteras, más allá de toda circunstancia, que ha de explicitarse en conductas que, -excediendo lo meramente caritativo o paternalista-, persiga sentir que todos, pobres, medianos o ricos, tienen derecho a una calidad de vida digna.
Por las razones anteriores, la FSC contiene el logro de un Desarrollo Integral, Inclusivo y Sustentable entre sus propuestas esenciales. Integral, esto es, que considere a la persona no sólo en sus aspectos materiales sino que también culturales y espirituales. Inclusivo, esto, es en beneficio de todas las personas, sin distinción, lo que supone superar la segregación y desigualdades sociales. Y, naturalmente, Sustentable, esto es, en beneficio de las generaciones presentes, pero también futuras, con especial preocupación por el medio ambiente, que se refiere no únicamente al cuidado de la naturaleza sino que a la construcción de ciudades, lugares de vida y viviendas humanas que posibiliten una sociedad más armónica y amable.
La FSC respalda toda acción que en el contexto descrito puedan implementar las autoridades y sugiere al sector público, privado y académico del país abocarse a una reflexión dirigida a analizar medidas que, posibilitando la eliminación de la cultura de la aporofobia, conduzcan a la eliminación progresiva de la histórica segregación social a que ha estado sometida la población en nuestro país.