Oh I'm just counting

Sabrosa respuesta de Alberto Mayol a Daniel Matamala sobre cantante que apoya a los narcos Peso Pluma: “Tú columna limita al norte con la cobardía y al sur con la deshonestidad intelectual". Lea las dos columnas

El sociólogo y expre candidato presidencial Alberto Mayol publicó una columna de opinión en Radio Biobío en respuesta otra columna del diario La Tercera, que publicó el domingo el periodista Daniel Matamala.

Todo por la decisión del Festival de Viña del Mar de invitar al cantante mexicano Peso Pluma, cuyas letras y canciones enaltecen a los narcos.

Por encontrarlas de alto interés, Cambio21 publica ambas columnas integramente.

 

Columna de Daniel Matamala: Chivo expiatorio

En el Antiguo Testamento se relata el sacrificio de un chivo para purificar las culpas de la sociedad. Un ritual nada divino, sino que muy humano, porque nos permite expiar problemas sociales complejos cargando todas las culpas en un sujeto. Una manera expedita de tranquilizar nuestra conciencia, sin la necesidad de solucionar nada.

Es lo que está ocurriendo a propósito de la presentación del artista mexicano Peso Pluma en el Festival de Viña del Mar.

El debate es acuciante. ¿Cómo atajar la expansión del narcotráfico, que aprovecha cualquier vacío para infiltrarse por los intersticios de nuestra sociedad?

Qué hacer, cuando el Estado no tiene los recursos necesarios para proporcionar seguridad, barrios amigables, áreas verdes y espacios de entretención; cuando se deslegitiman los referentes que entregaban un sentido de pertenencia, desde la familia hasta las iglesias o los partidos políticos; cuando ni la educación ni el mercado laboral proveen un horizonte atractivo.

Cuando la corrupción mina las instituciones; cuando los narcos crecen en poder de fuego; cuando no existen las herramientas para desarmar sus estructuras económicas.

Es un problema enorme, abrumador, que exige políticas profundas. ¿Cómo allegamos más dinero para invertir en poblaciones vulnerables? No, ni hablar de una reforma tributaria. ¿Cómo evitamos la corrupción en las autoridades políticas? No, imposible levantar el secreto bancario. ¿Cómo mejorar la calidad de la educación? No, qué enredo meternos en ese pantano. ¿Cómo evitar el tráfico de armas desde instituciones militares a los soldados narco? Mejor no hablar de ciertas cosas.

Es más fácil buscar un chivo expiatorio. Y desatar un festival de autoritarismo.

Es la ilusión de “hacer algo”, de “ser duro” contra el narco. Pero, como siempre ocurre con la censura, es una ilusión paternalista, inútil y dictatorial.

La censura es paternalista, porque todos nosotros nos exponemos a expresiones culturales que puede ser acusadas de fomentar conductas indeseables. Sin embargo, en una sociedad libre, entendemos que somos capaces de evaluar tales expresiones en su contexto. No vamos a salir a quemar todo porque escuchemos a Rage Against the Machine, ni iniciaremos un culto satánico tras un recital de Iron Maiden, y podemos disfrutar una serie como Breaking Bad sin querer convertirnos en narcotraficantes.

Pero muchos políticos quieren ahorrarnos la molestia de decidir por nosotros mismos. “Hay ciertas cosas que deben ser censuradas”, dice un diputado que se pasea con una plaquita de “sheriff”. “¿Les gustaría que su hijo después de escuchar estas canciones y sus letras le diga que no quiere estudiar y que prefiere ser narcotraficante?”.

¿Tan limitada es su comprensión del problema? ¿Tan estúpidos cree que somos los chilenos?

La censura es inútil, porque confunde los síntomas con las causas. El narcotráfico no penetra las sociedades porque alguien lo evidencie en una canción, sino al revés. Es pensamiento mágico pensar que, por ocultar un síntoma, la enfermedad va a desaparecer.

La censura siempre comete el mismo error: identifica un mal social, y cree que se le elimina al perseguir una expresión artística que da cuenta de él. Los conservadores creyeron que combatían la liberalización sexual al prohibir los movimientos de cadera de Elvis. Los cristianos, que atacaban el alejamiento de los jóvenes de la fe quemando los discos de Los Beatles.

La dictadura creyó que la rabia de los jóvenes desaparecía eliminando a Los Prisioneros de -precisamente- la televisión y el Festival de Viña. El cura Medina, que ponía atajo a las desviaciones religiosas impidiendo un concierto de Iron Maiden.

Pero los fenómenos sociales no se frenaron prohibiendo el charleston, el rock & roll, el punk, el heavy metal ni el hip-hop. Tampoco hoy se soluciona nada persiguiendo a la música urbana o a los corridos tumbados.

Cuatro senadores UDI denunciaron a la Fiscalía a la alcaldesa de Viña del Mar, y exigieron al gobierno que impida la entrada a Chile de Peso Pluma, sobre quien no pesa condena ni proceso criminal alguno.

Mientras los políticos criollos pedían detenerlo en la frontera, fue anunciado como segundo headliner de una de las jornadas de Coachella, uno de los festivales más importantes del mundo, al mismo nivel de Blur y J. Balvin.

En un mundo global, ¿qué sentido tiene enfrentar fenómenos como ese prohibiéndolos, y convirtiéndolos en víctimas de la censura? Sólo volverlos aun más atractivos, al aderezarlos con el encanto de lo prohibido.

La censura es paternalista, inútil, y también es dictatorial. Un proyecto de ley pretende prohibir “la comercialización, descarga, reproducción y presentación en vivo de cualquier artista que haga algún tipo de apología de la narcocultura”.

Una senadora PS aportó una iniciativa contra los “narcocorridos”, diciendo que “las canciones son atroces”, “no es ejemplo para la juventud” y “la juventud no debería escuchar esto”. (Me recordó a la esposa del almirante Merino, que lo convenció de impedir la entrada de Queen a Chile en 1985 porque “propiciaba la homosexualidad en los jóvenes”).

Y el alcalde de La Florida exigió censurar del Festival de Olmué a un conjunto de cumbia villera argentina con un cuarto de siglo de trayectoria (“Damas Gratis”).

Políticos tanto de izquierda como de derecha quieren definir listas de artistas y géneros musicales permitidos y prohibidos, según las tonteras que se les ocurran en el momento. Si les damos ese poder, dejaremos de ser una sociedad libre.

Con este festival de ridiculeces, esos políticos demuestran una vez más su distancia sideral respecto a los jóvenes a los que quieren “defender”. Y al transformar a un músico en el chivo expiatorio de los males de nuestra sociedad, evidencian su patética incapacidad para afrontar con un mínimo de seriedad fenómenos tan graves como el narcotráfico.

Columna o carta abierta de Alberto Mayol a Daniel Matamala por Peso Pluma

Estimado Daniel:
Con el cariño y la admiración que tengo por ti, debo decir que me ha resultado inexplicable tu columna sobre Peso Pluma. Naturalmente (no soy tan básico), no es porque difieras de mi opinión, en cuya situación nos hemos encontrado algunas veces. Me ha sorprendido porque es una columna que limita al norte con la cobardía y al sur con la deshonestidad intelectual.

Todos hemos sido alguna vez cobardes y todos hemos sido deshonestos intelectualmente. No condeno ello con altisonancia, aunque ambas cosas me molestan mucho y me he dado vergüenza cuando he incurrido en ellas.

Pero cuando ambas cosas ocurren y se ejecutan en un acto relevante como una de las columnas más leídas del país, bien merece que sea dicho. Debo decir, en tu favor, que solo había visto en ti la mezcla de ambas cualidades una vez.

Detallo el asunto.

En tu columna señalas básicamente lo siguiente:

1) La discusión sobre la participación o no de Peso Pluma en el Festival de Viña del Mar sería pensamiento mágico. Quienes hemos señalado que consideramos un error su presentación en dicho evento estaríamos apuntando a un chivo expiatorio donde se cargan las culpas sobre un solo sujeto, en este caso la víctima sacrificial sería Peso Pluma.

2) Consideras el evento un caso de censura a una expresión artística. Lo comparas con las caderas de Elvis, la quema de discos de Los Beatles, la prohibición de entrar al país para Iron Maiden incitada por Medina, la ausencia de invitaciones a Los Prisioneros en Viña del Mar durante la dictadura.

3) Señalas que mientras tenemos esta discusión en Chile, para evitar que se presente, es invitado a uno de los eventos más grandes del mundo. Este argumento es muy curioso porque solo puede existir si borras de plano mi argumento original.

4) Finalmente señalas que los políticos, con las ridiculeces propuestas, pretenden hacer de un artista un chivo expiatorio de los males de la sociedad, evidenciando la patética incapacidad para abordar el narcotráfico con un mínimo de seriedad.

Partamos por la cobardía
Ella reside en la omisión constante de los destinatarios de tus críticas. Señalas genéricamente a los políticos. Sin embargo, como la discusión nació de una columna mía, lo que corresponde señalar es que hay quienes desde la política (legítimamente) han planteado sus posiciones y hay quienes desde la academia la han planteado, no solo desde Chile, sino también desde México.

La omisión de los nombres a los que va dirigida tu columna es grave, pues diluye responsabilidades y genera la sensación de que toda esta discusión es absurda y banal.

Incluso pareciera que se busca decir que es una discusión paleolítica, arcaica, fuera de época, propia de mentes simples. Quizás, Daniel, puedas precisar de qué se trata tu crítica, a qué contenidos está referida y a qué personas apuntas cuando denuncias que se convertirá a Peso Pluma en un chivo espiatorio. ¿No se puede decir lo mismo de Luis Hermosilla acaso? Porque al respecto dijiste:

“Hermosilla es un representante prototípico de lo que Jeffrey Winters llama ‘la industria de defensa de la riqueza’. Una que pone al servicio del poder todas sus herramientas intelectuales, comunicacionales y sociales, en centros de estudio, en los pasillos de tribunales, en entrevistas de prensa, y también en los turbios intersticios de las maniobras ilegales”.

Cambiemos los nombres. ¿No es posible decir lo siguiente?

“Peso Pluma es un representante prototípico de ‘la industria de defensa del narcotráfico’. Una que pone al servicio del poder narco todas sus herramientas intelectuales, políticas, comunicacionales y sociales, en los pasillos de tribunales, en entrevistas de prensa, en el ámbito del espectáculo y también en los turbios intersticios de las maniobras ilegales”.

¿No es acaso posible decir lo mismo? Ya me lo dices.

Entonces, tal y como te lo he visto hacer muchas veces, pido que aclares a quienes te refieres, que señales los nombres, que te hagas responsable contra qué argumentos levantas tu voz. De lo contrario, sin destinatario, son palabras vacías. No sabemos a quién estás discutiendo.

Dejemos la cobardía de lado.

La deshonestidad intelectual
La deshonestidad refiere a decir algo que no es cierto y hacerlo con la intención de desviar la discusión, de engañar respecto al fondo del asunto. La deshonestidad intelectual es exactamente lo mismo, pero el carácter de ‘intelectual’ dice relación con personas que ofician en el ámbito de la circulación de las ideas y, por ello, referir de manera impropia a los contenidos de autores, construir falacias u otras argucias; debemos considerarlas más graves por su responsabilidad ante el espacio público.

Habrá que decir que el espacio público es uno de los grandes logros civilizatorios y ante él es muy grave generar restricciones arbitrarias de contenidos (censura), como también es muy grave distorsionar deliberadamente los argumentos de terceros para, de manera torcida, triunfar con la propia posición.

Estimado Daniel, lamento decirlo, pero creo que estamos en presencia (no sistemática por cierto) de estos errores.

Lo que he dicho es muy claro y lo he reiterado en todo lugar en el que he sido entrevistado. Considero que un porcentaje abrumador de las letras de Peso Pluma hacen apología al narcotráfico, sin tematizar la problemática social del mismo.

He dicho que el Estado de Chile está luchando contra el narcotráfico y se ha tomado en serio el tema, por la gravedad de los hechos, ante lo cual ha decidido que crecientemente se debe mejorar la acción multivariable.

Es decir, no basta con policías o inteligencia. Han comprendido que hay que verificar el movimiento de activos económicos, el lavado de dinero y otras variables asociadas.

Ante esto, con lo que estoy de acuerdo, yo sumo dos variables: la legitimación del narcotráfico a partir de estilos de vida promovidos en favor del trabajo para narcotraficantes no se puede producir usando recursos del Estado porque el Estado no puede gastar dinero, por un lado, en combatir el narcotráfico y, por el otro, en promoverlo. Así de simple.

Los recursos del Estado son: espacios estatales (donde se efectúa el Festival de Viña), bienes del estado (la marca del festival) y la necesidad de especial seguridad por haber generado, con dinero del Estado, una escena de riesgo.

Lo que hay es un dilema
El tema es más grande aún. Creo que es necesario mejorar la discusión. Lo que hay es un dilema: por un lado, la libertad de expresión, por otro el deber del Estado. Esa es la tensión que planteo.

Respecto a la primera, en mi opinión la narcocultura puede tener un espacio en Chile, pero jamás con recursos públicos. Es así de simple. La tesis de la censura ha sido simplemente un ‘hombre de paja’, la falacia de construir un argumento que no es el central para desarmarlo con facilidad.

Comparar esto con disidentes de otro tiempo es ridículo. No hay nada más ‘dominante’ que la cultura narco. No son el movimiento punk, no son los hippies, no son los Prisioneros, no luchan por ninguna idea contracultural. Al contrario, aman la sociedad de consumo, los productos de alta gama, la vida de lujo, la excitación y el goce hedonista de nuestra época, la aversión a la familia de nuestra era. Consideran el riesgo una emoción extraordinaria que bien merece la pena aunque lleve a la muerte, porque la vida aburrida de la gente que paga impuestos y manda a sus hijos al colegio les parece una idiotez.

Su eventual triunfo cultural sería grave. Y la disputa cultural debe existir. No quiero prohibir sus visiones, solo quiero que no gastemos recursos públicos en ello.

De la discusión intelectual nos debemos hacer cargo. Pero como sé que de verdad crees que podemos superar los grandes males de nuestra época, no logro comprender tu columna de ayer sin agregar los desagradables juicios de deshonestidad intelectual y cobardía.