Un factor del triunfo de Piñera, bien parecido a la irrupción de Trump en Estados Unidos, es la amnesia social, la que ha debilitado nuestra memoria, imponiendo el olvido, avivado por la desinformación. El olvido no solo de las luchas sociales recientes, tambien de lo que el flamante presidente representa, fugitivo de la justicia y envuelto en fraudes y robos al fisco.
Ni hablar de su anterior gobierno, lapidario para los intereses del pueblo, impulsor de la criminalización del movimiento mapuche, de los movimientos sociales. Protagonista de la corrupción en la cual se vieron involucrados ministros y funcionarios de su gobierno, comprados por los grandes empresarios para que estos legislaran a su favor.
Así entonces y mas allá de los discursos de buena crianza y de la exaltación del espíritu republicano, fuimos derrotados, los que estaban por Guillier, los que no votaron y los que anularon su voto, los que llamaban a no votar. Porque ganó Piñera, ganó la derecha, ganó un enjambre neoliberal con una parte Pinochetista en su interior, la que seguirá refugiándose y reproduciéndose en la impunidad.
Lo cierto es que todos perdimos en esta elección, primero, porque se impuso un proyecto de país que propone una forma de vida, una cultura que resulta útil y es atractivo para la ciudadanía consumista, fácilmente entusiasmable con ofertones de trabajo y prosperidad a corto plazo. Segundo porque la derecha no va ceder, por el contrario, va a mantener el sistema económico neoliberal, lanzando medidas paliativas populistas para morigerar las desigualdades que nos agobian.
La derecha tampoco va a dar marcha atrás en el sistema de previsión social, que fue creado por ellos, en dictadura, para alimentar con recursos frescos al sistema financiero. Un modelo que nos empobrece finalizando nuestra vida laboral con pensiones de hambre. Para la derecha los derechos de educación, salud son bienes transables en el mercado.
Este es el escenario que nos espera y que debemos sortear una vez más, para hacerlo, lo principal ahora es sacar las lecciones correctas y alguna vez aprender de ellas, sin arrogancia ni culpando a nadie, algo que la izquierda, nosotros, a pesar de duras derrotas en el pasado no hemos aprendido, por el contrario, crucificamos al que está más cerca u optamos por acomodar las realidades a nuestras deficiencias, o errores, sin oxigenar la casa y ocultando las verdades que duelen.
El triunfo electoral de Piñera no es culpa del Frente Amplio, ni es del pueblo, tampoco es de los pobres, a quienes de manera despectiva algunos han calificado de “fachos pobres”, explicación arrogante y mezquina de quienes se acostumbraron a hacer política entre cuatro paredes y a imponer candidatos, en un sistema binominal conveniente para los partidos participantes. Los resultados objetivos de estas elecciones dicen lo contrario, primero, que alrededor del 80 por ciento de los votos del FA se fueron a Guillier y segundo, que el pueblo en Santiago voto por Guillier y este ganó en las comunas más emblemáticas, entre ellas La Pintana, Lo Espejo, Quilicura, Conchalí, Pedro Aguirre Cerda, entre otros.[1]
Si de razones de trata, para explicar la llegada de Piñera al gobierno, aparte de la amnesia social, esta radica en la incapacidad política de la izquierda para leer la realidad nacional, (e internacional), para asimilar los cambios y replantearse las formas de cómo se hace política, las que simplemente no dan respuesta a las necesidades de una sociedad más empoderada, más diversa y más compleja. Por eso es que la campaña electoral fue mala, en su diseño y en los discursos, con una propuesta de programa de gobierno que se transformó en un mal ofertón, con un candidato que desdibujado por su comando, resultó ambiguo en la recta final, transformando la elección presidencial, en una disyuntiva de votar en contra de quien amenazaba con quitar los derechos que se han conseguido y no por quien nos hiciera avanzar hacia un futuro mejor.
Pero a pesar de todo esto, la expresión popular llegó a las urnas y lo hizo para impedir la elección del candidato símbolo de la corrupción y del engaño, porque los pobres de este país, los trabajadores y trabajadoras, saben lo que es vivir bajo la bota neoliberal y cuatro años, que para el análisis político puede resultar atractivo, para el estómago y los bolsillos del pobre, esos años, son una eternidad. Por eso es que la derrota nos llega a todos, porque ésta derecha neoliberal continuará su avance, requiriendo para su funcionamiento de políticos y ciudadanos cuyas prácticas sean coherentes con el sistema y que, a la vez, contribuyan a reproducirlo, eso muestra la foto de Lagos y de otros “dinosaurios” de la Concertación, quienes sumándose a la idea de revivir la política de los acuerdos, fueron a ofrecer su “aporte republicano” al nuevo presidente.
De eso es lo que los chilenos y chilenas estamos cansados, de mentiras y engaños que se fueron posicionando en nuestra sociedad, impulsadas por la derecha y los gobiernos de la concertación, de políticos con doble estándar, que huelen a neoliberalismo y se visten con ropajes de izquierda, causantes en gran parte de las dificultades que tuvo la presidenta Bachelet para llevar adelante sus reformas. Los “momios” que insertos en la DC y en la llamada centro izquierda actuaron durante 28 años cocinando todo en contra de los sueños de las mayorías, en beneficio de una transición que terminó favoreciendo a una minoría y transformó al país en uno con el sistema económico más neoliberal y una sociedad, de las más desiguales del mundo.
En este contexto, los medios de comunicación, TV, radio y prensa escrita, en manos de la derecha y de la derecha concertacionista, se han convertido en auténticos creadores de opinión, ayudando al sistema, para que la democracia tutelada y representativa, no permita el acceso al poder de lideres y fuerzas políticas "peligrosas", de izquierda
Pero las cosas han cambiado, la ciudadanía descrita por Aristóteles, hace ya varios siglos, en rigor, el ciudadano, ya no puede, en primer lugar contemplarse sólo desde una base masculina y en segundo lugar como un todo contemplativo, en la cual estos, los ciudadanos, participan en el gobierno sólo votando o absteniéndose en las elecciones.
Hoy los ciudadanos y ciudadanas movieron el cerco hacia la izquierda, pusieron en el tapete político las reformas en la educación y en la salud, las exigencias de igualdad entre hombres y mujeres, los derechos de la mujer y el aborto, los derechos de la diversidad sexual. Los ciudadanos y ciudadanas del siglo 21 son empoderados (as) como propietarios de derechos, que se mueven en acuerdo a sus intereses, por tanto con valentía e integridad moral, sobrepasando el cerco estrecho de la política de los acuerdos, entre centros derechistas, que limitaron la participacion y nuestros derechos ciudadanos en beneficio del sistema económico neoliberal.
Esta realidad es la que tenemos enfrente, la que debemos interpretar con sabiduría y humildad, y desde allí proyectar la unidad de la izquierda, es hora de alejarnos del sectarismo e identificar correctamente a nuestros adversarios, delinear una estrategia y una política que nos identifique con el pueblo chileno, sus sueños y esperanzas.
Los mitos construidos por la Concertación, la mentira de la política de los acuerdos, que fueron los acuerdos con la derecha y la dictadura, se cayeron, tambien el esquema de los tercios, que caricaturiza a la izquierda como "extremismo" y que ofrece como alternativa útil, para la tranquilidad del sistema, un "centro" de izquierda y uno de derecha, todo eso ya no es creíble.
Estamos en un nuevo escenario político, aporta a esto la aparición del Frente Amplio, un momento propicio para aportar a un reordenamiento de la izquierda, de los partidos históricos y de su reubicación en su historia, revitalizándose en un activismo político combativo, en las calles y junto al pueblo.
La situación política actual con la llegada de Piñera al gobierno, solo reafirma que la solución a nuestros problemas, a los problemas de la mayoría del país, no esta en parchar el sistema económico neoliberal “ni hacerlo más humano”. En eso estamos desde hace 28 años, llegó la hora de construir un proyecto político distinto al actual, que plantee sin miedos la transformación social, superando la democracia representativa estanca, que inhibe la participacion social y neutraliza las fuerzas del cambio.
Tenemos derecho a construir un camino propio, con un lenguaje de izquierda y con la decisión y voluntad política estratégica de superar el sistema neoliberal, lo que significa superar el orden capitalista. Esa es la gran tarea que tenemos enfrente, la que comienza por un programa común de las fuerzas de izquierda, que asuma los desafíos del siglo 21, en los ámbitos políticos, sociales, económicos, ambientales y científicos, la autodeterminación de los pueblos originarios, la erradicación de los géneros como forma de dividir nuestra sociedad y la erradicación del patriarcado como forma de ordenar y reproducir la vida.