Oh I'm just counting

¿Es posible hoy el camino propio para la Democracia Cristiana? Elementos de contexto para la decisión. Por Oscar Osorio sociólogo

La hipótesis que atraviesa este texto, es que no basta la voluntad para intentar un camino propio o una salida a la crisis que privilegia la identidad partidaria por sobre las posibilidades de encuentro con otras fuerzas de la coalición gobernante. Es cierto que no existe una sola variable para explicar este proceso. En este caso, se le da un mayor protagonismo a los contextos históricos que están presentes en esta pregunta. Al respeto, hay elementos de contexto que hacen imposible en la práctica, reeditar jornadas épicas como la implementación de la Reforma Agraria y/o la marcha de la Patria Joven y todo el correlato de transformaciones que ello implicó a nivel país. Más concretamente, hablar del “camino propio”, o solitario de la década de los 60.’
 
A continuación, se analizan dos contextos históricos con sus componentes y características. En primer lugar, el contexto de la década del 60 y posteriormente, el contexto que caracteriza las primeras décadas del siglo XXI
 
I. El contexto histórico social en el que se desarrolla la experiencia de gobierno de la Democracia Cristiana.  
 
1. El pleno auge de la guerra fría. A respecto, la posición intermedia de la DC, surge como alternativa entre el socialismo real por una parte, con sus dilemas de la libertad, representado por la experiencia de la Unión Soviética y sus estados miembros; por otra, el capitalismo salvaje, con sus dilemas de desigualdad, representado por el “imperialismo norteamericano”. Más aún,  con todo el efecto que la revolución cubana generó en todo el espectro de izquierda de la época, en donde finalmente las tensiones sociales políticas y económicas que implicaba por ese entonces la reforma o la revolución, quedan reducidas, fundamentalmente por parte de la izquierda socialista, algunos movimientos y partidos escindidos de la democracia cristiana, y el MIR prácticamente del lado de la revolución. Mientras tanto, desde el lado de la democracia cristiana, la tensión era: cambio y estabilidad, o, dicho de otra manera, revolución y libertad. De esta manera, el concepto de revolución, comienza a ser disputado también por el ideario político de la democracia cristiana.
 
Desde esta perspectiva, la democracia cristiana emerge en el escenario político como un partido por los cambios de estructura, más que la mantención de ellas. Ahí están los ejemplos de la Reforma Agraria, la Chilenización del cobre; la reforma a la educación, entre otras reformas estructurales. Es decir, cambio y estabilidad. De ahí entonces que además disputara con los tradicionales partidos de izquierda, el liderazgo en las universidades, sindicatos, sector público, etc. Era claramente, entonces, una suerte de tercera vía al desarrollo. 
 
2. El significativo peso, densidad intelectual, liderazgo y carisma de los principales dirigentes de la democracia cristiana: Eduardo Frei M, Radomiro Tomic, Bernardo Leigton, Patricio Aylwin, Renán Fuentealba. Estos líderes y otros más copan el espacio político prácticamente durante los últimos 60 años del siglo XX como principales actores y protagonistas.
 
3. El auge del pensamiento económico y sociológico de la época, que privilegiaba procesos y planificación de cambios a mediano y largo plazo. Es justamente en este periodo que se crea la oficina de planificación nacional ODEPLAN, y que en conjunto con la CORFO, van a planificar los planes de desarrollo sectoriales a lo menos a cuatro y seis años de duración.  En los países de la órbita soviética, se hablaba de planes quinquenales.
 
4. El fuerte peso de la doctrina social de la Iglesia tanto en la formación de cuadros como en la generación de liderazgos y producción de discursos.  Al respecto, el rol del cristiano en política estaba legitimado por las encíclicas papales, por el Concilio Vaticano II que hablaba entre otros aspectos de lograr el bien común a través justamente de la actividad política y particularmente, por las cartas de los obispos chilenos, que hablaban de profundos cambios a la estructura social chilena. Nos referimos principalmente a Raúl Silva Henríquez y Manuel Larraín, que tendrán un protagonismo fundamental en la llamada “Reforma agraria de la Iglesia”, que viene a legitimar posteriormente la reforma agraria del gobierno de Frei Montalva, quizás la mayor reforma estructural del país en el siglo XX.
 
5. Con todos estos elementos, era bastante clara la ruta diseñada por las estructuras partidarias, en orden a conformar un camino propio, alternativo a las dos grandes vías existentes para alcanzar el desarrollo. Más aún en un contexto político caracterizado en el parlamento,  por los tres tercios.
 
6. No podemos terminar este contexto histórico, sin referirnos al golpe militar de septiembre de 1973, que representa quizás, el último evento, la última acción de la guerra fría. Es una suerte de bisagra con las dos últimas décadas del siglo 20. Al respecto, y, más allá de las responsabilidades compartidas por todos los actores políticos en el quiebre de la democracia, sólo la carta de los 13 militantes demócrata cristianos condenando el golpe y exigiendo que se respetara la vida del presidente elegido constitucionalmente, constituyó un acto político ajeno a la directiva del partido que en ese momento no tenía la suficiente claridad para asumir lo que se venía para el país. No obstante lo anterior, el partido comienza paulatinamente a constituirse en oposición al régimen.
 
Sobre todo, en los espacios universitarios, de trabajadores y fundamentalmente en espacios asociados a la defensa de los derechos humanos relacionados con el accionar de la Iglesia católica, que es en la práctica, la única institución que le da sentido al accionar del cristiano en política en un contexto de dictadura. En este proceso comienzan a darse los primeros encuentros con el mundo de la izquierda, hasta llegar a la recuperación de nuestra democracia en los años 1988 y 1989.
 
 
II.    ¿Qué sucede en el Chile de la segunda década del siglo XXI
 
1. Se acabó la guerra fría. Y no sólo eso, sino que además cayó estrepitosamente la experiencia del socialismo real y junto con eso, toda la arquitectura, semántica, y estética que soportaba esta experiencia: hombre nuevo, planes quinquenales, centralismo democrático, partido vanguardia, etc.  etc. Lo anterior, en medio de un modelo de desarrollo neoliberal que se comienza a implementar sin mayor contrapeso durante la dictadura y en gran parte del mundo, que se intenta cambiar en la medida de lo posible, las ideas e imágenes del centro político se han desdibujado. Por lo mismo, hoy todos son parte de este centro difuso y muy fluido. Ningún conglomerado político se dice a sí mismo “Aquí está la izquierda o aquí está la derecha, como sí existía en la década de los 60 y 70 del siglo pasado. Al contrario, hoy somos todos centro izquierda o centro derecha”.
 
2. Los 20 años de gobierno de la Concertación de partidos por la democracia, llegaron a su fin con la derrota de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el año 2009.  Las causas son multivariadas, sin embargo, junto al tema de cierto cansancio y rutinización de la forma de gobernar, aparece el tema que las elites partidarias (todas) se sintieron cómodas con la mantención del modelo. Es cierto que hubo verdaderas murallas que impedían un cambio de constitución o cambios en el sistema binominal o cualquier discusión acerca del rol del estado, que necesariamente debía seguir siendo subsidiario. Lo anterior se expresa en que recién a partir del año 2002, no hubo más senadores designados y Pinochet dejó de ser comandante el jefe del ejército. No obstante lo anterior, nos faltó audacia, no sólo para informar a la ciudadanía de estas situaciones, sino que además no se presentaron las propuestas de cambio que, aunque no hubiesen prosperado en el Congreso, por lo menos habrían señalado el camino.
 
Lejos de ello, parte importante de las elites de nuestros gobiernos, no sólo traspasaban las fronteras que implicaba de ser hoy directivo público y mañana, miembro de los directorios de los principales holdings de empresas privadas, sino que además no hicieron mayor cuestionamiento a la paulatina y sistemática incorporación del mercado hacia aquellos espacios de alta vulnerabilidad social, tales como educación, salud, previsión. Más aún, nuestra elite comenzó a ser parte de los “negocios” asociados a estas temáticas. Entonces, junto a crecimientos económicos espectaculares que permitieron transitar de un per cápita de US 10.000 a uno de 23.000 en dos décadas; a una profunda disminución de la pobreza; a un mayor bienestar de vida, se fueron incubando malestares sociales relacionados con la segregación social, con la desigualdad social, con el paulatino y sostenido deterioro de la salud y educación públicas, que prácticamente han pasado a ser considerados bienes de consumo más que derechos. Este fue el origen del malestar y descontento con la elite política No se escucharon las voces y gritos pidiendo auxilio.
 
3. Entonces, a diferencias de los sesenta, ya no fue necesario pensar en transformaciones estructurales, a lo más algunos maquillajes menores de regulación en el ámbito de estos negocios Lo que la elite nunca entendió, que al constituirse el mercado en la única instancia que iba a definir  la forma y manera en que los individuos se enfrentarían a los dilemas de la vejez, de la enfermedad y de la inserción en la educación como elemento de movilidad social, se dejó abierta la puerta para que se instalasen las incertidumbres y miedos ante el futuro que se dejaba caer de manera implacable. Esto producto que todos los costos de implementación de estas industrias de vulnerabilidad social, fueron  traspasados  sobre las espaldas de los individuos. Y lo que es peor, los riesgos asociados a esta elección, por supuesto debieron y deben ser asumidos también por los mismos individuos. Esta es la cara inversa de la “hipotética libertad de elegir”.  Atrás quedan las formas, y las éticas del trabajo sujetas a valores.
 
4. No tenemos líderes de la estatura de los ya nombrados, en el contexto de los 60´. Quién, ¿quiénes?, ¿dónde están???? Quién hoy, por su propio peso político es capaz de echarse al partido al hombro y convocar a los militantes a seguir su ruta? 
 
5. Y qué sucede hoy con los procesos de planificación de mediano plazo. ODEPLAN se transformó durante la dictadura en  Mideplan, y su última acción política relevante fue organizar, diseñar e implementar el traspaso de las empresas del estado a manos privadas, lo que permitió la constitución de los principales grupos económicos vigentes en el país. Posteriormente Mideplan se transforma en  Ministerio de desarrollo social MIDESO y su protagonismo ha decaído considerablemente. Más aún, las ideas de planificación, de sociedad y de proceso, han colapsado frente a las ideas de competitividad y éxito individual.
 
Se han instalado, de manera transversal en nuestra sociedad, rasgos de arribismo e individualismo que han permeado círculos virtuosos de trabajo, austeridad, ahorro, solidaridad, etc. Esto significa que es necesario dejar atrás la conformidad a las normas (ya no es la virtud) y transitar por la flexibilidad, por el camino corto y por el atajo y así aprovechar las oportunidades, que siempre serán individuales. Es decir, la lógica de los medios (cualquier medio es lícito) más que de los fines.
 
 Por lo tanto, las ideas y pensamiento que consideran (ban) la planificación y la acción en una perspectiva de largo plazo, pierden su significado por la inmediatez del consumo y mercado, que privilegian la fragmentación y la mirada individual. Es decir, sujetas al ajuste de la competitividad individual. El emprendimiento es el fetiche, lo mismo que la flexibilidad y ligereza como patrones aceptados (y sobrevalorados) de conducta. ¿Ha llegado la hora para la retirada de lo comunitario?
 
6.  Respecto al rol de la Doctrina social de la Iglesia. La Globalización rompió con todas aquellas estructuras, sociales, políticas y culturales, que prefiguraban la vida de los individuos en la sociedad. Hoy, nada ni nadie (ni las corrientes políticas, ni menos los partidos políticos) ordenan el comportamiento deseado y esperado. Sólo el mercado, segmenta, ordena, segrega, conforme a la disponibilidad de consumo. Y la Iglesia Católica (en general las iglesias) es justamente una de estas instituciones que ha perdido protagonismo. Ya no es la Iglesia de los 60 y 70 que iba delante de la sociedad y de los partidos políticos, exigiendo profundos cambios sociales y posteriormente liderando y organizándola defensa de los derechos humanos.  Más aún, hoy está bastante desacreditada por la serie de escándalos de índole sexual, que ha afectado a parte importante de la organización, no sólo en el ámbito internacional, sino que también al interior del país.
 
Por otra parte, tampoco ha existido por parte de nuestras estructuras internas (como partido) la intención de recoger los planteamientos del nuevo Papa Francisco (o al menos hacerlos públicos)  sobre todo en la encíclica “Laudato Sí”, relacionada con el cuidado del medio ambiente y de la casa común, en donde, ha intentado poner a la iglesia de cara a las transformaciones y dilemas de la globalización. Es decir, el peso específico de la doctrina social de la iglesia, como elemento articulador para otorgar sentido al rol del cristiano en política, es muy reducido. Y es imperativo recuperarlo.
 
7.  Ahora la sociedad es líquida. Lo que ha ocurrido es que las formas sociales, (las estructuras, las instituciones, los modelos de comportamiento aceptables, que condicionaban tanto nuestras elecciones individuales como nuestros hábitos) comienzan a descomponerse y a perder sentido.  Y las nuevas formas sociales que las reemplazan, son por esencia fugaces. Es decir, es prácticamente improbable que estas formas, cuenten con tiempo suficiente para solidificarse, como de hecho ocurrió en los procesos de modernidad temprana (USA y Europa fundamentalmente), que le daba sentido a la acción del hombre en la sociedad: Por lo tanto, ya no pueden servir como marcos de referencia para las acciones ni menos para las estrategias a largo plazo. Ya no “sirven la política, la familia, el estado, la educación, el trabajo. De ahí entonces el concepto de “todo en la sociedad es liquido”. No hay estructura, no hay marco, no hay estabilidad. Y ante el temor y la incertidumbre, me salvo solo.
 
Por lo tanto, insistir en retomar la huella del camino propio, no tiene ningún asidero en la realidad. No sólo faltan los elementos constitutivos del contexto de los 60 que hicieron posible ese camino, sino que las salidas colectivas y comunitarias como estrategias de sobrevivencia al modelo de desarrollo económico, no gozan hoy de buena salud. Los desafíos son otros y tienen que ver cómo nos enfrentamos como partido a los dilemas de nuestra identidad, habida cuenta del cambio de contexto: cuál es el espacio para la solidaridad, para lo comunitario, para el ser, más que el tener, en un escenario absolutamente mediatizado por el egoísmo, individualismo y por la lógica que privilegia los fines, usando todos los medios, sean estos lícitos o ilícitos, ante una inclemente sociedad de consumo. Más aún ahora, en un nuevo gobierno de derecha.