El expresidente de la Democracia Cristiana Ignacio Walker hoy está alejado de la primera línea -es investigador de Cieplan y profesor de la Universidad Católica de Valparaíso-, pero no de la política. En entrevista con La Tercera defendió la decisión de su partido de aprobar la idea de legislar de la reforma tributaria del gobierno y advierte a sus socios que ya no aguantarán el “bullying”.
Pero también hace una reflexión sobre su propia colectividad y sostiene que quizás es el momento de dar un giro e incluso cambiar de nombre.
"Cuyando fue presidente del partido nuestro lema fue “identidad sin complejos”. Siempre actuamos en el marco de la Concertación y contribuimos a formar la Nueva Mayoría, pero con identidad sin complejos, y eso causaba irritación en muchos partidos, pero no cedimos en esa política, porque los partidos tienen historia, cultura, electorado, narrativa, discurso, una subjetividad que hay que respetar. Yo no le temo a que existan dos almas, tres almas en el partido en la medida en que logramos sostener una base común. Pero el tema es mucho más de fondo, tal vez llegó la hora de cambiarnos de nombre a Partido Demócrata de Centro (PDC), dijo.
Luego profundizó sobre el tema: "Hablo de un centro con personalidad, democrático y reformista. Ni conservador ni revolucionario, más allá de derechas e izquierdas como fue nuestra definición a fines de los años 30, que cree en la gradualidad de los cambios, comprometido con los derechos humanos, sin ambigüedades ni doble estándar, que da cuenta de la sociedad actual y los desafíos del futuro, con una mirada centrada en los nuevos sectores medios, en los jóvenes y las mujeres. Finalmente, un centro donde converjan el socialcristianismo, la socialdemocracia y el social liberalismo. No le tengo miedo a hacer esta discusión".
¿Y eso no es renegar de las raíces cristianas del partido?, pregunta el periodista y Walker responde.
"No se trata de renegar de nuestras raíces cristianas, porque el humanismo cristiano es nuestra filosofía política, pero el espacio de la DC es cada vez más reducido, por lo tanto, tenemos que procurar una convergencia con otros humanistas, con otras miradas políticas y culturales. Chile sigue siendo un país más de centro que de extremos, pero ese mundo está huérfano de representación política".