Oh I'm just counting

Muere Carter y es reconocido como el presidente que nunca involucró a su país en una guerra. Y fue duro con Pinochet y su dictadura. Exigió respetar los derechos humanos y detener y entregar a los militares que realizaron el primer acto de terrorismo en la capital de EEUU al asesinar al canciller Letelier

Foto de septiembre de 1977. Carter recibió a Pinochet en el salón Oval de la Casa Blanca. En esa reunión, Carter le exigió varios puntos sobre los derechos humanos en Chile y procesar a Manuel Contreras. Carter ya sabía que Pinochet había mandado a asesinar a Orlando Letelier en Washington

 

Por Alfredo Peña y BBC Mundo

Su llegada a la Casa Blanca sorprendió a su propia familia. Cambió la relación de Washington con América Latina. Y en su país muchos piensan que fue mejor expresidente que presidente. Jimmy Carter, el exmandatario más longevo de Estados Unidos, murió este domingo a los 100 años.

La vida de Carter resultó paradójica en varios sentidos.

De ella destacó mucho más allá que sus años como 39º presidente de EE.UU. Fue entre 1977 y 1981, tiempos difíciles de Guerra Fría en los que evitó entrar en conflictos militares ante desafíos internacionales e impulsó un crucial acuerdo de paz en Medio Oriente.

Había llegado al cargo como un hombre sencillo y honesto en un país sacudido por el escándalo Watergate, pero problemas domésticos y una crisis de rehenes en Irán lo debilitaron en solo un mandato: fue el primer presidente de EE.UU. en perder una reelección desde Herbert Hoover en 1933.

Sin embargo, tras ser vencido por Ronald Reagan en 1980, Carter regresó al pueblo en el que había crecido y mantuvo una gran proyección internacional enfocado en temas de derechos humanos, igualdad y protección ambiental, lo que le valió galardones como el Premio Nobel de la Paz en 2002.

Su resiliencia fue llamativa hasta el final, después de superar un cáncer y perder en noviembre de 2023 a su esposa de toda la vida, Rosalynn, quien estaba en cuidados paliativos como él, algo que generó reflexiones sobre este tipo de servicios al final de la vida.

Su relación con el Chile de Pinochet y su dictadura

Carter asume en enero de 1977. Pinochet ya llevaba dos años y medio en el poder con el apoyo de Estados Unidos, fundamentalmente del gobierno del republicano Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger. 

Nixon había tenido que renunciar a su presidencia por los graves problemas políticos originados por el caso Watergate, espionaje ilegal a los Demócratas. Tuvo que asumir su vicepresidente Gerald Ford que fue el candidato de los Republicanos, al que venció Carter en 1976.

Carter asume con un discurso cargado al respeto a los derechos humanos en el mundo. Y su mirada en América Latina era tener distancia de las dictaduras militares que infestaban especialmente Sudamérica.

Al promover la importancia de los derechos humanos en los asuntos exteriores, Carter logró un cambio sustancial en la relación de EE.UU. con América Latina.

Desde su campaña electoral criticó a la administración republicana que le precedió por contribuir al derrocamiento del presidente socialista democráticamente electo en Chile, Salvador Allende, en 1973 y ayudar a establecer una dictadura militar en nuestro país. 

Carter reconoció que el gobierno de Nixon, ayudó con millonarios recursos a los opositores a Allende, entre ellos, partidos políticos, organizaciones gremiales y medios de comunicación como El Mercurio. Todos estos documentos fueron desclasificados por los posteriores gobiernos de EEUU.

Presión política sobre Pinochet

Las dictaduras militares del Cono Sur, brutales violadoras de los derechos humanos, fueron amonestadas por la Casa Blanca, que dejó de emitir mensajes de comprensión condescendiente, habituales bajo las pasadas administraciones republicanas.

Con el Chile del general Augusto Pinochet, las relaciones entraron en una etapa de gran frialdad a raíz del asesinato en Washington por agentes del régimen militar, del ex canciller socialista Orlando Letelier y de la ciudadana norteamericana Ronni Moffit en septiembre de 1976. Carter aún no asumía. Lo hizo en enero de 1977.

Letelier y Moffit murieron por una bomba colocada en su auto la que fue activada remotamente. Un crimen similar, militares chilenos lo habían realizado en Buenos Aires, para asesinar al exjefe del Ejército de Chile, general Carlos Prats y su esposa.

La CIA y el FBI hicieron una rápida investigación y culparon a agentes cubanos y a militares chilenos enviados por Pinochet del crimen cometido a menos de 10 cuadras de la Casa Blanca.

Como respuesta a las sanciones internacionales que encabezó EEUU, la junta militar chilena decidió poner un fin "cosmético" a la terrorífica Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), la que a los pocos meses fue reemplazada por la Central Nacional de Informaciones (CNI). Fue derechamente un cambio que no fue cambio. Fue para dejar tranquilos a los norteamericanos y buscar acuerdos debido a que se implementó la Enmienda Kennedy, que negaba entregar pertrechos militares a Chile por cometer ese crimen en la capital de EEUU.

A pesar de las pruebas que inculpaban a la DINA y a agentes anticastristas vinculados a la CIA, los tribunales en Chile cerraron la causa que sólo logró ser reabierta tras el retorno a la democracia, en 1990.

Las presiones ejercidas desde Washington empujaron a Pinochet a moderar la represión al interior del país y a emprender un proceso constituyente que culminó con la fraudulenta votación de la Constitución de 1980. Todo bajo la presión del Gobierno de Carter.

El gobierno de Estados Unidos exigió medidas claras con los asesinos de Letelier y Moffit. 

Es más, gestiones diplómaticas permitieron la detención en Chile y su extradición a EEUU, a dos de los autores materiales del asesinato, el chileno-norteamericano Michael Townley y el capitán del ejército Armando Fernández Larios. Ambos se acogieron a un programa especial de testigos del gobierno de EE.UU. La justicia de ese país se ha negado hasta hoy a extraditar a ambos criminales para que cumplan su sentencia en Chile.

En Chile fue detenido y permanece hasta hoy preso en Punta Peuco, el brigadier del Ejército Pedro Espinoza, el primer militar que ingresó a esa cárcel especial para violadores de derechos humanos, ubicada en la comuna de Til Til. Espinoza también participó en el crimen de Letelier ya que estaba a cargo de las "operaciones" o crímenes en el extranjero de la DINA.

El que fue omnipotente jefe de la DINA, el general del Ejército, Manuel "Mamo" Contreras, tuvo que irse a retiro, por presión norteamericana. Pero no fue juzgado ni en Chile ni en Estados Unidos por el atentado y crimen en EEUU. Fue detenido y condenado a la vuelta de la democracia y estuvo preso en Peñalolén y luego en Punta Peuco, donde murió de un cáncer.

El que dió la orden: Pinochet

Las primeras pruebas que demuestran que Pinochet ordenó el asesinato y que EE UU lo sabía no se hicieron públicas hasta hace un año. Fueron desclasificadas. Y en octubre de 2015, el secretario de Estado, John Kerry, entregó a la presidenta chilena, Michelle Bachelet, una serie de documentos desclasificados sobre el atentado. Uno de los papeles clave es un memorando secreto que en 1987 redactó el entonces secretario de Estado, George Shultz, para el presidente Ronald Reagan.

El texto aseguraba que la CIA consideraba que existían “pruebas convincentes” de que Pinochet “ordenó personalmente a su jefe de inteligencia Manuel Contreras preparar el asesinato”.

Ese documento de la CIA no ha sido desclasificado aún. Se cree que forma parte de la remesa que EE UU tiene todavía que revelar. Para Peter Kornbluh, un periodista que lleva casi cuatro décadas luchando para que salgan a la luz los informes secretos sobre Chile, ese texto es “el Santo Grial en la historia de este primer acto de terrorismo internacional en la capital de EE UU”. Y su desclasificación resulta importante “no solo para las familias de las víctimas, sino para comprender cómo un Gobierno extranjero pudo cometer un acto terrorista en la capital y no pagar por ello”, añade.

El asesinato “forma parte de la historia del terrorismo que tenemos que comprender para estar mejor preparados para frenar otros atentados en el futuro”, sostiene Kornbluh. Cuarenta y nueve años después, el recuerdo del crimen sigue vivo.

Lo más cercano a un presidente de izquierda que tuviera EE.UU.

James Earl Carter Jr nació en 1924 en Plains, Georgia, el "sur profundo de Estados Unidos", durante una época de férrea segregación racial en la que su familia era la única blanca en un vecindario negro.

"Todos mis vecinos, mis compañeros de juego y mis compañeros de trabajo en el campo eran negros, y así fue hasta los 16 años", contó el expresidente en una entrevista con NPR, la radio pública de EE.UU. en 2011.

Ingresó a la prestigiosa Academia Naval de Annapolis, Maryland, de donde se graduó como alférez y luego fue ascendido a teniente en primer grado. Pero en lugar de seguir en la Marina, dedicó gran parte de su juventud a reconstruir la producción de la granja de maní que había heredado de su padre, la cual era apenas rentable tras el pago de deudas y la división de bienes.

Residió con su esposa Rosalynn y sus tres hijos en una vivienda subsidiada para pobres.

Fue un cristiano devoto, "renacido" confeso que dedicaba sus domingos a enseñar la Biblia en su congregación bautista.
Pero era políticamente progresista, en algunos casos hasta un límite para su generación, y se volvió tal vez lo más cercano a un presidente de izquierda que tuviera EE.UU.

Su cara afable, amplia sonrisa espontánea y acento sureño pudieron haber proyectado una imagen de inocencia, pero Carter era hábil en la competencia electoral.

En la década de 1970, asumió en su campaña para gobernador de Georgia una postura conservadora frente a la segregación porque sabía que de otra manera sería difícil que lo eligieran.

Sin embargo, ya en la gobernación se declaró a favor de los derechos civiles e implementó medidas en contra de la segregación racial.

Ya con Carter en el gobierno, EE.UU. recortó la ayuda militar en el hemisferio y supeditó el financiamiento a avances en derechos humanos, lo que según expertos fue importante para que regímenes dictatoriales de Sudamérica disminuyeran sus abusos y comenzaran a debilitarse.

Carter también intentó extender su política de vecino colaborador hacia Cuba, luego de un largo embargo económico y episodios de hostilidad en plena Guerra Fría.

Aunque generalmente se interpreta como un punto negativo el que no hubiera enfrentado militarmente al "enemigo", el expresidente le dijo en 2015 al diario The Guardian que su mayor orgullo fue no haber llevado al país a una guerra.

"Mantuvimos nuestro país en paz. Nunca fuimos a la guerra. Nunca lanzamos una bomba. Nunca disparamos una bala. Sin embargo, logramos nuestras metas internacionales. Le llevamos paz a otros pueblos, incluyendo Egipto e Israel", relató.

Activista, estadista, Nobel

A pesar del golpe sufrido por la derrota electoral contra Ronald Reagan, Carter regresó a su hogar en Plains, Georgia, donde reconstituyó su carrera y dio inicio a su período de mayor actividad.

En 1982 fundó con su esposa Rosalynn el Centro Carter, con el propósito de "combatir la enfermedad, hambre, pobreza, opresión y conflicto" a nivel global.

Con el centro viajó por el mundo llevando programas de salud para frenar el contagio de enfermedades en más de una decena de países en África y América.

Sus misiones incluyeron la promoción de los derechos humanos, la democracia y la buena gobernabilidad.

Fue mediador en la resolución de conflictos abriendo el camino de mayor entendimiento entre EE.UU. y Corea del Norte.
Con su histórica visita a Cuba y reunión con Fidel Castro en 2002, allanó el camino para la normalización de las relaciones entre La Habana y Washington durante el gobierno de Obama.

Ese mismo año recibió el Premio Nobel de la Paz por los esfuerzos del centro para "encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, promover el desarrollo social e impulsar la democracia".

También fue observador en procesos electorales de diferentes países, incluido uno polémico en Venezuela donde ratificó pese a críticas el resultado de un referendo a favor del entonces presidente Hugo Chávez, en 2004.

"Redefinió el papel que los expresidente de EE.UU. pueden jugar a nivel global", expresó Hakim, de Diálogo Interamericano.

"Eso fue una revelación que algunos han tratado de imitar, como Bill Clinton con su propia fundación".
El embajador Pickering cree que los logros de Carter hablan por sí solos y no deben ser minimizados o descartados porque perdiera la reelección.

"Fue instrumental en crear consciencia en cuanto a los derechos humanos y cómo eso debe reflejarse en la política exterior de EE.UU. y eso resiste cualquier escrutinio", concluyó.

Superación de un cáncer

Cuando cumplió 90 años, Carter publicó su trigésimo primer libro, "Una vida completa: Reflexiones a los 90", y un año después, durante una clase de catequesis en una iglesia baptista en Plains, dio la buena noticia de que estaba libre del cáncer cerebral que le habían diagnosticado en 2015.

Los oncólogos decidieron tratarlo con radiaciones focalizadas en los tumores y un medicamento para reforzar su sistema inmunológico.

El exmandatario estuvo seis meses recibiendo el tratamiento, conocido como inmunoterapia, y a finales de ese mismo año informó que estaba libre del cáncer.

En febrero de 2023 anunció que evitaría los tratamientos para prolongar su existencia y entraría en cuidados paliativos con la intención de pasar sus últimos días en la tranquilidad de su casa de Plains, la misma donde unos meses después moriría su esposa durante 77 años y a quien él definió como “el pináculo” de su vida.

Esa opción fue vista por especialistas en cuidados terminales como una ayuda para la comprensión del significado de los cuidados paliativos en los últimos meses de vida.

En Plains lloran hoy la partida de su vecino más célebre.