Oh I'm just counting

Octubre 88: Como transformar una derrota en una gran victoria. Por Ricardo Hormazábal S. abogado

A 30 años del triunfo del NO aporto mi opinión sobre el 5 de octubre 88, pero pensando en lo que se podría hacer ahora para enfrentar la grave crisis que azota a Chile. Insisto en que este día debería ser feriado ya que, a pesar de las maniobras de la dictadura, los chilenos lo utilizamos como método pacífico y participativo para resolver una diferencia tan grande: Democracia o Dictadura.
 
Creo que favorecer la expresión de los ciudadanos en forma directa es un camino apropiado. ¿Por qué en democracia no nos han reconocido el derecho de opción, por ejemplo, entre AFP y Sistema Público Solidario de Reparto? Bastaría una ley de quorum calificado para ello. Pinochet lo contempló en el DL 3.500 y, aunque la mayoría fue forzada a cambiarse por presiones directas empresariales o por la arrolladora campaña publicitaria, más de 200 mil se atrevieron, se quedaron y disfrutaron de una pensión más decente que las misérrimas que entregan las AFP, menos del 30% de las últimas remuneraciones en vez del 70% prometido.
 
La situación del Chile de hoy es penosa, aunque no llega al extremo de países cercanos, lo que se refleja en los inmigrantes que llegan y que seguirán llegando. Sin duda, la época dictatorial ha sido la peor, pero entonces tuvimos líderes que aprendieron de los errores y tuvieron grandeza para reconocerlos y buscar caminos de salida. También teníamos una Iglesia Católica y algunas iglesias protestantes que nos dieron aliento y cobijo.
 
Hoy esas entidades están muy afectadas por los graves errores de sus líderes. Todos los indicadores muestran que el pueblo tiene un juicio muy crítico sobre las elites, pero eso puede subsanarse. Para eso sólo hay que cambiar de actitud ética, política y económica. Hay que responder positivamente a la crisis provocada en el mundo por un Cambio de Época y en Chile por la corrupción generalizad en civiles, uniformados y religiosos, que aleja a los ciudadanos de la toma de decisiones. Es posible. Los líderes del No aprendieron, los actuales también podrían aprender.
 
La dictadura no había llegado sólo por las acciones de las grandes potencias que nos usaban como piezas desechables en un juego mundial. Por un tiempo, se sembraron odios, dogmas, desconfianzas y cosechamos el horror de la dictadura. También le sumamos nuestras propias debilidades para defender las reglas democráticas. Aún no hemos aprendido del todo a estudiar esas conductas en un clima de serenidad y franqueza, pero sí fuimos capaces de avanzar, conscientes que el pasado nos desunía, el presente no era prometedor, pero era claro que nos merecíamos un mejor futuro.
 
La dictadura nos forzó a aceptar su diseño y nosotros tuvimos que aceptar nuestra derrota, aunque nunca bajamos los brazos. Sobre este punto, Patricio Aylwin escribió en el “Reencuentro de los Demócratas”: “Podrá decirse, con razón, que el camino recorrido no fue el que originalmente queríamos, y que llegamos a la victoria en el plebiscito después de haber fracasado en varias propuestas anteriores. Es cierto. Muchos de los que terminamos encabezando la lucha por el NO en esa oportunidad, habíamos postulado antes otras soluciones, que generalmente significaban el retiro inmediato de Pinochet, la formación de un Gobierno provisional, la convocatoria de una Asamblea Constituyente y la aprobación plebiscitaria de una nueva Constitución. El plebiscito del 88 fue, en verdad, nuestra última trinchera, después de haber perdido múltiples batallas”.
 
Hubo plebiscito, porque en la soberbia del año 80, Pinochet aceptó dividir en dos su obsesión de dictador vitalicio. Él y sus partidarios creían que lograría mantenerse por el miedo, el manejo abrumador de la represión y los medios de comunicación, más el control total de la economía, en forma directa o a través de sus cómplices civiles. Adicionalmente, constataban que la oposición estaba muy disgregada, debilitados los partidos y el movimiento social.
 
La estrategia de asesinatos, represiones masivas y atentados selectivos contra figuras políticas en el exterior, revivió con fuerza después de 1980, provocando los crueles asesinatos de Eduardo Frei Montalva y Tucapel Jimenez. A pesar de ello, las brutales condiciones generadas por la dictadura y la crisis económica de esos años, fueron el germen de las protestas del 83 al 86, obligando a Pinochet a utilizar maniobras políticas, además, de la habitual represión masiva de fuerza, como cuando asumió Jarpa como Ministro del Interior.
 
Un gran lastre lo representaba la amplia brecha existente entre sectores que legitimaban la lucha violenta contra el tirano con los que promovíamos y usábamos métodos pacíficos. Pero la madurez se dio primero en el mundo social, dónde incluso los militantes del PC promovían y defendían las acciones pacíficas. Las acciones de violencia, especialmente el atentado contra Pinochet, le sirvieron más al dictador que a la lucha democrática. Pero los acuerdos políticos se habían ido consiguiendo, ampliando el arco político.
 
Otro factor favorable a las expectativas dictatoriales eran las divisiones existentes al interior de la oposición y de los propios partidos. En la DC logramos en 1986, con la conducción de Aylwin, un acuerdo vital. Coincidimos 100% en la necesidad de inscribirnos en los Registros electorales, pero discrepábamos en la decisión de inscribir el Partido.  La mayoría estuvo por inscribir, porque, ya en ese año, creían que no era posible cambiar el rumbo y había que actuar dentro del marco impuesto por el tirano.
 
Estas tesis consideraban las movilizaciones sociales como negativas, porque actuar unidos con todas las fuerzas allí presentes perjudicaba las acciones para influir dentro del modelo y asustaba a la ciudadanía.  Además, sólo estaban interesados en un acuerdo político limitado, la denominada “coalición chica” con fracciones pequeñas del PS, y PR en la izquierda y grupos de derecha muy valiosos, pero de poco peso político. 
 
Otros sosteníamos que no era tiempo para bajar los brazos, que era necesario seguir con la movilización social pacífica para lograr algunos cambios y que, tanto para terminar con la dictadura como para la reconstrucción democrática, se requería la más amplia mayoría política y social posible que se jugara sin violencia.
 
En 1986, Patricio Aylwin tuvo la visión de aceptar los términos de la movilización social pacífica que promovíamos y nosotros la madurez de entender y colaborar en la inscripción del partido. En enero del 88, el Consejo Nacional del PDC acuerda por unanimidad dejar de lado el objetivo de exigir Elecciones Libres y acuerda llamar a votar por el NO. Reconocíamos una derrota, pero no nos rendíamos.
 
En su libro ya citado el líder de la transición escribió: “volvimos a tener razón al respaldar la movilización social, trabajar en la formulación del Proyecto Alternativo, al promover la Alianza Democrática, al respaldar el Acuerdo Nacional, al rechazar las estrategias violentistas y al decidir, finalmente, enfrentar a Pinochet en su propio plebiscito. El triunfo de 5 de octubre del 88 fue la culminación de un largo y difícil proceso de superación de enemistades y prejuicios, de predominio de la racionalidad sobre la pasión, de recuperación de las tradiciones cívicas del pueblo chileno, de triunfo de la razón sobre la fuerza. En el curso de ese fatigoso camino, no sólo fuimos acercándonos, entendiéndonos y poniéndonos de acuerdo los opositores a la dictadura”
 
En febrero de 1988, se produce el gran salto político. Casi todas las fuerzas de oposición, excepto el PC y un par de grupos de izquierda, suscriben un acuerdo político para luchar en conjunto por el NO. Aylwin tomó la decisión clave de superar las objeciones que algunos de sus cercanos tenían a ese acuerdo amplio, que fue el germen de la concertación.  En junio de ese mismo año, el PC deja de lado las descalificaciones a los firmantes y se suma al No, aunque intentando incluirlo como parte de su estrategia de todas las vías, lo que fue refutado enérgicamente por Aylwin, que ratificó la opción única de la vía pacífica.  
 
Nuestra lucha se concentró en ciertos objetivos que fueron claves para su derrota. Nos organizamos para la campaña, exigimos apoderados en las mesas y, lo más relevante, acceso a la TV. Esa franja, su música, su tono sin odio, sin amenazas, aún nos conmueve. Esa fue una decisión política, implementada muy bien por el equipo comunicacional y operativo, pero generada por el liderazgo que componían Aylwin, Almeyda, Sule, Lagos, Subercasseaux, Zepeda, Riesco y Corvalán y tantos otros que merecen nuestro reconocimiento.
 
La consolidación de una alternativa política seria, responsable, con gran respaldo social, fue clave para que el impacto en Chile aumentara y creciera el respaldo externo a la democratización.  USA dejó de apoyar a Pinochet. Entre otros aportes valiosos, destacó el de Alemania, liderada entonces por Helmut Kohl, DC, jugó un papel muy importante, ganándose la odiosidad del tirano y sus cómplices, como lo demostraron los parlamentarios de derecha que se retiraron el año 1991 del Congreso Nacional, cuando Kohl comparó la Alemania oriental con el régimen de Pinochet.  
 
El ex Ministro de Kohl, también DC, Nolbert Blüm, uno de los personeros alemanes que apoyó nuestra lucha y de cuyo testimonio personal estamos muy agradecidos, está en estos días en Chile, participando en actos sobre los 30 años.
 
En Chile la respuesta fue espectacular. La rapidez con que los ciudadanos se inscribieron en los Registros electorales, sorprendió a todos. Luego, de los 12 millones que éramos entonces, podíamos votar, 7,251.933 millones, derecho que ejercimos el 97,53% de los inscritos. Al final del día del plebiscito, 4 MILLONES de chilenos, el 55,9 %, derrotamos al tirano en su propia trampa. Pero no olvidar que el 44% de los votantes, casi 3 millones lo respaldaron y 164.000 votaron Blanco o nulo.
 
Mientras el gobierno del tirano daba de ganador al Sí, movilizaba tropas y preparaba actas para destituir a los miembros de la Junta que no lo apoyaran en su decisión de desconocer el resultado, los triunfadores nos abrazábamos, hasta con los carabineros.  Esa noche, la alegría por el triunfo se extendió de la cordillera al mar y del desierto hasta la Antártida. Pero solo celebramos masivamente unos días después. Ni un acto de violencia, ninguna funa, ninguna molotov, ninguna piedra y ningún encapuchado. 
 
Logramos una gran victoria política, pero el poder del dictador seguía siendo muy fuerte. Tuvimos que negociar una salida. ¿Lo hicimos por miedo, como critican algunos? Yo creo que sí había razones para tener miedo, por lo menos yo lo tenía, pero los acuerdos eran los posibles entonces. No satisfacían a todos ya en esa época, pero eran un gran avance. Asumimos el costo de ello y aún con los problemas vividos, creo que valió la pena y por los hechos, también la abrumadora mayoría del país.
 
En julio del 89 se realizó un plebiscito para aprobar 54 cambios constitucionales que reducían el poder autoritario, pero que mantenían una hipoteca muy pesada sobre la democracia. Sin embargo, el respaldo popular fue impresionante. Con una participación del 93% de los ciudadanos con derecho a voto, el 91,25 % de los votos válidos estuvo por la aprobación al proyecto de reforma propuesto y 8,74 % por el rechazo.
 
Afirmar que sólo fue un acuerdo cupular, que se vendió la democracia u otras críticas es sólo una demostración de mala fe o ignorancia, del tipo vencible por supuesto, estudiando la historia.
Durante 20 años seguidos el pueblo confió mayoritariamente en la Concertación, por eso, cuando algunos hacen la pregunta si la Alegría llegó, contesto positivamente, sin vacilar, sin dudas. Espero que nunca otras generaciones de chilenos tengan que experimentar en carne propia los dolores para apreciar debidamente la diferencia.


Los líderes de la alianza más exitosa en nuestra historia democrática creyeron que podían cambiar de posición sin ser sancionados, pero se equivocaron. Los chilenos mostraron dos tarjetas amarillas, una en 1999, otra el 2005, y luego, merecidamente, la roja en el 2010.

A 30 años, sigo muy distante de la evolución neo liberal que se produjo en los gobiernos concertacionistas y que le hizo perder elecciones. Pero negar los avances en materia de deuda social, en respeto de derechos humanos esenciales es un error. Creo que estamos en deuda en materia de probidad, en derechos humanos como Pensiones, Salud y participación ciudadana, pero en otros ámbitos, los avances son innegables.
 
Por ejemplo, en materia de sanción a los violadores de derechos humanos, algunos críticos que defienden lo actuado en Nicaragua, olvidan que los sandinistas pactaron amnistía total con los somocistas. No había otra posibilidad para poner fin al derramamiento de sangre, me dijo el año 2001, el comandante Ortega. En España, no hubo juicio alguno por los horrores del franquismo y sólo en estos días se logra aprobar una ley para sacar el cadáver de Franco del valle de los Caídos. En la sufrida Sudáfrica, con el liderazgo excepcional de un líder admirable, Nelson Mandela, bastó confesar los delitos para ser amnistiado. "Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón". “El pasado no puede ser olvidado, pero no debe aprisionarnos” fueron ideas claves.
 
En Chile no aceptamos leyes de punto final o de obediencia debida, No pudimos derogar directamente el DL de Amnistía, pero por una decisión de Aylwin el año 1990, el 2006 la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró que no se podía seguir aplicando ese inmoral decreto.  El año 2015 se interpusieron 7 mil denuncias por torturas, y el número de personas cumpliendo penas privativas de libertad se ha incrementado desde el año 2014 a la razón de 50 personas por año. Manuel Contreras y otros asesinos y torturadores han muerto en la cárcel. Un oficio del 10 de julio de 2018 de la Subsecretaria de Derechos Humanos dio cuenta de que hay 1051 procesos en cursos y que a ello se suman 432 causas con sentencia ejecutoriada. Aún con barrotes de oro, la cárcel es cárcel. 

¿Estoy arrepentido de haber votado No?  Por supuesto que NO.
¿Qué podemos utilizar de esta historia nuestra los que No somos neo liberales para responder positivamente los desafíos actuales? Reconocer que algo esencial fue un cambio profundo en los mismos líderes que habían estado activos en la crisis terminal.
 
Esta es la clave para la oposición de hoy, jóvenes y viejos. Colocar la probidad como la prioridad básica, dejar atrás la democracia semisoberana y el feudalismo que   protege la injusta desigualdad, construir un proyecto de futuro para todos, terminar con los abusos de los grupos económicos, enfrentar de una vez los cambios de fondo en Pensiones y Salud, y crear una coalición amplia que garantice honestidad y compromiso con los cambios urgentes.
 
Lo que hicimos en 1988 es un ejemplo para corregir conductas erradas y probar, de nuevo, que se pueden transformar en victorias las grandes derrotas. ¿Estarán a la altura los liderazgos actuales o continuará el curso hacia una crisis tan terrible como la del pasado? Espero que sí reaccionen, porqué el mundo y nuestro país, necesitan constructores de Esperanzas y no profetas de desastres.