Oh I'm just counting

A 40 años del 11 de agosto de 1983. Por Rodolfo Seguel, expresidente de los Trabajadores del Cobre

Discurso del expresidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Rodolfo Seguel recordando esa fecha de protesta nacional en dictadura donde hubo una gigantesca represión que tuvo un dramático corolario: 29 muertos en menos de cinco horas, la gran mayoría jóvenes. En el acto estuvo el Presidente Boric.

 

40 años es nada, aunque sea el doble de lo que reza el tango.

40 años es nada para volver a encontrarnos aquí, algunas y algunos con el pelo más blanco o exhibiendo el desgaste natural que el tiempo se encarga de mostrarnos. A reunirnos también -y con gusto lo digo- con jóvenes como nuestro presidente, quien está a la cabeza de la nueva generación que ha asumido la responsabilidad de encauzar el futuro del país en un mundo de muchos cambios, de grandes desafíos y que, sin duda, les pertenece más a ellas y a ellos que a quienes vamos de salida.

Siendo muy joven, a comienzos del año 83, me encontré ante una responsabilidad enorme y también imprevista. Con sólo 29 años fui elegido primer director de mi sindicato base, el “profesional Caletones”, a los 6 meses dirigente nacional, a los 7 meses presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre y a los 10 meses habíamos fundado el Comando Nacional de Trabajadores, que unía a todos los trabajadores del país. Todo pasó en muy poco tiempo y ni siquiera nos alcanzamos a cuestionar alguna cosa. Sólo sabíamos que era nuestro deber mantenernos en acción.

40 años es nada, aunque hayan partido muchos y muchas de quienes estuvimos en la convocatoria o participamos en las grandes jornadas de protesta nacional, que se iniciaron el 11 de mayo de 1983 y que continuaron en los meses siguientes. Cómo no recordar hoy a dirigentes como Emilio Torres, Sergio Barriga de El Salvador, quien nos dejó hace unos pocos días; Carlos Ogalde y Luis Rojas de Chuquicamata; Milton Puga, Rodemil Aranda y Marcos Molina de El Teniente; Manuel Bustos Huerta, nuestro querido hermano y compañero, María Rozas, Tucapel Jiménez, Alamiro Guzmán, Moises Labraña, Jorge Matute, Santiago Pereira y el mismo Clotario Blest quien con su sabiduría y testimonio nos pudo acompañar en esos tormentosos tiempos.

Cómo no recordar a periodistas como Manola Robles, Marianela Ventura, Benito Limardo Casanova desde la capital del cobre de chile, Patricia Verdugo, José Carrasco Tapia y Patricio Bañados, a quien hoy le rindo un especial homenaje por su coraje y valentía subvalorado durante todos estos años.

Como no recordar a los abogados Ernesto Yávar, “el maestro”; Guillermo Cuéllar y Guillermo Videla; y a los curas que vivían en las poblaciones como mi amigo Alfonso Baeza, incansable en su cariño y en sus retos; Mariano Puga, Pierre Dubois, quien recibió la nacionalidad por gracia mediante una ley que hicimos junto a Gabriel Ascencio y no puedo dejar de nombrar al cura André Jarlan quien fue cobardemente asesinado en la población La Victoria con una bala policial.

Por supuesto, los grandes dirigentes políticos como Gabriel Valdés, Clodomiro Almeyda, Patricio Aylwin, Claudio Huepe, Alejandro Hales y otros tantos y tantas amigas y amigos que sería una lista interminable.

Pero aquí estamos, aún con vida, dirigentes sindicales que marchamos y enfrentamos a la dictadura como: Lucho Fuentealba, Miguel Vega, Ivonne Rozas, Enrique Mella, Ricardo Hormazábal, Manuel Rodríguez, mi compadre Eugenio López, Eduardo Díaz, Hernán Baeza, Diego Olivares, Roberto Carvajal, Raúl Montecinos, Luis Campos, José Figueroa, Sergio Troncoso y José Ruiz di Giorgio;

También periodistas comprometidos que nos acompañaron: María Olivia Monckeberg, Juan Pablo Cárdenas, Fernando Paulsen, Myriam Verdugo, Felipe Pozo, María Eugenia Camus, Oscar Reyes, Silvia Germani, Manuel Francisco Daniels y un especial reconocimiento y saludo a nuestro amigo Sergio Campos, “la voz”.

Nuestros asesores a los que la dictadura llamó “los elementos extraños”: Rafael Carvallo, Eduardo Loyola, Guillermo Pérez, Mario Márquez, Jorge Donoso, Ricardo Solari y Luis Eduardo Thayer quien coordinaba a este gran equipo y las defensas judiciales frente a la persecución de la dictadura cívil- militar.

Las mujeres por la vida que en la calle codo a codo siguen siendo mucho más que dos: Graciela Bórquez, Fanny Pollarolo, María Olivia Monckeberg, Carmen Frei, Teresa Valdés.

Dirigentes estudiantiles y políticos jóvenes como Andrés Palma, Yerko Ljubetic, Tomás Jocelin-Holt, Arturo Barrios, Sergio Micco de Concepción, Alvaro Erazo, Yasna Provoste líder de la universidad de Playa Ancha, Carolina Tohá, Gonzalo Rovira, Germán Quintana, Andrés Rengifo, Omar Jara, Claudio Orrego, Manuel Tobar de valparaiso y Esteban Valenzuela.

Dirigentes políticos que se las jugaron desde sus partidos como Ricardo Lagos, Soledad Alvear, Carlos Montes, Jaime Hales, Patricio Hales, Jaime Insunza, Jorge Lavanderos, María Antonieta Saa, Juan Carlos Latorre, Patricio Basso, Jorge Arrate, Ricardo Núñez, mi valiente amigo Camilo Escalona y los jóvenes dirigentes Gonzalo Duarte y Daniel Sierra a quienes recibí en la cárcel los primeros días de septiembre de 1983, con un café caliente y un sándwich de mortadela.

Quiero detenerme un momento acá y nombrar a tres personas que siempre estuvieron a mi lado: Luis Eduardo Thayer, mi asesor y amigo personal; Hernán “el nano” Garrido, quién muchas veces arriesgó su vida por salvar la mía y a mi inseparable hermano y amigo, quien hasta el día de hoy está a mi lado como mi pepe grillo permanente, mi querido Marco Espinoza, el tatín o el caszeli.

Sería interminable la lista de quienes hoy no pudieron llegar por distintos motivos …

Ya habían pasado 10 años desde el golpe de estado de septiembre de 1973 y había un cambio en el clima social en chile. Durante mucho tiempo muy pocos se atrevían a protestar, porque quienes decían algo resultaban, muchas veces, muertos, relegados o exiliados. Las organizaciones sindicales estaban muy debilitadas y los partidos políticos silenciados.

Además, bajo la superficie del régimen dictatorial, se había incubado una enorme crisis económica con devastadores efectos sociales. Así entonces, en ese Chile yo era muy joven. Más joven que usted presidente y sentía que algo debía hacer por mi patria. Se lo comento en específico para que sepa que yo sí confío en los jóvenes como ayer confiaron en mí y sé de la inmensa responsabilidad que se tiene con el país.

Entonces entre los dirigentes sindicales del cobre, surgió la idea de convocar a un paro nacional de actividades, pero era muy difícil, se podía producir una masacre por la respuesta de la dictadura.

Así, sin grandes cálculos estratégicos cambiamos la convocatoria por la primera gran jornada de protesta que se llevó a cabo el 11 de mayo de 1983.

En fin, aquel llamado para el 11 de mayo del 83, sin duda, caló hondo en todo Chile, mucho más allá de lo esperado. Un llamado surgido desde la confederación de trabajadores del cobre -hoy federación- al que se unieron prácticamente todas las organizaciones sindicales que existían (la coordinadora nacional sindical, la anef, el grupo de los 10, los bancarios, los enapinos y los sindicatos de otras empresas del Estado, los trabajadores del comercio, los portuarios, los tripulantes de naves pesqueras, la construcción y muchos que no alcanzo a nombrar…

Y, para sorpresa nuestra, también, se sumaron millones de personas: los pobladores, entre cuyas dirigentas destaco a mis amigas Juana Contardo y Claudina Núñez y los hermanos Prieto de Iquique; los dirigentes estudiantiles, como Víctor Frez, Roberto Olea, Cristian Valenzuela Fuentes, Carlos Arellano y Carlos Zúñiga junto a los universitarios que ya nombré. También muchos gremios como el de los profesores con Jorge Pavez y Osvaldo Verdugo a la cabeza y otros colegios profesionales como el de los médicos encabezados por el doctor Juan Luis González, el de los abogados por don Raúl Rettig y don Alejandro Hales, ambos insignes figuras nacionales y muchos otros afiliados a la federación de colegios profesionales…

Y quiero destacar que todos sin excepción, cumplimos ajustadamente el instructivo común de no enviar a niños a la escuela ni al colegio, no comprar, no entrar a los comedores a la hora de almuerzo y al final del día -a las 8 de la noche- hacer sonar las cacerolas para que los oídos sordos que no querían oír, escucharan la voz de un pueblo unido que se encaminaba a recuperar la libertad y, por sobre todo, ¡¡la dignidad pisoteada!!

Y si nosotros nos sorprendimos con la inmensa convocatoria, el régimen lo fue tanto más que hasta Televisión Nacional, ese día 11 de mayo no transmitió el noticiario central de las 21 horas, sino que repitió un partido viejo de futbol que a nadie interesaba…

Creo que debemos recordar aquel llamado formulado desde Punta de Tralca el día 21 de abril de 1983 por nuestra confederación de trabajadores del cobre, pues fue la arenga que dio inicio a toda esta revolución pacífica. En lo sustancial decía lo siguiente:"hemos sido atropellados una y mil veces y con violencia y con engaños nos han metido en un callejón sin salida. El mismo en que está el país, su economía, sus trabajadores, sus empresas, en definitiva, su pueblo que sufre una cesantía como nunca en la historia; que está pagando cuentas "por consumos" que no ha hecho ni querido hacer jamás; que está soportando una tan injusta represión moral y física que reafirma aún más nuestro convencimiento de que este cuento tiene que cambiar de una vez por todas.”

“Por eso, hemos concluido que esta situación no podemos silenciarla porque seríamos cómplices de ella.”
"Si no luchamos es porque no merecemos la representación que nos han entregado los trabajadores.”

"Nuestro problema no es una ley más o una ley menos, o de una modificación a la existente. Se trata de un sistema completo, económico, social, cultural y político que nos tiene envueltos y comprimidos, que se contradice con nuestra idiosincrasia de chilenos y de trabajadores, que nos ha tratado de asfixiar con armas como el terror y la represión para cada vez envolvernos más, porque nos fue impuesto a la fuerza y con engaños”.

“Ha llegado el momento de ponerse de pie y decir basta.”
“los trabajadores del cobre, tenemos autoridad moral para llamar a un paro nacional de 24 horas, destinado a protestar contra la legislación laboral y la política económica y social imperante.”

“Sólo una huelga general de todos los chilenos puede hacer que los trabajadores recuperemos nuestra dignidad perdida y que podamos participar en forma decidida y responsable en la forja del destino de nuestro país."

Sin duda, el movimiento social que surgió desde ese momento y que derivó en muchas otras protestas, fue asumido por el comando nacional de trabajadores y en general por todo el país.

Pero la dictadura fue tremenda, nos dijeron terroristas y extremistas, tuvimos que aguantar, pero fuimos capaces de soportar, aunque hubo días muy duros como los de las protestas del 12 y 13 de agosto de 1983. Ya estaba Sergio Onofre Jarpa de ministro del interior de la dictadura. La represión fue terrible. Aquí me quiero detener, mañana y pasado se conmemora la terrible masacre de la cual Jarpa fue políticamente responsable, dejando 29 muertos civiles, cientos de encarcelados y centenares de heridos de todas las edades. Ciudadanos comprometidos con su país para que hoy estuviéramos aquí. Mal recuerdo dejó Jarpa en su paso por esta vida.

En los barrios populares las balaceras fueron indiscriminadas y hubo decenas de víctimas fatales. Los más perseguidos fueron los jóvenes, pobladores, mujeres y los sindicalistas.

Después de la masacre, Jarpa pidió hablar con los partidos. Sin embargo, eso sólo ocurrió después que los sindicalistas nos atrevimos y que el pueblo salió a las calles a protestar por pan, trabajo, justicia y libertad.

La movilización social fue muy amplia, pero no llegó la democracia de inmediato. Se creó la Asamblea de la Civilidad y la lucha continuó. Empezaron a volver los exiliados, de a gotas, en listas que publicaba el dictador. No obstante, se ganaron espacios de libertad en los medios de comunicación con gente valiosa y valiente, a los que reitero nuestro homenaje.

También quiero decir que hubo unidad, que no pedíamos carnet de partido y que nos respetábamos, que no nos descalificábamos a través de los medios de comunicación. Que siendo diversos reconocíamos el valor de cada uno a la lucha de todos. Nuestro fin no era obtener cargos públicos ni nada parecido. Sólo teníamos el objetivo común de la libertad, la democracia y la dignidad.

No puedo dejar de señalar que esta unidad social del pueblo tras ese llamado se produjo, naturalmente, porque a todas y a todos no estaba pasando lo mismo. Sin embargo, le faltaba un ingrediente esencial: los partidos políticos no enganchaban y miraban con curiosidad y, más bien de lejos, lo que ocurría y los otros, lamentablemente estaban en el exilio…
Quienes dirigíamos el movimiento percibíamos que nuestra convocatoria trascendía mucho más allá de nuestra representatividad y nos dábamos cuenta que el movimiento social que encabezábamos requería una conducción política que orientara el camino definitivamente hacia una democracia con elecciones libres y con participación social.

Seamos francos: nos costó mucho conseguir que se sumarán los partidos políticos, inclusive con el apoyo del incansable Cardenal, nuestro Raúl Silva Henríquez y la iglesia católica, el de otras iglesias y, también, de miembros de la masonería.

Recién en la tercera protesta del mes de julio de 1983, los partidos empezaron a sacar la voz y asumir su rol conductor, porque necesitaban limar sus diferencias internas y unirse a las otras fuerzas para una conducción coherente del movimiento social.

Afortunadamente -con sus dimes y diretes- logró ser así, porque corríamos el serio riesgo de que un movimiento social creciente terminara a corto andar con una verdadera matanza, producto de una violenta represalia del régimen civil -militar, incapaz de contener el movimiento, porque los militares sólo saben usar las armas. No lo saben hacer políticamente.

Simplemente, están preparados para otra cosa… y los civiles que los acompañaban, digamos, para ser suaves, escondidos en su cobardía seguían justificando la represión tras la cual impulsaban ese “molde neoliberal” de las afp y de las isapres que se sumaban a la privatización y, en algunos casos, al “saqueo” de las empresas de Estado.
Nuestro orgullo es que, cuando muy pocos se atrevían, un grupo de dirigentes sindicales decidimos confrontar al régimen con las manos limpias y la cara descubierta.

Nos dijeron de todo, hubo fuego amigo, como se dice ahora, no faltó el que se luce atacando a los propios compañeros sólo con fines personalistas y olvidando que la lucha era de todos y con el pueblo.

Hasta que llegó el 5 de octubre y derrotamos al dictador con un lápiz, en su propia cancha. Muchos no lo creyeron viable, pero la unidad lo hizo posible.

Por eso, Presidente, no hay que desfallecer, hoy dicen muchas cosas, tantas palabras que se las lleva el viento, que son estériles.

Son 40 años desde la primera protesta nacional. Y su historia es que se hizo con la unidad, la mística y el sacrificio del pueblo de Chile. Una historia que nos enaltece y que constituye el único legado que podemos dejar para los y las protagonistas del futuro.

Ahora, hoy día, al vernos nuevamente juntos aquí, los que aún vivimos --y no me cabe duda, también en espíritu, los que ya partieron— guardo la esperanza humilde -como dice el mismo tango- que estos 40 años no hayan pasado en vano y sirvan para transmitir la experiencia de la unidad que forjamos en 1983 desde el mundo social, con el fin de exigir hoy día al mundo político -como lo hicimos en ese tiempo- que no pueden seguir pensando como si cada grupo de cada partido fuese un partido aparte. Esa atomización es una irresponsabilidad, porque deja a la deriva a un país en que impera la desigualdad, el individualismo, el abuso mezclado con corruptela de personas con responsabilidad y la indiferencia, afectándose de nuevo la dignidad de las personas y la convivencia humana y pacífica…

Que la experiencia de estos 40 años nos sirva para hacer, hoy día y desde aquí, un nuevo llamado a los partidos políticos, a los políticos y a las políticas a que la corten de una vez por todas y asuman que la gente está unida por lo que le está pasando y quienes tienen la responsabilidad política de entender eso, deben dejar de lado la pelea ideológica chica e interesada en su propio pequeño futuro, porque los chilenos, las chilenas y los habitantes de nuestro querido país quieren vivir en paz, tener salud, educación, trabajo y dignidad mejores sueldos y las pensiones que merecen.

No habrá paz ni estabilidad social y política, mientras los partidos de la derecha menos extrema, de la centroizquierda y de la izquierda no entiendan que se deben para servir al país y a su pueblo con humildad y que no se deben a ellos mismos como tampoco para servir los intereses de sus dirigentes ni de algunos de sus parlamentarios o de otros que se designan en los cargos del estado.

Lo digo sin enojo, pero con fuerza y esperanza, porque si nuestros partidos no se ponen las pilas, estaremos muy cerca de ese populismo que vende falsas promesas, que hemos visto avanzar desde la primera vuelta presidencial de 2021 y que vemos como sigue avanzando desde las elecciones del 7 de mayo pasado.

Estoy seguro que interpreto a muchos -si no a todos los que están aquí- haciendo este llamado a quienes ejercen la política y a quienes tienen la responsabilidad de ejercerla, porque ella es indispensable para la paz y para el buen vivir en una democracia auténtica que alcance para todos y que se reparta con justicia y con igualdad.

Es por esto, señor Presidente, que le quisiera proponer que se establezca el día 05 de octubre como fecha conmemorativa de la unidad por la democracia, a fin de que siempre recordemos que sólo con cohesión social e integración nacional, el país y sus gentes podremos vivir en paz. Quizás esto pueda hacerse desde el próximo año. Presidente, no lo quiero poner en apuros para hacerlo este año.

Y, al finalizar, quisiera hacerle un ofrecimiento: hace un tiempo atrás usted dijo que ofrecía sus manos para buscar acuerdos; bueno, hoy yo le ofrezco las mías y pido las de nuestros y nuestras compatriotas para que se esfuercen y luchen por la estabilidad de la democracia, para que la defiendan y la cuiden, porque harto nos ha costado llegar hasta acá y no podemos permitir retrocesos cuando hablamos de la dignidad de las personas.