Oh I'm just counting

Alguien. Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

PRIMERA PARTE

Sordos golpes en la puerta le anunciaron que tenía visita, y la sorpresa de Marcial aumentó al abrir y encontrarse de frente con el autor, divertido de su confusión.


-Pasaba por aquí y quise saludarlo –Aseguró el escritor. -Estamos bien aquí, buen barrio para
vivir. ¡Pase por favor! -Ya lo creo, durante mucho tiempo lo eludí; evitaba pasar por aquí, por su cercanía con la
Escuela de Ingeniería. No fueron buenos tiempos.


Período ingrato en lo político y magro en lo académico. ¡Duro! Me costó superarlo. Al llegar ahora, recién, disfruté de la tristeza del parque y con el placer de mi melancolía… buena música… ¿Stardust?


- Sí… ¡Polvo de estrellas! gran melodía -Sonrió Marcial y lo abordó directo, al verlo acomodado ¿A qué debo el honor de su visita? -Escribo un nuevo capítulo de nuestra novela y me angustia que mis ideas se confundan con las vuestras; nuestros pensamientos deben presentarse en forma genuina, enfatizando nuestras diferencias.


-Muy honesto –Dijo Marcial, anhelando la presencia de Simón, cohibido de enfrentar solo a su creador y… cómo suele ocurrir cuando se quiere algo con apasionado ardor, no bien terminó de desearlo, se oyeron nuevos golpes en la puerta, y más tarde… los tres iniciaban un diálogo.


-Hay preparativos para conmemorar el 11 de septiembre. ¡Cincuenta años! Estudiaba Ingeniería Civil aquí al lado –Insistió el autor ¡Qué distante y distinto me parece todo!... ¿Será bueno reabrir esas heridas?


-Allende –Replicó Simón, eligió el suicidó como la única salida digna para repudiar el golpe de estado, y… ¡Se llenó de gloria! -Pinochet –Contestó Marcial, le devolvió  al país la institucionalidad perdida que además, recuperó seguridad, orden y productividad.


-¡Ese es mi temor! –Señaló el autorinsistir con la discusión… Tan fácil que es destruir, cuando… lo realmente gratificante está en construir.


Allende –reaccionó Marcial, fue un tipo extraño y altanero; jamás rendiría pleitesía a nadie más que al pueblo, que lo había mandatado para cumplir su revolución con empanadas y vino tinto.


Magistrales son sus últimas palabras, en las que excluye a políticos de su coalición, y que, desde Radio Magallanes, dirige a su pueblo:


El metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.


Sabía lo que hacía, y lo que haría en breve; sus versos engalanaron su camino a la trascendencia. Recoge el voto atávico, investido -desde el Canto I de “La Araucana”- de imperece dero orgullo:


Chile, fértil provincia y señalada, en la región antártica famosa, de remotas naciones respetada, por fuerte principal y poderosa; la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida.


Su dignidad jamás le permitiría someterse al usurpador. ¡Antes muerto! Pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Su mérito, fue haber tenido el valor para ejecutar un acto premeditado, y su gesto, estratégico en habilidad y coraje, deslegitimó al instante al nuevo gobierno que, con su muerte, pasó de pronunciamiento a dictadura. 


Erróneamente, los militares creyeron que protegería su vida, sin sospechar el carácter heroico que elegiría. ¿Qué habría pasado si, desde su casa a la Moneda, que hizo con su chofer en un Fiat 125, lo hubieran detenido y deportado? Nublados por su animadversión, los militares jamás intuyeron esa salida épica, permitiéndole erigirse en mártir.


-Tan cierto es aquello –Intervino el autor- que yo, estando de acuerdo con el golpe, al saber de su muerte, fui abatido por mis primeras dudas. El enfrentamiento había sido ineludible, ¡Lo  sabíamos todos! Hinchada por la presión incontenida la caldera había reven tado; la exaltación superó a la razón y se alcanzó el temido punto de no retorno;
aburridos, y presos de una alarmante desidia, los líderes políticos aceptaban correr el riesgo, y todo se desencadenó, como cuando huyendo aterrados de un mal abrimos la primera puerta que encontramos, sin saber lo que nos deparará, porque al trasgredir el límite de nuestra razón, estamos dispuestos a enfrentar el desenlace que el destino nos proponga.


Enterrado en su anunciado fracaso, yacía el bien intencionado proyecto de Allende que, por incapacidad o agobio; encajonado por sus partidarios y sin ceder ante sus detractores; no pudo, o no quiso superar, y la fiesta acabó en una tragedia en que, finalmente las víctimas se confundieron con los victimarios. ¡Todos, excepto los responsables
que se las arreglan siempre para no formar parte de la lista ni de los unos ni de los otros, terminaron
padeciendo las consecuencias! Melancólico, el autor entrecerró los ojos y comenzó una narración:


Hace mucho tiempo, no recuerdo con exactitud la fecha, junto a mi mujer, vi una película sobre la epopeya de
Alejandra, una chica que, en Argentina, fue lanzada al mar por servicios de seguridad de la dictadura que en ese tiempo 
regía ese país.


Acongojados por la ignominia presenciada, en un clima enrarecido por la impotencia del dolor, aún a oscuras, al levantarnos del asiento para salir a la calle observé que la chica de una pareja cercana lloraba desconsolada. No
pude evitar abrazarla intensamente. Ella respondió a mi abrazo y nuestras lágrimas se confundieron ante la mirada
comprensiva de nuestras parejas. Nos separamos antes de que se encendieran las luces y abandonamos la sala en
distintas direcciones por lo que no llegué a conocerla más que a través de la silueta de sus formas.


Nuestro abrazo –Acto de amor inocente eíntimo- fue la espontánea expresión de ternura de dos
individuos llevados al extremo que, ante el oscuro trance presenciado, se aferran indefensos, en un desesperado intento
por buscar la redención de nuestra feble condición humana.


La habitación se hundió en un pastoso silencio y luego de un rato, Marcial se levantó; casi
levitando sobre la alfombra se deslizó hasta el mueble, cogió una botella de vino y llenó tres copas
que sirvió frente a cada uno de ellos. Solo entonces, Simón osó reiniciar el diálogo:


-Constructivo era el proyecto de Allende, esperanza del postergado, pero vil, el ser humano lo
indujo al desastre.


-Constructivo fue el gobierno de Pinochet, que recuperó valores y creó un modelo
económico heredado por la siguiente generación.


-Oírlos, recrudece mi conflicto, desparraman ideas que no comparto, pero que tampoco puedo omitir. La niebla de la mañana se disipa con la acción del sol; la ficción es niebla del autor que no deja volar con libertad las ideas de su personaje. No voy a usar sus ideas, ni voy a refugiarme en ustedes para decir lo que pienso, pero… me angustia citar la
historia para reabrir heridas o avivar cenizas que se apagan, la historia debe ser usada para...


-¿Y olvidar al genocida? –Interrumpió Simón, y respondió Marcial. -Fui con el tiempo, opositor al régimen,
pero… un genocida perpetra actos que buscan aniquilar a un grupo. Algo de razón tienes pero, la
intervención militar no tuvo ese objetivo. ¡Exageras! 


Si comparas nuestra dictadura con la vecina, en proporción, las víctimas fueron menos, pero se la
recuerda más ¡Siempre aquello ha llamado mi atención!


-¿Por haber más muertos en Argentina, es Pinochet menos genocida que Videla y sus secuaces?


-Lo imperdonable es que aquí se atacó al comunismo -Sentenció Marcial.
-Los hombres –Dijo el autor- son juzgados en lo inmediato con severidad que el tiempo cubre con benevolencia. En el espejo del pasado, nos reconocemos en el reflejo del hombre antecesor, porque la conducta del de ayer, no difiere
de la conducta del hombre de hoy.