Oh I'm just counting

Alma. Por Jorge Orellana Lavanderos escritor y maratonista

En estos días difíciles: ¡Cuánto te he extrañado amigo! ¡Cómo te he echado de menos! Algo, sin embargo, que inequívocamente reconozco como tuyo, pulula, y se estremece impreciso, con infalible ambigüedad. ¡Algo que te pertenece! ¿Será tu alma que mantiene presencia a mi lado?

Alguien racional, por quien siento gran respeto, sostiene sin embargo, con plena convicción y expresión burlona, que el alma no existe, pues aquel concepto – reitera, se asocia a creencias religiosas que las iglesias han usado para mantener conforme al individuo en torno a una cierta armonía social, pero en realidad, lo único que existe es el conocimiento, lo demás son supersticiones y la eterna insatisfacción del hombre por obtener respuestas a través de la creación de diversas formas de dioses.

Sin discrepar de su agnosticismo, es decir, descartando el origen religioso que pueda imputarse al término alma y aceptando que con la muerte acaba todo para un hombre; y aun reconociendo que en cierta filosofía para referirse a alma se recurre a la palabra mente, me gusta la interpretación de que el alma es distinta del cuerpo y que puede desplazarse, saliendo e ingresando en él, sin identificarse con éste, y que aprisionado al interior de tal reducto, incide en la acción que mueve la conducta de un individuo, cuya contemplación y pureza, le permitirá descomprimir la presión que el alma ha impuesto en su cuerpo, liberándola.        

Vivo semanas lentas; mucha gente en vacaciones, algo extraño en un país con tantos derechos sociales pendientes; agobio constante de la amenaza de fuerzas opuestas que avanzan como si quisieran enfrentarse, aceptando aquello como una sentencia ineludible; materias pendientes en lo laboral, que no tengo dudas, tu desplante e inquietud hubieran resuelto con facilidad.

Entonces…, después del trote, me he acordado de ti, del amigo entrañable, del que no estaba siempre, pero estaba en el momento preciso, cuando se requería su palabra, su comentario, su consejo o su apoyo. Y mientras, disminuido por el esfuerzo realizado el clarinete me anuncia la obertura de Wagner y el camino de Tannhäuser hacia la redención en el amor, la música me conmueve, y me arroja escenas de nuestra despedida.

Una tarde como la de hoy, calurosa a rabiar, tu madre, sumida en el dolor de su digna fortaleza, observaba con asombro nuestra despedida. Ambos sabíamos que no volveríamos a vernos. Tú te quejabas pidiendo con firme resolución el final del martirio, acongojado, besé tu frente y me marché, cargando el dolor de lo incomprensible. ¡Tan injusto! Y me dirigí a trotar buscando refugio en las calles por las que alguna vez trotamos juntos, atados a una cuerda la última vez, porque ya no distinguías la senda, y recordé cuando al interior de la iglesia de aquel pueblo español, se me heló el corazón cuando me preguntaste: ¿Por qué a mí? Y no pude responder… A mi llegada de ese trote, mientras te esforzabas por superar los dolores de la muerte traicionera, la audición de la obertura y algo investido de mucha vaguedad, me permitió entender algo de la ignominia inexplicable. Y cada vez que me haces falta, la magia de la música me devuelve una vez más la esencia que flota en mi habitación y que yo defino como tu alma.

El sol a baja altura, insinúa una amable estampa por sobre los tejados de la casas, se cuela por entre los árboles que despiden destellos coloridos del reflejo de sus hojas, y al fondo, por la levedad de la neblina de la noche que aún no acaba de evadirse, los cerros lucen rasgos imprecisos en sus bordes, y como un vaho que sube del río, una brisa fresca llega hasta la calle para saludar a los grupos de corredores que con su esfuerzo rinden tributo a la espléndida mañana, y yo, solitario, me aíslo por las calles para liberar las ideas que han tomado posesión de mi alma.

A mi llegada a Santiago percibí la amarga sensación de enfrentarme a una ciudad enorme y sufrí con ello la pérdida de algo que en su melancolía me otorgaba placer. Ante mi desazón, escuché a alguien decir que Ñuñoa era una Comuna que conservaba un alma sureña y con el tiempo fui a vivir allí y logré rescatar ese inolvidable ambiente, aunque fue por poco tiempo, ya que el crecimiento avasallador terminó por cambiarle el alma. Constaté así que las ciudades poseen alma, algo que las distingue, fácil de descubrir al visitarlas o habitarlas. Después de recorrer algunas ciudades por el mundo, creo confirmar que cada ciudad tiene un alma propia. Por ejemplo: ¡Cómo difieren las almas de Estambul y Viena!

Mientras continúo mi trote por calles pavimentadas con vista a la ciudad y dispersas entre cerros. – Me pregunto – ¿Con qué afán? - y voy pensando en un grupo de chat al que pertenezco y en el que participamos compañeros de colegio egresados el año 1970, año histórico que marcó el inicio del Gobierno Socialista, en que el mundo - con distinto interés pero con mucha atención - volcó su mirada hacia nuestro país. Todos quienes formamos este grupo de chat vivimos con esperanza o congoja - que en ambos casos acabó en angustia - el doloroso proceso de la Unidad Popular. Su vivencia y el paso de cincuenta años, asentó en nosotros una opinión que no cambiará una sesgada imagen subida al chat, en general fuera de contexto, con el mezquino afán de validar un argumento. ¡Como si fuera malo pensar distinto! Nuestro chat se fortalece cada vez que se integra alguien y disminuye cuando uno se aleja. Nació para celebrar - con independencia de nuestras ideas - los cincuenta años transcurridos desde nuestra fraterna convivencia de internos, y nuestras diferencias, serán dirimidas cuando el país lo requiera, siempre con los procedimientos democráticos inspirados en esas nobles aulas… ¡Le cambian el alma al chat! Y… ¡Abruma mis días pensar que una soterrada indolencia nos impone un camino aciago, de frágil y predecible destino! 

Viernes pasado: La joven se prepara, viste diferente y saldrá de la oficina más temprano, con ojos brillantes de ilusión, cuenta que, como cada viernes, acudirá a una marcha pacífica en Plaza Dignidad, y lo hará hasta que las cosas cambien. Al día siguiente, un diario indica que a pocos pasos de la plaza, con rostro descubierto, del orden de diez individuos han quemado el Café Literario, y la consecuencia es que se ha perdido un espacio cultural y además, los diez mil libros que contenía, y no tengo dudas de que algo del alma de la ciudad se ha esfumado con la barbarie de esa destrucción, y tal vez ha sido eso lo que me ha llevado a añorarte, porque fuiste un arquitecto que sabía encauzar a un constructor.         

Llego al final de mi trote, vulnerado ante el esfuerzo mi cuerpo se enfría, me sumerjo en la cuba caliente… No puedo probar la existencia del alma, y como en tantos otros casos me resguardo en la intuición para asegurar su existencia, y solo concluyo que el equilibrio integral en un ser humano se alcanza con la armonía de las tres poderosas fuerzas que nos rigen: cuerpo - mente - alma.

Es el alma quien una vez más, nos ha permitido reencontrarnos - cavilo y en mi lamento por tu prematura despedida, te dedico este verso de la Elegía de Miguel Hernández, que leímos juntos, esa vez en Orihuela, frente a la tumba de Ramón Sijé.

 

                          Temprano levantó la muerte el vuelo,

                          Temprano madrugó la madrugada…