- La buena poesía, al convivir en ella la sensibilidad y, la sabiduría extraída de la acción de vivir, ofrece respuestas a la crisis porque, apoyándose en la experiencia y el conocimiento, enciende la ruta del hombre. A veces, sin embargo, poetas que llevados por su emoción escribieron reveladores poemas, escrutaron de tal forma el alma humana que, alucinados, se vieron atrapados en profundos pozos depresivos que en algunos casos jamás pudieron superar… ¡Hay que cuidarse entonces!- concluyó, con voz falseada por la mascarilla – y exigir a la poesía su real propósito: satisfacer la urgencia de un poeta por vaciar el contenido de su alma y, servir al lector, quien, extrayendo el néctar de su esencia, debe eludir enmarañarse en sus redes de desesperanza y abatimiento.
-¿A qué viene ese comentario tan amargo? - replicó el amigo, atendiéndolo divertido.
- Se debe a qué, intentando vislumbrar el atormentado período por el que atravesamos, indagué por respuestas en el Dante y en la Misa de Mozart. Con los días, la lectura de la Divina Comedia y la audición del Requiem, me fueron internando en una travesía de irreversible melancolía. Padecí la pesadilla de flotar en una atmósfera exenta de gravedad, y sin fuerzas para oponerme, quedaba paralizado, con el resto de mis facultades intactas pero sin movimiento. Asustado, al despertar me pareció interpretar el mensaje de mi sueño…
- ¡Claro! La música exacerba el ánimo y nos provee de audacia. Al ir a la guerra, los soldados lo hacen entonando alegres marchas, pero al despedir a un camarada, se acompañan de nostálgicas canciones. Igual que la música la lectura nos deriva hacia variados estados de ánimo.
- ¡Maravilloso y peligroso es el mundo de la lectura! –reflexionó. Prefiero un analfabeto que no hace daño, a alguien que aplica el sesgo de la lectura para discriminar ideas acunadas en otros pensamientos.
Guardó silencio y observó que difusa, la bruma envolvía las formas de la tarde, y le pareció que con acogedor consuelo, sitiaba y sanaba los vicios que habían movido los actos del hombre – caviló, y preguntó a su amigo de improviso: ¡¿Qué es lo que te angustia tanto?!
- Tal vez – dudó el otro, sea mi falta de comprensión o mi desconfianza en la fórmula del hombre emergente que con desbocada pasión, dueño de la verdad e incapaz de vencer su naturaleza, se deja embaucar por el arrebato de la turba y en irracional conducta, busca la destrucción de lo fundacional, sin plantear una propuesta coherente para su reconstrucción. ¡Ignorantes, llevando un barco ebrio al puerto de las miserias!
Camuflados por la bruma, dos hombres se instalaron en la banca aledaña. Sus rasgos se difumaban tras el velo de la niebla, pero sus voces, nítidas, indicaron a los amigos que sus edades eran distantes.
- Hace muchos años – dijo el mayor - mi jefe, de buena fe, me ofreció dos opciones: Te subo el sueldo o; lo mantienes y yo pago tus imposiciones. Para mí, el mayor costo será igual. Sin dudarlo, opté por la propuesta de mejorar en lo inmediato. Yo era joven, y el tiempo de jubilar se veía tan lejano. Pero aquí estoy, jubilado. El tiempo pasa más rápido de lo esperado. ¡Piensa bien lo que harás! Porque yo, me arrepiento ahora.
- ¡Haría lo que tú hiciste! Antes que me lo expropien, retiraría lo acumulado y con el capital iniciaría mi propio negocio. Sería independiente y con las utilidades alcanzaría una confortable vejez.
- ¡Claro! - respondió con voz sonora y baja para no ser oído - el joven repite los errores del viejo ¡Es el ciclo de la vida que nunca cambia! Porque el joven posee la audacia que, muertos los sueños, ceden en el viejo, a la prudencia.
¡Río turbulento! ¡Plácido remanso!
-Es verdad lo que dices y lo acepto como una consecuencia de la acción del hombre, impulsivo en su juventud y reflexivo en su vejez, pero no dejo de experimentar tristeza al oír al Presidente del Banco Central - alguien que sufrió suspicacias de la derecha y posee la certeza del conocimiento - asegurar que el retiro del cien por ciento de los fondos de pensión tendría devastadoras consecuencias en la economía, y lo más grave, representaría un retroceso de cien años en el desarrollo de la seguridad social.
Una campanada remeció el aire de la tarde que entraba en la penumbra y agitado, el mayor se puso de pie e instó a su joven compañero.
-Vamos ¡Es la hora! – dijo, y al pasar ambos por delante de los amigos que los vieron alejarse, lo escucharon por última vez.
- Lo que no puedo entender es que 34 de los Constituyentes elegidos, que representan la vocería de los pueblos, declare su intención de no someterse a las reglas de la convención…
Sin alcanzar a oír más, los amigos, curiosos, continuaron conjeturando.
-El proceso constituyente tiene la legitimidad de la ciudadanía, y establece que las normas deben ser aprobadas por los dos tercios, así, las reglas gozarán de estabilidad, pues la Constitución, por sobre todo, debe ser un ente garante de armonía.
- ¡Claro! Mientras no se apruebe la nueva Constitución, debe respetarse el reglamento vigente que, naturalmente, emana de la actual. Alterarlo, es potestad del Congreso y no de la Constituyente, que no tiene esa facultad.
- El desprecio a la regla hace que pierda el desvalido, mientras que su respeto, es condición ineludible para un cambio estable y duradero.
- ¿Qué esperarán lo jóvenes de la nueva Constitución? ¿Será lo mismo que esperamos los viejos?
- No lo sé, por lo menos ha servido para alcanzar la paridad de género.
- ¡Esa es una discriminación! Positiva, pero tan repudiable como eso de la “sana envidia”. El mejor para un cargo siempre es quien tiene más méritos, independiente a su sexo o cualquier otra condición que nos diferencie. El desafío es crear una sociedad con iguales oportunidades. ¡No al revés!
Aterrado, un pequeño roedor pasó veloz, seguido de un siniestro gato. Todo hizo pensar en un feroz desenlace, pero coincidente con el inicio de una serie de ocho campanadas, apareció un enorme mastín. El ratón detuvo la marcha y entabló un dialogo con el perro, mientras los amigos vieron que, despavorido, el gato corría en dirección contraria. Ambos se relajaron, y uno de ellos comentó.
-El ratón escapó del gato, pero no teme transar con el perro, eso es política, o en eso se convirtió. ¿Qué pasará mañana en la elección de Gobernadores? Votaré por el candidato con valores más cercanos a los míos. Con ese acto, eludiendo ciertos preceptos, emborracharé mi esencia.
- Es verdad, las fuerzas antagónicas que por 30 años disputaron el poder, saben que sus diferencias fueron solo matices y que enfrentarán ahora una fuerza rupturista que, en su lucha contra ambas, no hará distingos.
- Como gatos que, indistintamente, luchan contra el perro o el ratón…
- ¡Vámonos! Se hizo tarde y mañana quiero votar temprano.
Esa noche, contemplando desde su lecho el cielo poblado de astros, uno de ellos, pidió a Dios que apuntale a su candidato ¡Qué descaro! – determinó luego ¡Dirigir a Dios! El fulgor de las estrellas lo indujo a recuperar su humildad, rezó un Padre Nuestro y luego de pedirle por el triunfo de quien asegure una mejor gestión al país se durmió en paz.