Oh I'm just counting

Campanadas. Por Jorge Orellana Lavanderos, escritor y maratonista. (Segunda parte)

Lectura de foto. El elector participa cuando su voto es considerado

Hubo elecciones y el país reaccionó sorprendido ante los resultados que, cambiaron el mapa político de manera inesperada. Conmocionados y deseosos de explayarse, coincidieron nuevamente los amigos. El escaño que habían ocupado se hallaba sembrado con hojas pigmentadas de otoñal tristeza que, con sus anudadas manos, los viejos retiraron con esmerada delicadeza, justo cuando desde la iglesia, cuatro campanadas desafiaron la languidez del instante.

- Preocupado quedé – dijo uno, mirando ambiguo al horizonte, con el saldo de la elección, y no me puedo quitar de la cabeza la impresión de que iniciamos un proceso irreversible que, me temo, estará contaminado con sueños insustanciales. Así es como los llamo porque me recuerdan la época universitaria ¡Tan llena de sueños incumplidos! 

- Se perfectamente del tiempo al que te refieres, pero esto es diferente, no te confundas, terminarás abatido.

- Hubo un par de fuerzas políticas – continuó el primero – que, dirigidos por unos y contra la férrea oposición de los otros; algo imprescindible en democracia; gobernaron el país por treinta años y desde su perspectiva tuvieron éxito porque, junto con devolver el alma a la nación, redujeron la pobreza, y sintieron que: ¡Habían cumplido lo que habían prometido!

- ¡Pero fallaron! – le interpeló el segundo, pues no corrigieron los males que en educación habían heredado ¡Algo difícil! Cuando las propias autoridades optaron por mandar a sus hijos a colegios particulares; y… ¡Volvieron a fallar! Cuando aceptaron distintos tipos de salud para los ciudadanos; y… ¡Otra vez fallaron! Cuando agredieron la dignidad de ciudadanos honestos al condenar a los viejos a recibir pensiones miserables.

- Es verdad que esas reformas debieron impulsarse a tiempo y no esperar a que la represa cediera – aceptó con resignación el primero.

- La negación a eso, querido amigo, estuvo en la arrogancia del sistema que, se representó por los dos grandes bloques que aparentaron pensar distinto pero en la práctica superaron sus leves discrepancias, beneficiándose. Y así lo percibió la ciudadanía que, defraudada, acusó el engaño.

-¿Me estás diciendo que los conglomerados que, por largos años sumaron el noventa por ciento de la votación, timaron al pueblo?

- ¡Te digo que se acomodaron! Hicieron de la política su forma de vida y en detestable propósito, se sirvieron de ella, sin cumplir el objetivo de dedicar su ejercicio al servicio de la comunidad.

- Pero el lector los legitimó, al votar por ellos libremente.

- La gente los votó, porque ellos mismos se encargaron de negarles otra opción y salvo honrosas excepciones, la continuidad de legisladores en el Parlamento degradó el sistema, más aún, cuando las cúpulas de los Partidos Políticos adquirieron el control, nominando a los postulantes al Congreso que, el ciudadano, de acuerdo a su preferencia por uno u otro bloque, solo pudo ratificar.

- ¡Correcto! Tienes razón – reaccionó el otro, despojándose de su letargo, y en ese escenario, decepcionados los electores, de habitual entusiasmo por acudir a votar, se ausentaron al descubrir la comparsa de que estaban siendo parte.

Un gato que caminaba furtivo corrió despavorido cuando lo sorprendió el primer campanazo de los cuatro que lo procedieron, mientras un velo de bruma se extendió piadoso por la acompasada tarde.

- Como solución – continuó el mismo, en vez de estimular la concurrencia a votar con la adopción de buenas prácticas, alguien propuso: para elevar las tasas de votación hay que legislar y volver al voto obligatorio. Y con autoritarismo remató: ¡Que cumplan con su deber cívico!       

- El país había marchado a un ritmo lento – argumentó el otro, pero lo había hecho a un ritmo sostenido y, confiados congresistas, inamovibles en sus puestos por las normas que aprobaron, retozaron al arrumaco del poder, perdieron creatividad y desaprovecharon la riqueza ganada, sin legislar en favor de mitigar la desigualdad.

- ¡Ahí vino el estallido! – replicó el otro embobado.

 - Sí, pero hay más culpas, porque, cuando en los partidos germinaron voces que alertaron sobre el panorama que se avecinaba, proponiendo cambios sociales, sus demandas no fueron atendidas, recibiendo a cambio una respuesta brutal de la cúpula; y ante la necesidad de expresarse, sin cabida en sus partidos, emigraron para formar otras tiendas.

- Acuérdate de ese gran partido político al que quisimos adscribir ¡Cómo se degradó y redujo a una expresión de vulgaridad! ¡Qué vergüenza! – de seguro, habríamos estado entre los renunciados.

- El sistema neoliberal… insinuó, pero no alcanzó a exponer su idea, porque el otro lo atacó furibundo.

-¡Córtala con esa expresión! Llama al sistema económico como te parezca, pero por favor no prescindas de la economía, porque un conglomerado político que aspira a dirigir un país no puede omitirla, la requerirá para impulsar la creatividad de sus emprendedores y promover, con apoyo del estado, su incentivo. Debe además, jerarquizar las exportaciones, pues son útiles para ampliar las reservas del país. Pero lo más importante, es hacer que cada cual se esmere para producir en beneficio del resto. ¡No hay mejor forma de expresar la solidaridad en una sociedad! El trabajo, como impulso de la feliz realización de un hombre inserto en el desarrollo de su país. ¡No importa como llames a ese sistema económico! Importa que se asocie estas ideas a nuestra peculiar realidad e idiosincrasia, porque ¿De otra forma? ¿Cómo satisfacer lo que con justicia se demanda?

El triste ulular de una sirena lejana fue interrumpido por el marcial golpe de la campana y ambos sonidos, insinuaron una voz de melancolía.  

- ¿Cómo adivinar las intenciones de los ganadores? A veces, el ganador cree que su triunfo es consecuencia de anteriores méritos, como un tenista que, fruto de un trabajo arduo alcanza el éxito, pero a diferencia, en elecciones, el triunfo refleja las expectativas que los electores ponen en el ganador, quien, más que festejar su conquista, como puede caber al tenista, tiene que satisfacer las aspiraciones ciudadanas.

- Bien complejo el panorama – meditó el otro. Estamos en presencia de algo histórico. Dudo si se traducirá en un avance o tendrá un ruinoso desenlace. ¡Pero será histórico! Tenemos que seguir conversando.

Cánticos infantiles se sumaron a la tibieza de la tarde y la esperanza de las voces que retornaban al barrio se esparció jubilosa por el alma de los amigos, opacando la alarma de una aislada campanada.

- En la niñez – le respondió, nos fascina descubrir el mundo diario y ver que se amplía con cada amanecer. En la adultez, la costumbre nos hace perder sorpresa ante acontecimientos conocidos, pero esta renace briosa con el misterio de la conducta humana. En la vejez, cuando no nos sorprende la naturaleza ni la actitud de los hombres, como caracoles, nos guarecemos al interior de nosotros mismos y aterrados, descubrimos desde ahí, el deterioro de nuestras facultades. ¡En eso se vuelca nuestra capacidad de asombro!  En atisbar impotentes nuestro irreversible proceso de degradación.