El 28 de enero de 1925, ocurrió el derrumbe del edificio de la Unidad Matriz de la Dirección General de Crédito Prendario, un hecho que se convirtió en uno de los episodios más trágicos de la historia de la institución. Esta catástrofe generó gran conmoción en la opinión pública de la época, desatando debates, investigaciones periciales y procesos judiciales para determinar las causas del colapso y sancionar a los responsables de la construcción del edificio, originalmente destinado a albergar la Caja de Crédito Popular.
Un día después del incidente, en el que cedieron las columnas principales que sostenían la estructura, fueron detenidos los directivos de Dyckerhoff & Widmann S.A., una prestigiosa empresa alemana encargada de la obra. Los asesores expertos del Gobierno, tras analizar los planos y encontrar que cumplían con las normativas, concluyeron que el colapso se debió a la baja calidad del concreto.
La mezcla, compuesta de cemento y arena sin lavar, causó la fatiga del material. Apenas dos años después de su construcción, el edificio ya presentaba serios problemas estructurales. Testigos afirmaron que, días antes del desastre, caían trozos de concreto de las columnas y cornisas. Debido a estos daños, un contratista y su equipo de trabajadores realizaron reparaciones hasta el día del colapso, perdiendo todos la vida en la tragedia.
En este centenario, se recuerda a las víctimas de aquel fatídico acontecimiento, entre quienes se encontraban funcionarios de la institución y ciudadanos que, afectados por la crisis económica de la época, acudían a La Tía Rica para empeñar sus pertenencias y satisfacer sus necesidades básicas.
En homenaje a ellos, una placa instalada en una de las paredes de la sede matriz en San Pablo conmemora los nombres de cinco de las víctimas, perpetuando la memoria de los colegas y ciudadanos que perdieron la vida en un suceso que sigue marcando la historia de la institución.