Oh I'm just counting

Coincidencia. Por Jorge Orellana Lavanderos escritor y maratonista. Parte II

Lectura de fotos:  Ninguno tuvo nunca un domicilio distinto al cité que sus familias habitaron

Por distintas razones, ambos resultaron triunfantes en las primarias; mientras Marcial, sin convicción, usó el voto para impedir que ganara el oponente a su candidato, Picantito votó por el mismo, solo que en su caso, lo hizo con la genuina certeza de que si éste, superando estas primarias, seguía escalando hasta ser Presidente, cumpliría su noble propósito con notable desempeño. 

Ninguno de ellos había tenido en la vida un domicilio distinto al cité de viviendas continuas en que sus familias habitaron desde siempre y aunque presenciaron alteraciones en el barrio, la percepción del cambio fue mayor en el viejo, pues las estuvo observando desde mediados del siglo pasado, cuando el barrio empezó a poblarse de edificios.

Ahora, en el ocaso de su vida, Marcial deambulaba apoyado en un bastón por la senda estrecha del cité y aguzaba la mirada para hurgar -como preguntando a los incandescentes jirones del ocaso del día- por el reflejo de tanto ardor consumido, y desaparecido tras la espesa bruma del tiempo.

Cuando la pandemia se llevó a su mujer, el doctor le dijo que su vida atlética lo había salvado, y él quiso responderle que no se había salvado porque, aunque siguió viviendo, lo hizo con el surco que, el dolor de su ausencia profundizaba cada día en su alma, pero calló y cuando paseaba solitario, sufría en esa omisión una deslealtad hacia ella.  

Cuando Picantito -cuyo verdadero nombre era Simón- nació, Marcial hacía rato que había dejado la juventud y con Mariana, envidiaron al matrimonio recién llegado, porque ellos no pudieron tener descendencia. Al poco tiempo sin embargo, la envidia cedió a la compasión, cuando una tarde - oscurecido ya, y se dijo que venía ebrio-, el padre de Picantito fue atropellado a una cuadra de su domicilio, y sin recuperar la conciencia, falleció días después, a la edad en que el niño daba sus primeros pasos.          

Fue curioso que la única conversación formal entre ellos, porque hasta ahí solo se habían dirigido la palabra, se produjo cuando Marcial lo acompañó al Banco. El extraño acercamiento lo motivó tal vez la imperiosa necesidad de afecto que hizo aflorar en el joven la semilla de un abuelo imaginario y… quiso ocuparse de la suerte de Marcial, y éste, añorando ser rescatado de su soledad, vio al nieto que, en la cadena de la vida, habría continuado al hijo que no tuvo. El misterioso don de la sensibilidad despertó entre ellos un irreductible nexo que uniría sus futuros inmediatos.    
El lunes que siguió, para comentar el resultado de las elecciones, el joven concurrió a la vivienda vecina.

-Vengo a celebrar nuestro triunfo- saludó con timidez.

-¡Bienvenido! Por alguna razón que no puedo explicar, te estaba esperando. Han dado las seis, es buena hora, tengo una botella que nos servirá para celebrar- invito el viejo, mientras el muchacho paseaba impertinente la vista por el cuarto, en el que todo parecía intacto, como si Mariana, desde algún lugar secreto, siguiera velando por su pulcritud y limpieza.

-¡Salud muchacho! ¿Qué te parece el escenario político que se armó?

-Nunca hubiera esperado tanta diferencia, ni en uno ni en otro sector- repuso Picantito, alzando la copa.  

-Es verdad ¿Quién se iba a imaginar estos resultados? Son apuestas que revelan la orfandad en que se debate la ciudadanía. ¿Recuerdas lo que hablamos? En un momento, la Presidenta del Senado, que hacía su tarea, tomó riesgo y aceptó negociar con el gobierno, y su acto, de ir contra la corriente, fue valorado y premiado por la ciudadanía, que la instaló como carta presidencial.

El ciudadano común determinó que sería una carrera corrida y anticipó su triunfo, sin embargo, en vez de arriesgarse otra vez y competir, ella esperó expectante el desarrollo de los acontecimientos, pensando que al votar el elector por el extremo le dejaría una amplia banda en el centro.

Habría tiempo luego para zafarse de la sombra: esa hostigadora presencia de la aspirante de centro izquierda que tan mal marcaba en las encuestas. Pero…, la ciudadanía pensó distinto, no cedería con tanta facilidad tamaño liderazgo, y rechazando los extremos, optó por el centro, estrechando el bastión en el que la Presidenta del Senado pretendía asilarse. Ahora…, requerirá de mucha sensatez para conseguir su ambición. 

-¡Como en la naturaleza!- dijo Simón, el que no se arriesga debe resignarse a las sobras y contemplar, desde la copa del árbol, como el que se arriesgó satisface su hambre. ¡Me gusta esa exigencia de la naturaleza!   

-¡Claro!- se enardeció el viejo, por efecto del alcohol o su complacencia ante la conclusión del joven. Reconozco que el candidato perdedor, que detesto, tuvo el mérito de hablar con honestidad y asumió el riesgo: se plantó, habló de frente, y dijo lo que pensaba, pero…, su discurso rupturista fue refutado, y alertado de aquello, se despojó del recato, puso reversa, se negó a debatir, y acentuó su rechazo. Es bueno el riesgo, pero su consecuencia ante una acción, solo puede superarla con éxito un verdadero líder.

-¡Es cierto!- gritó el muchacho. -El desprecio sanciona la cobardía de arriesgarse a ser rechazado… Mi falta de coraje me impidió abordarla y… ¡Cómo me desprecié! Pero salí adelante- rio sin convicción.

-No te culpes Picantito- y se detuvo antes de continuar. Por muy bien que bailes, no mereces que te diga así. Te llamaré por tu nombre: Simón. Eso sí, espero verte bailar un día porque yo me arrepentí de no haber aprendido nunca. Por cuarenta años Simón –continuó infidente Marcial- trabajé como un modesto funcionario en la administración pública y sin atreverme a tomar decisiones me mantuve en el mismo cargo y no sabes lo que me desprecié por mi falta de coraje. ¡El maldito temor a perder el trabajo! Como si el mundo no fuera un recipiente abarrotado de oportunidades.

En ocasiones envidiaba al que echaban y me preguntaba al descubrir que su fracaso lo había impulsado a luchar: ¿Cómo se puede probar que se sabe nadar si nadie te empuja al agua?    

-¡Como el gatito de un chalet!- rio Simón. ¡Sin perseguir nunca un ratón! Una cómoda vida sin riesgo que no pasa de ser una soberana lata.

-El riesgo- dijo el viejo, está representado por la oportunidad que tiembla oscilante frente a ti. Asumirla es opción del héroe. En política, el riesgo permanente es una obligación y sortearlo con éxito pavimenta el camino a la cúspide, porque guía hacia el imperceptible baluarte en que subyace la gloria, lugar al que todo buen político aspira a llegar.

-Con torpeza- agregó Simón, los candidatos se diferencian y se distancian, y tal vez la comunidad desea verlos unidos, desafiando proyectos comunes. Pronosticaban los agoreros que votaría la mitad de los que lo hicieron y como solución proponían instalar el voto obligatorio. ¡Ilusos!

-¡Cierto!- replicó el viejo. Los políticos son relevantes y aunque fallan, ¡Los partidos son importantes! Es peor condenarlos a la inexistencia, pues eso genera el peligroso surgimiento de caudillos populistas ¡Carente de ideas y equipos! Reniega de los partidos políticos el montonero que no reconoce la disciplina y que responde al impulso para satisfacer a la masa. Ignorante, no sabe frenarla ni guiarla, va adelante porque la circunstancia lo dispuso y descontrolado avanza empujado por la chusma, sin guiarla, porque desconoce la senda.  -¡Piensa Simón! Estás en la edad de aportar en un partido- y lo miró desafiante, pero el otro solo atinó a preguntarle.      

-¿Qué pasará el viernes? ¿Qué anunciará la Presidenta del Senado?

-Ah- Ese día, ella revelará si cuenta con verdaderos méritos para presidir el país.