Oh I'm just counting

Confinado. Por Jorge Orellana Lavanderos escritor y maratonisa

El antiguo esplendor pareció de vuelta en la vieja casa, cuando un rayo de luz incipiente que un gallardo sol introdujo por una ranura, se amplió - y como girasoles que el viento balancea en un campo silvestre - inundó las habitaciones con tibia luz de esperanza.
 
Los diversos inquilinos que habitaban la otrora aristocrática mansión - hoy venida a menos - se congregaron en el salón en que solían reunirse cuando eran sorprendidos por una buena nueva, como en tal ocasión, en que luego de tenerlos confinados entre los muros de la casa por tan largo tiempo, la autoridad había decretado que con exclusión del fin de semana, se podría gozar de la libertad de la calle, y un chorro de esperanza inundó el alma contrita en la casa del encierro, cuyo aire de distinción - algo que cuando se ha exhibido sin posturas jamás se pierde - renació refulgente.
 
Los residentes - de diversas edades y condición – estaban asilados a la casa en un régimen de pensión que les exigía el cumplimiento de reglas, y todos trabajaban en las cercanías de la residencia, a la que reconocían un aura de misterio, y ese día, escucharon expectantes el anuncio en la televisión que autorizaba el paso a la fase siguiente del confinamiento en la comuna que habitaban, que había sido en la ciudad, sometida al más prolongado período de cuarentena.
 
La señora, como llamaban a la casera - que los atendía con prolijidad, los regañaba con afecto, y era además la dueña de la casa heredada de una antigua fortuna - hizo que todos acudieran al salón para celebrar la noticia, y las doce personas, que con ella sumaban trece habitantes de distinto origen, edad y sexo, se reunieron a comentar el acontecimiento notable, que les confería libertad después de casi cinco meses de haber deambulado solo por las numerosas piezas de la casa, algo que además cada uno se esmeró en hacer cumplir a los otros, para evitar que el contagio del virus se introdujera en la casa.
En eso estaban cuando los alertó el inconfundible sonido de pasos en la planta superior, y sintieron que una sospechosa intriga se escurrió hasta sus almas al constatar que los trece moradores estaban presentes, pero cada uno se reservó el comentario.
 
Los pasos persistieron, resaltados por el silencio que reinaba en la calle, sin que se extinguiera el regocijo de los inquilinos, que absortos en la función a la que retornarían, olvidaron pronto los pasos, y transcurrió así, el primer día del anunció de la liberación, para la que faltaba aún tres días más, los últimos del claustro.
 
Con la llegada de la noche, en los días que vinieron, los ocupantes de la casa, sin que osaran comentarlo entre ellos, recibieron la visita de un pequeño ser misterioso, y cuya extraña silueta se mostraba siempre perfilada con nitidez contra la luz del alumbrado exterior, y que ofrecía el siguiente aspecto : desde su frente parcialmente calva, guindaban hacia ambos lados de su cabeza hirsutos mechones de pelo blanco, y sus diminutos ojos despedían, a través de su mirada irónica y desafiante, destellos de indecible sabiduría. De entre sus vivaces ojos nacía el abultado apéndice de su nariz que moría en una protuberante bola, y la cavidad de su boca, poblada de dientes dispersos, se extendía hasta el borde de las orejas, ocultas por el pelo, lo que confería sarcasmo a su mueca risueña. Nada en él, producía temor sin embargo, y en cambio, todo conducía a la cercanía, y era esa la sensación que provocaba en los residentes al abordarlos.
 
-El desasosiego por perder tu trabajo – Sorprendió una noche a un hombre maduro – es algo que procurarás vencer, pues aunque vendrán cambios que modificarán los procedimientos de tu empresa, posees la capacidad para asumirlos. ¡Aprenderás! Porque el aprendizaje se asocia al hombre, no a su edad. No habrá impedimento para hacerlo ¡Tú decidirás si vas a ser parte de esa nueva realidad! - Y se esfumó, sin que el hombre alcanzara a hacer comentarios.
 
-La calle no está infestada de adversarios - abordó a una chica joven. Debes ser cuidadosa, pero no debes temer al contacto con otros seres humanos, porque ellos complementan tu función en la vida, es frecuente que un proyecto individual conceda satisfacción a un hombre, pero los proyectos colectivos suelen traer complacencia a la humanidad – Y demudada, ella se durmió en paz.
 
-La vida no es fácil y te resta mucho por ver aún afuera – Se refirió con algo de fastidio a un señor de edad que se aprestaba a jubilar, y que acogió con curiosidad y sin resentimiento el consejo del duende. Cierto es que la tienes más difícil, pues la probabilidad de que tu salud colapse ante el virus es mayor a tu edad, pero debes agradecer tu vida prolífica y afortunada. Si hubieras nacido unos siglos antes, es casi seguro de que ya no vivirías – Y se evadió dejándole perplejo, en dulce contemplación de la luna.
 
-La angustia es algo que debes esmerarte en superar – Remeció en su pieza a un joven, que catalogado de enfermizo, se negaba a salir a la calle y se refugiaba en el tétrico encierro de su cuarto – Revolotean en tu espíritu ideales de nobleza, si los inhibes, perderás tu identidad. Tal vez sea hora de conocerte y hurgar en ti mismo, ¿Quién sabe? Quizás esta crisis ha llegado para anunciarte que es hora de incursionar en los prodigiosos tesoros que anidan en tu alma – Y se perdió en la noche como una estrella fugaz.
-No es bueno lo que piensan – Emplazó a una pareja residente desde hacía un tiempo en el lugar, nadie controla el mundo y desconocemos las fuerzas que lo formaron y las que lo harán desaparecer ¿Por qué no aceptar el regalo que recibieron y disfrutar la esencia de la vida, y su armonía con la naturaleza? Mi consejo es que tenerlo perpetuará vuestro amor. Y antes de irse susurró - No hablo de religión, me refiero al coraje de vivir.
 
-Has estado mucho tiempo encerrado y has tenido días demasiado quietos, has podido hacer cosas que no hacías al recalar en este remanso, pero el río de tu vida debe seguir su curso y tú has de volver a lo que eras para hacerlo mejor que antes – Fue un comentario que hizo a varios antes de salir como un búho, tragado por las sombras de la noche.
 
-Entiendo que te haya dejado atribulado – Fue algo que comentó a todos – la inoportuna declaración de un señor que dirige una gran organización. ¡No olvides que son solo palabras de un hombre! Tal vez ha tratado de alertar sobre un riesgo, y lo ha hecho sin la sensatez que debe acompañar a un líder de tal investidura. A ese que dice: “la vacuna puede no llegar nunca” ¿Le creerías si dijera que desde mañana el sol no saldrá y estaremos condenados a la oscuridad? ¡Crédulo! No existen tales certezas, y en caso de que ocurra alguna de ellos, solo nos resta confiar, como en todo aquello que no está en nuestras manos cambiar.
 
En las tres noches desde el anuncio, abordó a los inquilinos, y su visita siempre fue grata, y se iba sin dejar rastro, por lo que nadie lo comentó con el resto. Con insistencia, repitió que afuera, el énfasis está en lo colectivo, y que adentro, en la búsqueda en sí mismo, y recalcó que el confinamiento es eficaz solo si no nos transforma en caracoles.
 
El día del alzamiento del encierro, la casera adornó y preparó la mesa en el comedor, y temprano, concurrieron al desayuno, y la mujer se sorprendió de los rostros taciturnos que ofrecían los inquilinos en torno a la mesa, que sin embargo, ellos no pudieron advertir, pues solo observaron frente a cada puesto, la presencia de sendos y meditabundos caracoles.