Oh I'm just counting

Deshonestidad intelectual de la derecha chilena. Por Luciano Valle Acevedo. Analista político

Una parte de la derecha chilena, la más ligada a los poderes económicos y al gobierno, da muestras de una irritante deshonestidad intelectual que acompaña una actitud de impronta clasista indisimulada.
Así, como si no reparasen en el desprecio y menoscabo de las opiniones de quienes piensan distinto, o tengan divergencias, temporales, aunque sean de sus filas, emiten declaraciones que expresan una prepotencia más propia de una necia improvisación que de una expresión razonada de argumentos.
 
Algunas declaraciones recientes del ministro del interior, a contrapelo de los llamados presidenciales a evitar las descalificaciones, reflejan la disposición a que nos referimos. A propósito del proceso de reforma constitucional que permitirá que los cotizantes de las A F P, retiren un porcentaje de sus fondos acumulados, y de la discrepancias que se dan en las filas oficialistas, el señalado ministro manifestó “…espero que una vez que termine este debate, se retome y se recupere la racionalidad, el buen ánimo, el diálogo y la discusión sensata para poder hacer la reforma al sistema de pensiones”.
 
Atendiendo al “tenor literal” de lo expresado, y el alcance que se deriva, habrá que entender que, a juicio del ministro, los términos y el fondo del actual debate sobre los temas mencionados carecen de “racionalidad” y no son objeto de una “discusión sensata”.
 
Por supuesto Blumel, o quien sea, tiene todo el derecho a estar en desacuerdo y señalar que tal propuesta no sería, a juicio del gobierno, la más acertada. Pero no tiene derecho a descalificar a los oponentes, ni los términos en que se debaten, porque además, entre otras cosas, el mismo, como ministro, el gobierno y sus partidarios, participan de dicho debate con fervoroso compromiso.
 
Ninguna autoridad, ningún ministro, tampoco este, puede autoerigirse en posesión de los antecedentes para proferir juicios sentenciosos y mal intencionados, con el fin de estigmatizar como insensatos o irracionales, las ideas y los fundamentos esgrimidos por tantos y tantas chilenas y chilenos.
 
Afirmaciones como estas, o aquellas hechas en la Cámara cuando advertían de la posibilidad de que se desconociese el marco de acuerdo asumido respecto de las medidas económico sociales y de la reactivación o del propio proceso constitucional, solo contribuyen a evidenciar la ineptitud, el desconcierto del gobierno y la falta de aplomo de los ministros que las emiten.
 
En una dimensión menor, pero no menos expresiva de la deshonestidad que comentamos, se ubica la insistencia absurda de desprestigiar el quehacer y la calidad de la gestión parlamentaria, a propósito de los gestos de celebración de una diputada. Puede gustar o no, eso está sujeto a las subjetividades de cada uno, pero ello no es comparable ni por lejos con la actitud irresponsable y antidemocrática de una concejala que sugiere un “estallido militar”, refiriéndose a la situación política del país. Sobre esto no hay comentarios.
 
La deshonestidad intelectual de cierta derecha es más evidente en un contexto de desinhibición de sus intereses de clase, de su defensa del orden social y económico que intentan seguir imponiendo como forma normal, natural e irreemplazable de organización de la sociedad. Para dichos sectores y sus representantes en la política, como en este caso, el gobierno y algunos ministros, todo lo que cuestiona dicho orden es simplemente irracional e insensato.
 
Cuando la política abre espacios al cuestionamiento del modelo imperante, recurren a la depreciación y menoscabo de esta, y con ello de la democracia. A esos disvalores normativos obedece cierta derecha, y lo han demostrado una y mil veces. Por eso las incoherencias del gobierno, la impaciencia y desasosiego de algunos parlamentarios ante un proyecto que pone en jaque uno de los pilares, de su orden, que consiste en la organización del egoísmo, la competitividad implacable, el individualismo extremo y la jerarquización clasista.
 
Asistimos, sin dudas, a una situación en que aparecen más nítidos los relieves, causas y consecuencias de la estructura socio económica del país. Es una oportunidad para el momento didáctico de la política y por eso la derecha a que nos referimos apela a la distorsión, las consabidas campañas del terror y hasta el chantaje como herramienta discursiva. Es su manera de minar y empantanar el terreno.
 
Es también la demostración de estrechez para entender que asistimos a desafíos que demandan lógicas y enfoques que no pueden estar sujetos dogmáticamente al estrecho marco de las reglas económicas del monetarismo.
Frente a tales actitudes, las fuerzas democráticas del amplio arco del humanismo deben redoblar empeños para encauzar el debate político y la exposición de objetivos y fundamentos fuera y lejos de las formas y modalidades de la simple reyerta, el maniqueísmo o de la negación y descredito, en que buscan situarlo sectores de la derecha.
La fuerza de las ideas, su claridad y coherencia en la discusión y proyección de las mismas, son herramientas fundamentales para el impulso de la movilización ciudadana y para que se entienda que la brega por la superación del neoliberalismo no es un salto al vacío.
 
No caer en la trampa de la deshonestidad y oportunismo intelectual permitirá una mejor comprensión de la aspiración a unas relaciones sociales signadas por el valor de la cooperación, de una economía con mercados pero sin monopolios ni oligarquías financieras, en que no todo son mercancías ni objeto de lucro, de una organización social con una sólida estructura de protección social y de los derechos fundamentales. En definitiva de una vía hacia una cada vez mayor humanización de nuestra convivencia.
Se están dando pasos para ello.