La muerte del Papa Francisco el 21 de abril de 2025, a los 88 años, en su residencia de la Casa Santa Marta, ha conmocionado al mundo católico y ha puesto en marcha uno de los rituales más antiguos y fascinantes de la Iglesia: el cónclave papal. Este proceso, que reúne a los cardenales electores menores de 80 años en la Capilla Sixtina, está diseñado para elegir al nuevo líder de más de 1,300 millones de fieles.
Con 138 cardenales habilitados para votar, según las normas vigentes, el próximo Papa necesitará al menos 92 votos —dos tercios de la asamblea— para ser elegido. Entre los nombres que más suenan como posibles sucesores destacan dos italianos, Pietro Parolin y Matteo Zuppi, un filipino, Luis Antonio Tagle, y un guineano, Robert Sarah, cada uno con perfiles y visiones que podrían definir el futuro de la Iglesia.
El cónclave, cuyo inicio está programado dentro de los próximos 15 a 20 días tras los ritos funerarios, no solo es un evento espiritual, sino también un ejercicio de poder y estrategia. La diversidad de los candidatos refleja las tensiones internas entre las corrientes progresistas, que buscan preservar el legado de Francisco, y las conservadoras, que abogan por un retorno a la ortodoxia tradicional. Mientras las campanas de la Basílica de San Pedro tocan a muerto y el mundo observa, la Ciudad del Vaticano se convierte en el epicentro de especulaciones y debates sobre quién llevará las riendas de la Iglesia en esta era de desafíos globales.
Pietro Parolin, de 70 años, es el actual Secretario de Estado del Vaticano, un cargo que lo posiciona como el "primer ministro" de la Santa Sede. Nacido en Schiavon, Italia, en 1955, Parolin ha construido una carrera marcada por la diplomacia y la moderación. Ordenado sacerdote en 1980 y cardenal en 2014 por Francisco, ha sido clave en negociaciones históricas, como el acuerdo con China sobre el nombramiento de obispos en 2018, un tema controversial que dividió a la Iglesia. Su experiencia en la Curia Romana, donde ha servido desde 1986, lo convierte en una figura conocida y respetada entre los cardenales. Parolin es visto como un candidato de continuidad, capaz de mantener las reformas de Francisco sin caer en posturas extremas. Sin embargo, algunos críticos lo acusan de ser demasiado tibio, un "burócrata" que podría carecer de la carisma pastoral de su predecesor. Su italiano natal y su larga trayectoria en Roma podrían inclinar la balanza a su favor en un cónclave que tradicionalmente ha favorecido a europeos.
El segundo italiano en la lista es Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana desde 2022. Nacido en Roma en 1955, Zuppi, de 69 años, es un cardenal progresista con profundas raíces en la Comunidad de Sant'Egidio, un movimiento laico conocido por su trabajo en mediación de conflictos y ayuda a los pobres. Creado cardenal por Francisco en 2019, Zuppi ha destacado por su enfoque pastoral cercano y su compromiso con la justicia social, alineándose con la visión franciscana de una Iglesia más abierta. En 2023, el Papa lo envió como emisario de paz a Ucrania, un rol que fortaleció su perfil internacional. Aunque su estilo humilde y su énfasis en la reconciliación lo hacen atractivo para los reformistas, su falta de experiencia en la Curia y su progresismo podrían generar resistencia entre los sectores conservadores. Un Papa italiano como Zuppi rompería con la reciente tendencia de pontífices no europeos, pero su juventud relativa y su energía lo posicionan como una opción viable para un pontificado largo.
Luis Antonio Tagle, de 67 años, representa una posibilidad histórica: ser el primer Papa asiático. Nacido en Manila, Filipinas, en 1957, "Chito" Tagle es el pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, un puesto estratégico en la Santa Sede al que llegó en 2020 por designación de Francisco. Exarzobispo de Manila y cardenal desde 2012, Tagle es conocido por su carisma, su cercanía con los fieles y su teología progresista. Sus posturas inclusivas, como su defensa de una mayor acogida a las personas divorciadas y a la comunidad LGBTQ+, lo alinean con el legado de Francisco. Filipinas, con más de 80 millones de católicos, es un bastión de la fe en Asia, y la elección de Tagle simbolizaría la universalidad de la Iglesia que Francisco promovió al nombrar cardenales de periferias. Sin embargo, su juventud y su falta de experiencia curial podrían ser obstáculos, ya que algunos cardenales prefieren líderes con trayectorias más consolidadas. A pesar de ello, su popularidad y su capacidad para conectar con las masas lo convierten en un contendiente serio.
Desde África emerge Robert Sarah, de 79 años, como la voz del tradicionalismo. Nacido en Ourous, Guinea, en 1945, Sarah fue arzobispo de Conakry y prefecto emérito del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos hasta 2021. Creado cardenal por Benedicto XVI en 2010, Sarah ha sido un crítico abierto de las reformas de Francisco, defendiendo una Iglesia centrada en la liturgia tradicional y la doctrina estricta. Ha calificado la ideología de género como "luciferina" y se ha opuesto al fundamentalismo islámico, ganándose el apoyo del ala conservadora. Aunque su edad lo coloca al límite de los electores —cumplirá 80 en junio de 2025—, sigue siendo elegible y podría ser un candidato de transición para los tradicionalistas. La elección de un africano sería un hito, dado el crecimiento del catolicismo en el continente, pero su postura polarizante podría dificultar que alcance la mayoría requerida. Sarah representa un contraste radical con los otros candidatos, lo que hace su candidatura un símbolo de la lucha ideológica en el cónclave.
El cónclave comenzará tras los nueve días de novemdiales y las exequias de Francisco, que se celebrarán entre el 25 y el 27 de abril en la Basílica de San Pedro. Durante este período, el camarlengo, Kevin Joseph Farrell, gestionará la Sede Vacante, mientras los cardenales se reúnen en congregaciones generales para debatir el futuro de la Iglesia. Una vez encerrados en la Capilla Sixtina, bajo el grito de "extra omnes" (todos afuera), los electores votarán en rondas de hasta cuatro papeletas diarias. Si no se alcanza un acuerdo tras 33 votaciones, las reglas de Juan Pablo II permiten una mayoría absoluta, aunque Benedicto XVI reafirmó la necesidad de dos tercios. El humo negro señalará cada ronda sin éxito, hasta que el humo blanco y las campanas anuncien "Habemus Papam".
Los 135 cardenales electores —tras ajustes por edad al 21 de abril de 2025— reflejan la Iglesia global que Francisco moldeó: 55 europeos (18 italianos), 24 latinoamericanos, 22 africanos, 19 asiáticos y 15 norteamericanos. Esta diversidad asegura un cónclave impredecible, donde alianzas y negociaciones serán clave. Los italianos, con Parolin y Zuppi, podrían beneficiarse de su número y experiencia romana, mientras Tagle y Sarah aportan perspectivas externas que desafían el statu quo.
La elección dependerá de cómo los cardenales interpreten el legado de Francisco. Parolin y Tagle representan la continuidad de su visión progresista, con matices de moderación y carisma, respectivamente. Zuppi ofrece un puente entre reformistas y moderados, mientras Sarah apela a quienes buscan revertir las aperturas de los últimos 12 años. Otros nombres, como el húngaro Péter Erdő o el ghanés Peter Turkson, también circulan, pero los cuatro destacados dominan las quinielas. La historia sugiere que los cónclaves a menudo sorprenden —Francisco mismo fue un outsider en 2013—, y el resultado podría depender de factores imprevistos, como la salud de los electores o eventos globales.
El cónclave de 2025 se perfila como un punto de inflexión para la Iglesia Católica. Pietro Parolin ofrece estabilidad y experiencia, pero su perfil administrativo podría no inspirar a una Iglesia que necesita liderazgo carismático frente a la secularización y los escándalos. Matteo Zuppi, con su enfoque pastoral, tiene el potencial de unir facciones, aunque su progresismo podría alienar a los conservadores. Luis Antonio Tagle encarna la promesa de una Iglesia verdaderamente global, pero su juventud y falta de peso en la Curia podrían ser desventajas en un cónclave dominado por europeos. Robert Sarah, por su parte, apela a una minoría vocal, pero su edad y rigidez ideológica limitan sus posibilidades en un Colegio Cardenalicio diverso.