El 21 de noviembre tendremos la primera vuelta presidencial y pareciera –según estudio CEP- que los resultados son aún inciertos, producto que más del 60% de los encuestados no tiene aún una clara definición presidencial.
Esta indefinición puede deberse a múltiples factores: debilidad de los actuales candidatos, o al desconocimiento de la oferta programática o que el electorado toma sus opciones de voto cercano a las elecciones, revelando que sus decisiones son líquidas, que prefiere escuchar los debates televisivos y ver la perfomance de los candidatos en la corta campaña presidencial.
Estamos frente a un electorado desconfiado de las actuales élites, que en mayo votó preferentemente por actores políticos independiente para la Convención Constitucional, pero es claro que una porción de ese electorado puede haberse decepcionado en estos meses y está evaluando las opciones políticas en competencia.
No sabemos si en noviembre predominará el electorado joven menor de 40 años o en una situación sanitaria más controlada por la vacunación volverán a votar los mayores de 50 años, que disminuyeron su participación electoral en los eventos anteriores desde el plebiscito de octubre.
También quiere conocer las propuestas que están realizando las distintas candidaturas –que en el caso de los ganadores de la primaria legal- son nuevas ya que debieron negociar sus propuestas con las candidaturas perdedoras.
Entonces estamos frente a una nueva elección, con nuevos candidatas/os y no es una simple continuidad de la primaria legal donde votaron 3 millones de electores -para la primera vuelta se espera una participación electoral entre 7 a 8 millones de electores- ni tampoco es la continuidad de las preferencias mostradas el 15 y 16 de mayo pasado.
Es una elección abierta en su resultado final de quienes pasarán a la segunda vuelta presidencial y por tanto, será decisivo lo que las candidaturas muestren en esta corta campaña presidencial, especialmente en materia de debates televisivos, radiales y sectoriales.
Será una confrontación de ideas y programas sobre los distintos tópicos que preocupa a la ciudadanía, ya sea sobre la economía y que proponen para salir del estancamiento actual, sobre como enfrentaran el rebrote inflacionario, si habrá o no enfoque de género para recuperar los empleos, o como se logrará pacificar la situación de la Araucanía y como se dará espacio de participación a los pueblos originarios y se avanzará hacia un Estado plurinacional o como se enfrentará en los barrios la lucha contra el narcotráfico que tanto atemorizan a las familias; estas son algunas de las inquietudes ciudadanas que las candidaturas presidenciales deben responder y dibujar en sus planes de futuro.
Eso cambiará el tono del pobre debate presidencial actual marcado por querellas de bajo nivel si los candidatos/as tienen hijos o no, si tienen o no títulos profesionales, si hay o no cultura patriarcal que invisibiliza a la única candidata presidencial mujer, que si otra candidatura estaba o no habilitada para participar.
El país se merece un debate presidencial de mayor altura, en especial cuando el país ha señalado su intención de transformar el modelo de desarrollo social y económico; por tanto, espera que las opciones presidenciales muestren sus ideas, propuestas programáticas, que podrá realizarse en un período presidencial de 4 años. También la opinión pública podrá indagar sobre los equipos de profesionales que aportan a las distintas candidaturas, que líderes regionales y locales los apoyan en su campaña.
Este miércoles 22 comienza está inédita y corta campaña presidencial; estaremos 2 meses en debates televisivos, radiales y sectoriales, despliegue en terreno y al último con una franja televisiva con alto rating para conocer que ofrecen al país para el período 2022-2026. Ganará quien muestre un Liderazgo que genere confianza, empatía, credibilidad y capacidades de movilizar a un electorado que quiere cambios –que no quiere más de lo mismo-para el 21 de noviembre.
Esa batalla se da en diversos frentes, pero ninguno borra al otro; o sea las candidaturas deberán tener presencia en el territorio, pero también en las diversas redes sociales y también en los medios de comunicación masivos. Pero recordemos esa ciudadanía quiere mejorar su deteriorada calidad de vida de verdad y por eso importa la experiencia de dar buen gobierno y construir paz social.
Estos 2 meses serán entonces uno de los más interesantes de la historia democrática y es de esperar que se avance hacia una mejor democracia como anhelan las mayorías políticas y sociales del país.