Oh I'm just counting

El autor: Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

Rompiendo con impudicia la tradición republicana y sin respetar el más mínimo decoro, equivocadamente, el gobierno se ha comprometido con el apruebo -determinó el autor de esta historia- observando la inconfundible impronta de la tarde...

¡Tan sureña! Que en cualquier circunstancia jamás hubiera dejado de reconocer y, suspendido en ese instante, se retrajo a una etapa de su infancia arrobada en el placer de la melancolía.

Advirtió que la calma del mar sureño contrastaba con el urgente ascenso de la cuesta por hombres en regreso a casa; postreros rayos iluminaban las cumbres del oriente como si ardieran; en la altura, un pájaro, en destino incierto, luchaba con el viento; descansaba en el mar un barco que, con las luces del “Caleuche,” reflejaba un inalterado surco de luz en el agua, en el que se mezclaban sueños de marinos y de amantes.

La armonía de la tarde enfrentada al desbocado galope del hombre... La repetida imagen de infancia le impuso silencio, cautivado por la escena que sabía que, sin él, se repetiría en los mismos cincuenta años más.

Conmovido con sus conjeturas, de pronto, desde páginas virtuales del ordenador que descansaba sobre la mesa, aparecieron frente a él dos de los personajes de la novela en que trabajaba que, sin tomarlo en cuenta, iniciaron un diálogo en torno al debate que distraía al país.

-Aun cuando -dijo un visitante- en una consulta de este tipo el gobierno solo podía ganar, en este caso, se ha empeñado en perder.

-Explíquese mejor.

-Muy fácil. Al gobierno le corresponde cautelar el normal desarrollo de esta fiesta de la ciudadanía.

-¿Cuál fiesta?

-¡La fiesta de la elección! Toda elección es una fiesta silenciosa, y... ¿No son las fiestas silenciosas regocijo del alma? En solitario silencio en una elección un ciudadano expresa en libertad sus ideas, y el gobierno, solo debe procurar que lo haga sin presiones.

-¿Cree usted que ha habido presiones?

-No se debe tratar al pueblo como a un niño... el presidente convoca a una elección, pero confunde cuando determina que, de las dos opciones, una supera a la otra. Su pronunciamiento es imprudente porque él solo debe garantizar que cada ciudadano exprese libremente su voluntad, y asegurar que, ante cualquier resultado, el proceso continuará en unidad, hasta desembocar en una constitución que a partir del respaldo de la mayoría cuente con el sustento de todos.



-Se comprometió a que si gana el Apruebo hará modificaciones.



-Fue un error involucrarse. Voluntaria- mente, él entró en la menudencia, en vez de situarse en un observatorio privilegiado y desde ahí, cuando se requiriese su visión de estadista, emitir orientadoras señales.



-Pero él no puede renunciar a sus ideas políticas.

-Es verdad, pero al dirigir un país, el presidente debe abstraerse de su legítima posición partidista. Ciertos presidentes que conocen de aquello, al ser elegidos en el cargo, han renunciado a la militancia del partido en el que fueron elegidos.

Gobernar es una decorosa forma de anteponer a sus propias ideas, la unidad, en beneficio del pensamiento mayoritario del país. Sin renunciar a su doctrina política, al aplicarlas, debe tener la habilidad de que no se perciba en su acto el más mínimo sesgo en favor de sus adherentes y, sobre todo, actuar por el país.



-Pero no puede contemplar desde el olimpo, fue elegido con la ilusión de que lleve a cabo un programa.

-Efectivamente, se le exigirá cumplirlo, y el resultado del plebiscito no lo eximirá de esa obligación, ni siquiera la ocurrencia de un terremoto de gran magnitud lo salvaría de ese juicio que, persistirá en la demanda de la ciudadanía.

-Es su deber respetar la voz del pueblo.

-¿Cuál voz? La voz del pueblo, con legítimo derecho, como el péndulo del reloj que siempre registra el paso del tiempo pero que según su período se sitúa en uno u otro extremo, oscila, y los políticos suelen recurrir a esa expresión según sus propios intereses.

-¿A qué se refiere?

-A qué si gana el Rechazo, se debe aceptar que la voz del pueblo cambió y que en este plebiscito el pueblo está respondiendo a otra pregunta; sin perder de vista que por casi un ochenta por ciento la ciudadanía ya votó por una nueva



Constitución.

-¿Y no es verdad aquello?

-¡Claro que sí! Sin duda la ciudadanía pide otra constitución, pero no se puede desconocer que, para aprobarse, el borrador presentado por la asamblea constituyente debe obtener la mitad de la votación. Nadie puede arrogarse, antes de contar los votos, que la voz del pueblo ratificará esta constitución y que, si gana el rechazo, la nueva expresión de la voz ciudadana será mantener la actual constitución...



- Esa sería una feroz torpeza.

-También lo creo. Tan seguro estaba el mundo político de recalar en la constitución deseada que una derrota no estaba en la lógica de nadie, por lo que a nadie preocupó que la alternativa  del rechazo mantuviera la constitución vigente. ¡Así de grande fue la chambonada de este grupo de constituyentes! Partiendo con un ochenta por ciento, no garantizan hoy, alcanzar el cincuenta.

Han desperdiciado una oportunidad de oro y la historia se los demandará.

-En cualquier caso, habrá que reformar...

-Esa lectura es evidente, pero a los hombres nos gusta complicarnos la vida. Se ha creado un clima de confrontación y el día siguiente a la elección habrá un bando ganador y otro derrotado, y cuando eso ocurre, un país jamás gana, los países que ganan son aquellos en que al final del proceso todos terminan felices.

-No comparto su desolador pesimismo.

-No te equivoques, soy optimista del futuro, lo superaremos, pero te advierto que el período de sanación será lento y que esta trifulca dejará heridas que nos dañarán con largas secuelas... Si triunfa el Rechazo, por propia decisión, el presidente será el primer perdedor y condenará el resto de su mandato a la modificación de la actual constitución. Si gana el Apruebo, el presidente tampoco ganará porque deberá abocarse a impulsar su programa de gobierno, y al hacerlo, hallará en la oposición a aquellos que, heridos, querrán pasarle la cuenta...

-Ah -comentó irónico- menos mal que es optimista.

-Mi optimismo está en seguir creyéndole al hombre. Estos traspiés son necesarios y afectan a todas las sociedades, pero a mí se me acabó el miedo cuando entendí que cualquiera que sea el ganador del plebiscito, los triunfadores serán finalmente los mismos hombres dispuestos a iniciar un nuevo proyecto para hacer florecer el país.

La noche ha caído, las luces se han apoderado del reducto en que mora el hombre, y en las luces de los botes que flotan en el mar los sueños del hombre en vigilia no son distintos de los sueños del hombre dormido, y el autor, perdida las ruidosas voces de sus visitantes, en la soledad de la noche, recordó cuanto lo abrumaba la humillación de vivir en provincia y como su intenso deseo juvenil de cambiar la paz de la aldea infantil por el anhelado infierno citadino, se había revertido ahora en el obligado camino de vuelta que la vejez le imponía.

Es todo tan simple en la confrontación de los hombres -concluyó antes de ir a dormir- pero un escritor debe contribuir a conciliar el proyecto común que sea aceptado por ganadores y perdedores ¿O corresponde eso a la postura de un idealista que prefiere no abanderizarse?