El Papa Francisco ha cortado por lo sano las provocaciones del obispo Joseph E. Strickland, y le ha apartado del gobierno de la diócesis de Tyler, (EE.UU.), después de solicitarle sin éxito que renunciara. Desde que en mayo el obispo insinuó en redes sociales que el pontífice es un hereje, la situación se ha hecho insostenible. «El Papa Francisco es el Papa, pero es el momento de que yo diga que rechazo su programa que está socavando el depósito de la Fe», escribió entonces en la red 'X', antigua Twitter.
«El Santo Padre ha relevado a monseñor Joseph E. Strickland del gobierno pastoral de la diócesis y ha nombrado a monseñor Joe Vásquez, obispo de Austin, administrador apostólico», ha anunciado el portavoz del Vaticano a mediodía de este sábado.
Joseph E. Strickland, de 65 años, sigue siendo obispo, pero no tiene asignada ninguna diócesis. Es la segunda vez en lo que va de pontificado que el Papa Francisco decide retirar a un obispo, sin que éste haya presentado la renuncia, que es la práctica habitual.
Alineado contra el Papa
Entre los gestos sorprendentes de Strickland está su discurso en 2020 en una manifestación en defensa de Donald Trump y en protesta contra el supuesto «fraude electoral» de Joe Biden. Pero Francisco no ha tomado la decisión por las opiniones públicas del obispo, sino por la dificultad que provoca entre católicos de a pie que su obispo se alinee abiertamente contra el Papa.
A muchos católicos sorprendía la actitud beligerante de Tyler, que contrasta con su piedad y ortodoxia doctrinal. La lista de excentricidades es larga. Por ejemplo, en una ocasión retuiteó un vídeo que presentaba al Papa como un payaso. También ha publicado artículos críticos con el Sínodo sobre la sinodalidad, la gran apuesta del pontificado del Papa Francisco. En agosto aseguró que el sínodo le parecía «cismático». «Caigamos de rodillas en humilde reparación y arrepentimiento por las blasfemias que emanan de Roma», escribió en 'X' horas antes de la apertura del sínodo.
La explicación oficial sobre esta medida la ha aportado el cardenal Daniel DiNardo, que supervisaba sus actividades como arzobispo metropolitano. «En junio de este año, el Santo Padre ordenó que se realizara una 'Visita Apostólica' a la Diócesis de Tyler, en Texas», reconstruye el cardenal. Una «visita apostólica» es una investigación interna realizada por orden y en nombre del Papa, cuyos resultados sólo se entregan al pontífice.
En este caso, los dos enviados por Francisco «llevaron a cabo una investigación exhaustiva del gobierno y liderazgo del obispo Joseph Strickland». «Como resultado, la conclusión enviada al Papa era que había dejado de ser viable la permanencia del obispo en el cargo», añade DiNardo.
El Papa decidió tomarse unos meses para reflexionar sobre la decisión, y finalmente optó por «solicitar la renuncia del obispo Strickland».
Según DiNardo, «presentada dicha petición el 9 de noviembre de 2023, el obispo declinó dimitir», como él mismo había avisado hace semanas, cuando la decisión del Papa se hizo inevitable. «El 11 de noviembre de 2023, el Santo Padre lo destituyó del cargo de obispo de Tyler», concluye el cardenal.
Es muy poco frecuente que el Papa expulse a un obispo. Éstos renuncian a su cargo automáticamente cuando cumplen 75 años, y entonces el Papa puede solicitarles una prórroga o aceptar su dimisión. En el caso de obispos menores de 75 años que deban hacerse de lado en el gobierno de una diócesis ya sea por motivos de prudencia, irregularidades o incapacidad, lo habitual es que presenten su renuncia y el pontífice la acepte.
Benedicto XVI tomó una decisión parecida en 2011, cuando William Martin Morris, obispo de Toowoomba, en Australia, escribió una carta pastoral en defensa de la ordenación sacerdotal de mujeres y de hombres casados, texto que fue considerado como un desafío a Roma. Morris evitó al principio viajar a Roma para dar explicaciones, pero más adelante incluso se reunió con Benedicto, quien le solicitó que presentara la renuncia. Pero él se negó y el Papa lo expulsó.
En 2022, el Papa Francisco destituyó al obispo portorriqueño Daniel Fernández a causa de supuesta «falta de comunión» con el resto del episcopado, pues se había negado a firmar declaraciones conjuntas acordadas por el resto de los obispos del país. El representante del Papa le solicitó la renuncia, medida que Fernández consideró injusta.
Algo paralelo sucedió al cardenal alemán Gerhard Müller, quien cuando en 2017 concluyó su mandato como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no recibió ningún nuevo encargo a pesar de tener sólo 70 años.