Oh I'm just counting

Emplazamiento: Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista


Meditaban sobre la historia de Simón –yendo desde la desazón del viejo que atisbaba un porvenir brumoso y la del joven que en la especulación vislumbraba el hundimiento del país- cuando de pronto, apoyando el codo en el marco del ventanal que daba hacia el pasaje, se perfiló la silueta de un hombre que con al tener el sol atrás encubría sus rasgos.
-Buenas tardes -saludó cordial el visitante a los sorprendidos huéspedes que al oírlo reconocieron la voz de Orellana.
-Hola -se sobrepuso Marcial y con rudeza lo emplazó- me desanima el sentido pesimista que le estás imponiendo al texto.


-No es mi intención deprimirte -replicó a la defensiva, la contingencia, que se ha complejizado, determina aquel sesgo oscuro.


Simón, que observaba en abismal silencio, con resentimiento, recriminó también al autor: Sufro con el episodio que me ha tocado vivir. ¡Habría preferido que lo hubiera omitido!
Entendiendo el sentido de su queja, el autor le respondió: Los hombres, solo al enfrentar al dolor que nos provoca la acción de un ser querido, percibimos –en la clemencia o la obstinación- la dimensión de nuestro amor. Tu conflicto, entre tu orgullo herido y tu complaciente relación con Sayen te está quemando el alma. La lucha que se libra en tu corazón definirá el destino de tu amor.


Sería fácil –concluyó burlón, escribir una novela idílica, pero la realidad es confusa y mi esfuerzo está en descubrir lo que se agita en tu alma ¡Ese es el lugar que en el que me interesa hurgar!


-El hombre… con sus luces y sombras -intervino Marcial- Goya… y su época oscura, Marcel Proust… la felicidad es buena para el cuerpo, pero es la pena la que impulsa las fuerzas del espíritu ¿No brota lo mejor del hombre desde las entrañas de lo oscuro? ¡Qué difícil es cargar la esencia que domina al hombre! -añadió enigmático Marcial, mientras evasivo, el autor continuaba dirigiéndose a Simón.


-Cierto es que di vida al personaje que en la novela ocupas, y que anhelo que trasciendas. Para ello, sin embargo, debes elegir tu destino y tener la fuerza para liberarte de mí… ¡y superarme!...


Es bueno que visites al pastor ¿No te parece correcto tener su visión de los hechos para emitir un juicio justo o te basta con la información que posees? ¡Te exijo rigor y carácter!
-Develar el secreto del alma humana es un trabajo tan pretencioso como utópico ¿Está usted capacitado? -lo atacó Simón receloso.


-¿Cómo saberlo sin intentarlo? ¡Desnudas mis dudas! replicó perplejo el autor. Escribo para aprender de mis personajes y en sus padecimientos, descubro mis tribulaciones.
-¿No representan esos tormentos los padecimientos universales del hombre? ¿Son acaso diferentes las penas de amor de un campesino chino, a las del joven Werther? -intervino excitado Marcial.


-Descarnan ustedes mis límites y temores, y a mí, me enreda que mis textos se contaminen con el horroroso sesgo de la misericordia, que emerge de mis debilidades. Al escribir, me encariño con mis personajes, solo para comprobar que, en realidad, la realidad no es más que el espejo de la ficción…
En mi vida -siguió Orellana, he tenido la fortuna de hacer lo que he querido, y la de ir acompañado por seres maravillosos, pero siempre me ha rondado impertinente un misterio entrañable e indescifrable, y me temo que encontraré esa respuesta solo más allá de las fronteras de mi vida…
Debes visitar al pastor -concluyó después de meditar. ¡Te descubrirás! Conocerás la arcilla que te amolda; de otra forma, vivirás huyendo. No seré yo quien te dirija, tu historia ha de estar guiada por tus propias ideas, solo eso te permitirá gozar de la independencia que sitúa a un personaje por sobre su autor.


-¿Por qué habría de desear una vida propia? ¿No es más cómodo depender de mi creador? ¿Por qué me impulsas a ir más lejos?


-¡Porque esa es eterna aspiración del hombre! Ir más allá ¿Sabes por qué escribo? -le preguntó y se contestó-. Escribo para conocerme a través de mis personajes; escribo para desentrañar el misterio que anima el sentido de mi vida; escribo para encontrarme…, aunque me pase la vida como el perro que juega a pillarse la cola.


Como un hombre que no precisa del dinero para subsistir –siguió sosegado, para alcanzar su independencia -que significa no reverenciar a nadie- un escritor necesita apoyarse en la verdad, solo ahí subyacen sus anhelos de libertad, aunque esa ruta lo conduzca al aislamiento y lo condene a la más injusta soledad.


-El hombre -determinó Marcial- que reniega de su verdad, desmedra sus posibilidades de éxito. Un político, coincide con el de otra colectividad en el destino de progreso al que quiere guiar a su pueblo y, al actuar de buena fe, confía en que sus ideas son las adecuadas, pero…, el éxito le impide ver una verdad distinta. El ego lo envilece, porque impulsa su verdad más allá de su buena fe, hasta obnubilarlo.


-¡Claro! la pasión sesga su verdad. Los políticos juegan con cartas tapadas y ocultan sus veladas intenciones que solo revelan según los acontecimientos. Todo incompetente espera la ocasión propicia para dar el golpe artero y solo el noble, descubre sus intenciones desde siempre…


-Usted llena de ideas turbulentas nuestros cerebros.
-Nos usas para expresar tus ideas -lo acosó ahora Marcial.
-Nunca he querido tomar partido, porque al hacerlo, un escritor -igual que un estadista deja de serlo cuando le habla solo a una parcialidad- se degrada, y pierde su condición. ¡Quiero ser un escritor libre!


- Creo entender tus anhelos, pero… como individuo tendrás una opinión ¿Cuál es tu postura en este embrollo en que nos has metido?


-Nadie quiere perder -respondió con calma-, pero cuando ese riesgo existe, salvo los impulsivos, el resto acepta no ganar, y eso significa ceder para empatar. El presidente -en vez de impedir el enfrentamiento de su pueblo en un plebiscito binario- ha optado…


Si pierde su opción, perderá la oportunidad de “amarrar” con la derecha moderada, reformas a la constitución vigente; si su opción triunfa, tampoco ganará, porque resentirá a la oposición y eso dificultará la implementación de reformas en su propio gobierno.


Al elegir una opción, acusando falta de talento político, el presidente se auto declara perdedor. Un gobernante debe tener habilidad para gobernar con todos y, para contar con el apoyo de la mayoría, debe lucir moderación y equilibrio. ¡Rebelarse contra las adversas fuerzas que nos tientan hacia un destino ineludible!


-¡Elude usted la respuesta! -lo emplazó Simón molesto ¿Votará Apruebo o Rechazo?


-Eso es secreto, y más que mi postura que puede estar contaminada por otras causas, como escritor, me corresponde esgrimir argumentos de persuasión, pero… ya que tienen tanta curiosidad y si prometen no divulgar esta conversación, les comento que elegiré la opción Rechazo y para justificarlo, solo les daré, de las variadas razones que me impulsan, las cuatro principales:


Solo hay y debe haber, una nación chilena.
El Senado es un contrapeso político insustituible.
El Poder Judicial debe regir con igualdad para todos los ciudadanos.


Y…, lo que me parece ignominioso es que, en un delirante truco con la ilusión de la ciudadanía, se le ofrece una propuesta con un costo de implementación anual respecto del PIB, que los especialistas califican de inabordable.