Oh I'm just counting

Envidia. Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

- No se ve bueno este asunto –dijo Fernando, inquilino del pasaje, a Simón, atento a la mirada de Marcial, el dueño de casa- y agregó, me angustia lo que se nos viene y nos presiona mucho tener que mudarnos después del plebiscito ¿Por qué ese fue el acuerdo con la inmobiliaria, cierto?

-Así es –Respondió escueto Simón, como si en su enervado cerebro cupieran solo pensamientos para Sayén, y se sumió en sus impostergables e impredecibles definiciones. 

- ¿Qué es lo que te preocupa Fernando? - preguntó Marcial.

- ¡Todo! –aseguró el otro, que estaba jubilado y habitaba en el condominio junto a su mujer desde hacía cinco años. Me preocupa –meditó, la falta de tranquilidad en el barrio; la dificultad para alcanzar el derecho a vivir en paz y; me preocupa algo tan simple como descansar en armonía.

No hablo de un gobierno o de otro -se extendió ¡Todos son iguales! Hablo del decaimiento de nuestras relaciones; hablo del desorden en las calles; hablo del deplorable deterioro en que se encuentra el centro de la ciudad; hablo de nuestro hundimiento y de la valoración de lo oscuro y lo feo; hablo de la vulgaridad…, y me entristece saber que nuestros últimos años junto a Ester, serán de incertidumbre y angustia.

Al acercarme a ella cada noche, aferrados uno al otro, intento cubrirla para protegerla de su enfermedad y noto que su cuerpo tiembla; y se pierden en la oscuridad los surcos que las penas dejan en su piel, como amadas huellas del tiempo que endulzan su rostro o, como abominables arañazos que le dejan estos días de congoja y cuyo origen, distingo con facilidad.

Con horror, al avanzar en el día, veo como la alegría se disipa; fuimos tan felices criando a nuestros hijos y pasamos juntos tantas dificultades de la vida, que soñé que tendríamos una vejez apacible, pero, el desasosiego persiste; a veces, como consecuencia de la edad, pero otras veces, que son las que me atormentan, parecen ser el precio que la misma sociedad que debiera protegernos nos hace pagar. Amarga paradoja... ¡No habrá paz en nuestro ocaso!

 -Es cierto –respondió Marcial mientras Simón continuaba sumido en sus inextinguibles penas de amor, pero añadió- este domingo acabará este proceso que nos ha tenido divididos y volverá a reinar la paz.

- ¡No, no será así! -replicó Fernando. ¡No seas ingenuo! Seguiremos divididos porque ese día habrá vencedores y vencidos.

- ¿Por qué tanto pesimismo?

- ¡Porque ya es tarde! Cuando tuvo la oportunidad, el presidente debió evitar esta confrontación. El vencedor, de cualquier bando, dominado por minoritarios grupos extremos, se aprovechará del resultado. Si gana el apruebo, la izquierda dura, con algo de razón, dirá que el pueblo, en pronunciamiento ineludible, aprobó el texto constitucional propuesto y…, se opondrá a volver a la senda de la normalidad deseada.

- Sería un error garrafal -interrumpió Marcial-, que aseguraría la imposibilidad del gobierno para desarrollar su programa y que, tampoco garantizaría cumplir el programa de derechos sociales que la constitución aprobada propone.

- Tal vez – aseguró Simón interesado, sería lo mejor, porque nos obligaría a efectuar los cambios de una vez por todas ¿Para qué buscar atajos y seguir dilatando el camino que es evidente?

- Si por otra parte -retomó la palabra Fernando-, gana el rechazo, las fuerzas de extrema derecha aducirán, también con algo de razón que, el pueblo, con clara nitidez expresó su voluntad: mantener la Constitución vigente, y también rechazará hacer los más mínimos cambios.

- Esa sería una torpeza gigantesca -interrumpió Simón, porque iniciaría otro estallido social.

- Pero algo de razón tendrían -agregó Marcial, porque, a fin de cuentas, esta constitución trajo progreso al país durante los últimos treinta años, y ha sido la que ha permitido que personas como tú -atacó a Simón- hayan obtenido un título universitario y ascendido en la escala social.

- Yo he salido adelante por mi propio esfuerzo -contestó contrariado el aludido.

- Ya lo creo -insistió Marcial con ironía- pero eso no hubiera sido posible si el sistema no te hubiera facilitado los medios.

- Esas serán las dificultades -prosiguió Fernando evitando que el conflicto entre los amigos escalara- que se producirán cuando el ganador sienta que, con su triunfo, ha obtenido en la discusión ventajas sobre el otro, y su generosidad decaerá ante lo que presumirá será el derecho que su victoria le ha conferido.

En política, como en cualquier otra negociación, la oportunidad manda…, como un pez que se le ha escurrido resbaloso, el presidente, sin asumir la conducta de estadista, dejó escapar una oportunidad de oro. Un resultado tiene algo de fortuito, pero una constante coherencia aplicada en el tiempo siempre rinde frutos, y ese es patrimonio del joven, que posee tiempo…  

-Si hubiera convocado -acotó Marcial, a la gran masa que conforma el centro del espectro político, excluyendo con determinación y sin asco los nocivos extremos, se habría lucido.

-Así es, ahora en cambio deberá lidiar con las fuerzas políticas para inducir cambios consensuados que le permitan gobernar.

-Confío en que tendrá las habilidades para conducir ese proceso -arremetió soberbio Simón.

-No dejo de preguntarme: ¿Cómo fue que llegamos a esto? -dijo Fernando, sin salir de su congoja.

-Esa respuesta está en la esencia de la condición humana – Fue la intrigante respuesta de Marcial, que añadió- Voy a leerles una historia, y poniéndose de pie, cogió un libro, y expectantes, se dispusieron a oírlo:

Cuenta Petronio que en la Roma de Nerón había un esclavo que daba tan buenos consejos de negocios a su amo, que este decidió premiarlo con la libertad. El liberto, llamado Trimalción, siguió haciendo buenos negocios por las suyas y se enriqueció de tal manera que lo celebró con un banquete al cual invitó a todos los amigos de su viejo amo ya difunto. El banquete fue fastuoso, orgiástico, incluso para los parámetros de la Roma de Nerón. A lo largo de la noche los invitados fueron dando rienda suelta de su envidia hasta terminar destrozando todo y prendiéndole fuego a la casa. Entre las ruinas se encontró el cuerpo sin vida de Trimalción.

- Me suena conocido -intervino Fernando, ante el silencio que se impuso en la habitación.

- La ostentación es siempre repudiable -agregó Simón.

- Es verdad -reconoció Marcial-, pero también lo es la envidia.

- Lo que nos ha ocurrido -concluyó Fernando- fue que, durante el más prolífico período de nuestra historia tuvimos un desarrollo constante, lo que hizo que algunos, hábiles en el negocio, se enriquecieran más allá de lo que para otros resultaba razonable.

- ¿Quién define lo razonable? -arremetió Simón.

- ¡La envidia! Ese deleznable germen que corroe el alma de los hombres desde que tienen uso de conciencia -consignó Marcial.  

- Y el límite, que le pertenece a cada individuo, nos degrada a veces hasta destruirnos. La misión del presidente será la de unificarnos en un proyecto de constitución que nos represente a todos y que motive la austeridad de unos, para no caer en la ostentación; y la generosidad de otros, para no sucumbir ante la envidia, y añadió con una sonrisa vacua… y como eso es ajeno a la naturaleza humana me despido para ir con mi mujer.