Se está terminando 2024 y es bueno aprovechar estos días para elevar la mirada analizando el Chile que viene, en especial porque son muy preocupantes los datos que el Banco Central puso en la mesa pública sobre crecimiento, inflación, consumo etc.
La inflación tendrá un fuerte rebote el próximo año -especialmente su primer semestre llegando a 5%- y como siempre afectará a las familias más vulnerables que ya han sufrido los principales embates con la fuerte alza de las tarifas de electricidad -a pesar del subsidio que debiera continuar hasta 2027- y el impacto del tipo de cambio con el mayor valor del dólar que impactará en los precios locales.
Lo más preocupante son las perspectivas de crecimiento para 2025 y 2026 que revelan que la economía no ha resuelto sus problemas de productividad y de diversificación que nos tiene hace ya más de una década en una situación de estancamiento y con un PIB tendencial de alrededor del 2%.
Este 2024 la proyección del Banco Central es de un crecimiento de 2,3% y para los años siguientes (2025/2026) es 2% lo cual muestra que el futuro seguirá siendo con un crecimiento mediocre, con un consumo de las familias que crecerá 1,5% para este año y para el próximo año llegará a 1,8%.
Las próximas elecciones presidenciales debieran ser el espacio público donde la clase política debiera debatir y consensuar sobre cómo salimos de los dos principales problemas que preocupan a la sociedad chilena como es la seguridad y la falta de progreso económico. El liderazgo político que plantee caminos viables y acuerdos para resolver este dilema chileno tendrá una ventaja de cara a noviembre 2025.
La clase política no puede seguir en la descalificación continúa – o dinamitando acuerdos como lo ha hecho Matthei con el tema previsional-, ni dando señales de que no le importa el crecimiento de la actividad económica, ni sólo pensando en elevar nuevos impuestos cuando en realidad debiera centrarse en concordar caminos para salir de esta trampa que significa crecer al 2%, que en la práctica significa que las familias de clase media no pueden progresar, aumenta el endeudamiento familiar, se posterga el sueño de la casa propia y de ahí el país está cerca de la frustración social que explica la alta votación de los populismos de ultraderecha como Trump, Milei.
Tampoco hace un gran aporte el empresariado, cuya nueva presidenta CPC plantea que debieran rebajarse al 17% la carga tributaria, sin dar ninguna señal de compensación para evitar la caída de la recaudación fiscal. Sin compensar la recaudación fiscal no es posible bajar los impuestos a las empresas y lamentablemente el empresariado no hace ningún aporte en esa línea y sólo propone “bajar impuestos” que ya sabemos es un camino hacia la inequidad y la pobreza de las mayorías.
Para revertir ese camino el mundo democrático progresista debiera dar señales de que ha revalorizado “crecer con equidad”, que esta meta ha vuelto ser materia central de su acción y de sus propuestas al país como fue en los años 90’.
Es clave que Chile construya un Pacto Político para tomar medidas que mejoren la capacidad productiva de mediano plazo del país, ampliando la diversificación productiva, impulsando mayor inversión en innovación productiva y en ciencias aplicadas que se traduzca en nuevos motores productivos, especialmente en regiones donde se requiere dinamizar la actividad productiva.
La conversación política debiera desplazarse desde los temas tributarios a los temas del crecimiento, a las agendas regionales de desarrollo, a generar links virtuosos entre mundo productivo y Universidades, al apoyo a emprendimientos productivos y exportadores que generen nuevos empleos.
Ojalá en 2025 la élite política entienda que para ganarle a la ultraderecha se requiere impulsar y promover el progreso económico con equidad social, si no estará regalando esa elección.