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Especial Cambio21: Estas son las secuelas más frecuentes del COVID-19

Por Antonia Paz

Los pacientes que han superado al COVID-19 siguen experimentando síntomas producidos por la enfermedad. Aquí te contamos cuáles.
Muchos pacientes que han sobrevivido a la infección por COVID-19 no se encuentran del todo restablecidos. Cansancio extremo, pérdida de masa muscular, tos, trastornos del sueño, alopecia y ganas de llorar son padecimientos frecuentes que controlan las unidades poscovid. Aquí te explicamos cuáles son los síntomas más frecuentes después de haber superado la enfermedad.
 
Los síntomas no entienden de diferencias
 
Especialistas han podido comprobar cuáles son los síntomas más frecuentes que los pacientes están experimentando una vez han superado a la COVID-19.
Los que lo han pasado peor caminan además con mucha dificultad y precisan que se les eche una mano para la realización de tareas. Esta facultativa remarca que lo que cuenta no entiende de edades, pues lo mismo lo percibe en pacientes jóvenes que en otros que son mayores. “Y a pesar de que en algunos casos, desde el alta, hayan transcurrido más de dos meses”.
Mucha fatiga, problemas para dormir y ganas de llorar
 
La fatiga es, por tanto, una de las secuelas más frecuentes del COVID-19. Doctores explican que un 30% de los ya dados de alta “muestra todavía algún síntoma respiratorio”, como tos o sensación de falta de aire, y ello aunque la radiografía ya se haya normalizado.
Cuáles de las molestias son simplemente de lenta resolución y cuáles se van a cronificar, es lo que los especialistas tratan de dilucidar, con la esperanza de que lo normal sea que “se recuperen” completamente y ocurra lo primero, que simplemente tarden más en hacerlo.
 
“Muchos tienen trastornos del sueño y están frágiles emocionalmente. Y tampoco sé sabe que porcentaje de esto es debido a la situación que hemos vivido todos con el confinamiento, a la que hay que sumarle el estar ingresados en un hospital algunas semanas, solos en una habitación, y con dificultad para comunicarse”.
Algunos, si se encontraban en condiciones, podían hablar por teléfono con sus familiares, pero otros directamente “no estaban” para tener una conversación. Pese a descansar ya en sus domicilios, muchos siguen narrando sus dificultades para conciliar el sueño, así como que se emocionan fácilmente y sollozan con frecuencia, por lo que el aspecto emocional tampoco lo tienen controlado.
 
Otros síntomas más infrecuentes
 
La mayoría relata, asimismo, un episodio que está relacionado con cualquier proceso de tensión importante y se trata de la alopecia, se les cae el pelo. “No creo que sea directamente un efecto del SARS-CoV-2 y sí en cambio del estrés al que han estado sometidos”.
“El cuadro de desentrenamiento” es palpable; las consecuencias de ciertas medicaciones, como los corticoides, que producen mucha atrofia, igual. “Muchos tienen una pérdida de masa muscular considerable y necesitan volver a aprender a dar pasos. Varios son capaces de hacerlo solos y otros necesitan venir acompañados por un familiar. Estos no son muchos, por suerte”.
La esperanza de la "nueva normalidad"
 
En la nueva normalidad, se pide no bajar la guardia. “Hay que ser muy cautos con los movimientos entre países, comunidades e incluso provincias que tengan distinta situación epidemiológica. Ahí tenemos que extremar la vigilancia”.
“En todo caso, lo que podamos evitar, mejor. Y que no sea un factor de confusión nos puede ayudar”, zanja, antes de reivindicar la importancia de trabajar en equipo, en clave interna, dentro de las clases científica y médica, y, en general, con la necesaria colaboración ciudadana, que entiende totalmente imprescindible. “Todos juntos” porque, de otra forma, “no se sale de esto”. “Las situaciones extremas sacan lo peor y lo mejor de las personas. Quedémonos con lo mejor.
La astenia es habitual, “una fatiga que no se corresponde con la actividad que acaban de hacer”.
 
Aquellos que han pasado por cuidados intensivos normalmente presentan amiatrofia, prosigue, así como el síndrome tipo que sucede al paso por la UCI, que es el de la polineuropatía del enfermo crítico.
Los que lo han pasado peor caminan además con mucha dificultad y precisan que se les eche una mano para la realización de tareas. Esta facultativa remarca que lo que cuenta no entiende de edades, pues lo mismo lo percibe en pacientes jóvenes que en otros que son mayores. “Y a pesar de que en algunos casos, desde el alta, hayan transcurrido ya más de dos meses”.
 
“Muchos tienen trastornos del sueño y están frágiles emocionalmente. Y yo tampoco sé qué porcentaje de esto es debido a la situación que hemos vivido todos con el confinamiento, a la que hay que sumarle el estar ingresados en un hospital algunas semanas, solos en una habitación, y con dificultad para comunicarse”, expone en su conversación.
Especifica al hilo de su observación que algunos, si se encontraban en condiciones, podían hablar por teléfono con sus familiares, pero otros directamente “no estaban” para tener una conversación. Pese a descansar ya en sus domicilios, muchos siguen narrando sus dificultades para conciliar el sueño, así como que se emocionan fácilmente y sollozan con frecuencia, por lo que el aspecto emocional tampoco lo tienen controlado.