Oh I'm just counting

Gabinete: Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

- Podemos huir de todo pero nunca de nosotros mismos- fue la meditativa y enigmática frase con que Marcial recibió a Simón.
-¡Mire lo que le traje! –respondió en cambio el joven, haciendo que brillaran sus emocionados ojos. No lo podía olvidar -agregó, ofreciéndole un frasco vidriado que contenía un espeso líquido en que flotaba una gran cantidad de amarillas y gordas lenguas de erizo, como las que de antes, que el viejo contempló excitado por unos instantes, mientras el joven, regocijado, se extasiaba de su acierto.
 
-¡Espérame un rato! Voy a la esquina por limones, cebolla y cilantro. A mi vuelta... ¡Nos damos un festín! –añadió Marcial sobándose las manos, feliz del cambio de rutina que la visita le proponía. Lee el diario mientras vuelvo, celebraremos tu regreso del sur y el nombramiento del gabinete ¿Qué te parece? – gritó desde la puerta, atisbando al otro que, sentado en el sillón, se acomodaba obediente.

¡De acuerdo!, pero dese prisa porque en la tarde quiero visitar a Sayen -respondió sin obtener respuesta, y se dispuso a leer el diario que traía un completo análisis de las designaciones políticas del futuro gobierno.Virtudes tan complejas como la tolerancia se aprenden ejercitando aquellas tan simples como saludar –leyó Simón, y pensó en la grata impresión que le producía el empático gesto del presidente electo, cuando frente a cualquier interlocutor unía sus palmas a la altura del cuello, añadiendo a la cortesía, una insinuante forma de bendición.

Se mantuvo leyendo, interesado en las competencias de los designados, y al regreso de Marcial tenía una completa opinión del equipo que formaría el gabinete, pero... no podía sacudirse de una sorprendente incomodidad ante el escenario político que se configuraba.
-¡Perdona la tardanza! Con la nueva variante Ómicron, los temores al contagio nos han vuelto a las restricciones. Me hicieron esperar, pero encontré todo lo que buscaba y ahora se me está haciendo agua la boca –rio, dando inicio a sus preparativos de la comilona.

Mientras Simón lo miraba hacer, el viejo se puso un delantal; depositó los ingredientes sobre el mantel plástico que cubría una mesa lateral; con un aguzado cuchillo picó las arandelas de cebolla que había cortado; cogió una mata de cilantro y lo picó; vació el contenido del frasco en una fuente de loza redonda y le agregó con delicadeza, pellizcos de cebolla y cilantro; se acordó de la sal y la pimienta que añadió en pizcas; derramó, sobre el pote con lenguas, el limón exprimido y; cuando el tostador anunció que el pan crujía caliente, acercó dos platos y el servicio, instalándose frente a la mesa y mirando
a Simón, cuyo semblante fluctuaba entre el gozo del banquete y la contrariedad en el gabinete.

-Mientras atacamos- dijo, devorando los rizos con la vista, cuéntame cómo te trató el sur, y luego hablamos del ministerio.
-¡Muy bien! Tuve fortuna con el clima: harto sol y campos verdes. ¡Disfruté mucho! Pero un día, me ocurrió algo extraño, y me vi atrapado en un pozo de indeterminada procedencia... ¡Tan nostálgico! la pequeña gota de una lluvia distante, vino a posarse en el parabrisas del auto detenido.

Observé que no rodó, y al verla disiparse hasta desaparecer, pensé que regresaba a las nubes y que algún día bajaría de nuevo convertida en lluvia, y que su vida transcurriría yendo y viniendo entre la tierra y el cielo. Pero... cavilé, las gotas carecen de vida y no es posible distinguir una de otra; tal vez hay personas con sensibilidad para establecer contacto con ellas y diferenciar una de otra. Advertí que arracimadas, las nubes dejaban enormes espacios de intenso cielo azul y vi, en su blancura profunda, imágenes de personas que alguna vez conocí.

Aunque su recuerdo me es difuso, supe que la figura que las nubes dibujaron representaba a mi padre, contemplándome con una mirada de expresión indescifrable. No supe lo que quería decirme, pero sospeché que tenía un propósito impostergable. Surgieron, en el resto de las nubes dispersas, diversos rostros que formaron mi comunidad de infancia, y en eso, volvió el chofer y el coche reinició su marcha Igual que la gota de agua, los hombres transitamos entre la tierra y el cielo, y nuestro deber, antes de desaparecer como la gota, es lograr la armonía, porque entre la tierra y el cielo, la naturaleza ha dispuesto todo lo que el ser humano requiere para ser feliz.

-¡Tú te enamoraste Simón! –concluyó conmovido Marcial, sin cansarse de admirar la dimensión de las lenguas y el sabor a erizo, que había ampliado su aroma más allá de las fronteras del cuarto.
-Volví la vista al cielo –insistió, y en el horizonte se había formado un arco de hermosos colores. Recuperé mis sueños de niño, que despertaba el final del arcoíris y me aterré de perderlos ¡No existe el hombre que alcance el éxito sin antes haber conocido el fracaso! Y... el mayor fracaso consiste en oponerse a la utopía de un sueño, y... nos condena a eso, la holganza de una vida vacua... y mi temor Marcial, es que nada cambie o que los cambios continúen con la indolencia de siempre.

-Tal vez, lo de los treinta años no fue menor –respondió Marcial irónico, mientras delicadamente extraía el sabor del erizo, deshaciéndolo con su propia lengua contra el paladar- ahora, desde el gobierno, tal sentencia, quizás se valorará en su real dimensión.

Cambiarlo todo para que todo siga igual- eso dice el diario -Muy sabio- pero por favor ¡Sírvete! Me lo comeré todo yo. Esa cita dice que de pronto se quebró la armonía y para recuperarla debe hacerse cambios. Hay consenso de aquello, por lo que inducirlos, es obligación de la clase política. Buscar el diálogo y la colaboración del más amplio espectro social, porque ¿No florece ahí el arte de gobernar?

Con el aporte de todos proteger al más vulnerable ¿No es ese el gran mérito?
-No todos estarán en el gobierno ¿Tendrán los nominados la fuerza para lograrlo?
–contestó con escepticismo.
-Los sueños –querido Simón, se alcanzan administrando con mesura los recursos, y así interpreto la señal del presidente electo. No dudo al pensar que acumula miles de sueños en favor de la ciudadanía y que para nada lo asiste un interés personal. Muy lejos de aquello, creo que genuinamente, él pretende lo mejor para su pueblo, y que, mostrando madurez e inteligencia ha concluido que la acción requiere de cierto conocimiento previo, y por eso, engalanándose con la actitud de un estadista, ha decidido, sin renunciar a su programa, realizarlos a la mayor velocidad que la prudencia le permita, y eso -¡Aquí y en la quebrada del ají!-, se llama sensatez.

-Con ese criterio... ¿Cuantos años tardarán los cambios?- reaccionó Simón, mientras se deshacía entre sus labios la pulpa del erizo, produciéndole un deleitoso cambio de ánimo.
-Cada hombre merece la talla de su adversario Simón, por eso, a riesgo de perder siempre, es bueno enfrentarse a Dios, y yo creo que el presidente electo sostiene a menudo esa lucha.
Ante la suspicacia del joven, en cuyo rostro la esperanza se había impuesto sobre su primera decepción sobre el gabinete, cerró Marcial.

-Ha elegido un camino, para ello designó a Marcel, que a ti no te gusta, pero que eligió porque en sus colaboradores buscará la verdad, no la adulación. A mí, que no voté por él, la solidez de su argumento me ha enmudecido y he soñado que se forja un estadista y que, en cuatro años más, votaré por él, luego de la reforma constitucional que permitirá la reelección del cargo