Oh I'm just counting

Horas difíciles para la DC: Una candidatura para la Unidad o de nuevo el fantasma del camino propio y la intrascendencia. Por Oscar Osorio V. Sociólogo U. de Chile


La intrascendencia de los partidos políticos en el devenir de la vida de cada ciudadano es una constante. Salvo honrosas excepciones, la mayoría de sus representantes y estructuras partidarias se encuentran en los últimos lugares de reconocimiento y afecto popular. Este descrédito se acentuó luego del estallido del 18/0, que vino a decirnos que el oasis de América Latina era un espejismo. Que todo el progreso, la infraestructura moderna, el PIB per cápita, no eran más que imágenes muy lejanas, ya que toda esta arquitectura se construyó sobre la base de la más profunda de las desigualdades del país. Por una parte las elites, y por la otra, el resto.

De esta manera, junto a la inoperancia, la burocracia y escasa ayuda en el manejo de la pandemia del Covid 19 por este gobierno, que nos ha mostrado el rostro cruel de desigualdades y vulnerabilidades que se expresa en que de las 32.000 muertes ocurridas a la fecha, por causas del Covid, el 90% de ellas vivían en comunas populares, se ha cristalizado esta impresión y evaluación sobre las elites.

Y cuando me refiero a las elites, también hablo de la DC. Ya que cuando se alude al tema de los “30 años”, nosotros también somos co-responsables. Por supuesto que los demás partidos de la centro izquierda también. Pero si nosotros queremos volver a solicitar la confianza de la ciudadanía, tenemos que hacernos cargo de esta situación, relevando lo bueno y haciéndonos cargo de lo negativo.
Al respecto, se comparte que el proceso constituyente representa una gran oportunidad para el país, respecto a reponer la dignidad (tal como lo expresa el título de la campaña), en todas las esferas de la vida. Y en esto es fundamental decir de manera categórica, que como demócratas cristianos estamos por que se cambie el concepto de Estado Subsidiario, por el de Estado social de derechos. Si no lo decimos y hacemos, la gente no nos creerá. La intrascendencia está a la vuelta de la esquina.

Necesidad de cambiar el orden ultra neoliberal
La mantención de este orden neoliberal ha traído mucho sufrimiento para la mayoría de la gente. Lamentablemente nosotros como partido y como coalición de centro izquierda, asumimos como propia la “promesa” que la teoría económica neoliberal y el sentido que la prosecución del beneficio individual proporcionaría el mejor mecanismo para la obtención del bien común. Y al hacerlo traicionamos nuestros principios doctrinarios, respecto a que nuestro ideario hablaba de la economía como un medio para alcanzar el desarrollo. Y no fuimos lo suficientemente claros ni estrictos para defender que la economía o es “social” o no sirve.

Al respecto, hace un par de días, algunas noticias económicas anunciaban que, a pesar de los devastadores efectos de la pandemia Covid-19 en la economía mundial, el año 2020 fue un año más que positivo para las grandes fortunas del mundo, incluidas las nuestras, por supuesto. Así, en nuestro país la fortuna más grande, la familia Luksic, aumentó USM 12.500 su patrimonio; Ponce Lerou, en USM 2.300; la familia Paulman, USM300 y el Presidente Piñera, en USM 300 (Diario Financiero 06/03/2021).

Detrás de estas cifras, está la idea, lamentablemente también asumida por parte de nuestras elites dirigentes, que la diferenciación de las posiciones sociales, de las capacidades, de los derechos y de los reconocimientos, es un mero reflejo de las diferencias de los dones naturales y las contribuciones de sus miembros al bienestar de la sociedad. Sin embargo, contrariamente a lo que promete la teoría, la realidad lo que nos dice y nos muestra de manera clara y contundente, es que la prosecución del beneficio individual genera más riqueza para unos cuantos y degradación de la clase media y de los trabajadores a condiciones de precariedad nunca antes vista. Es decir, efectivamente a los “súper ricos” les ha ido bien. ¿Y al resto?

Una parte de esta respuesta la ha dado recientemente el Banco Mundial. En efecto, por estos mismos días ha circulado la noticia, de acuerdo a datos oficiales que en el país alrededor de 2.500.000 personas han caído bajo la línea de la pobreza. Todos sabemos que estas cifras son mayores. Más cercana a los 4 millones de personas.

¿Naturalización de la desigualdad social?

La creencia acerca del crecimiento a como dé lugar, así como la “naturalización” de la desigualdad social y la competencia, como mecanismo para alcanzar el bienestar social, se desvanecieron conforme irrumpía el estallido social y se consolidaba la pauperización provocada por el manejo del gobierno de la pandemia. Más aún cuando ha quedado al descubierto que lo único que genera el modelo neoliberal son privilegios para las elites, (incluidas las nuestras) y para el resto, una vida de incertidumbres y sacrificios. Esta ha sido nuestra falta: Amparados en cifras promedios, en indicadores económicos que hablaban de un país de ganadores, no escuchamos los gritos de auxilio del niño del Sename, del campesino, del pensionado, de las viviendas de 45 y 50 metros cuadrados, del vecino que vio de pronto su barrio adueñado por los narcos, de la Mype que se quedó sin financiamiento. Y en el camino nos fuimos quedando solos

El crecimiento es un medio para alcanzar el desarrollo (primer hilo conductor de la campaña)

En el mismo sentido, tenemos que manifestar con insistencia, que para la democracia Cristiana, el tema de fondo no es el crecimiento en sí. Conforme a nuestra propia doctrina, tenemos que relevar que el principal objetivo de la economía, como medio, es contribuir al bienestar de la población y al bien común. Y esta afirmación debe ser el hilo conductor de la campaña. No basta con el crecimiento representado en términos de PIB, sin una adecuada redistribución. Sin regulación, el crecimiento solo promete una mayor desigualdad, cada vez más profunda y cruel; y condiciones de vida precarias, además de degradación, infortunio, ofensas, y humillaciones.

Por lo mismo, no basta con la libertad económica, ni menos con el mercado como principal asignador de recursos, tal como ha sido hasta ahora, para obtener el bienestar común. Se requiere de una mayor y robusta institucionalidad del Estado que intervenga, no solo para minimizar brechas y generar bienes públicos, sino para articular futuros inclusivos.

A modo de hipótesis, con la dictadura cívica-militar, hubo una suerte de restauración (política, cultural y económica) de una nueva oligarquía chilena, emparentada por la historia al latifundio, pero fuertemente orientada a los negocios, a la especulación, a las finanzas, y en el mundo agrario, al negocio agro-exportador, y que se fue consolidando como una nueva elite, altamente diferenciadora, concentradora de riquezas y privilegios. Y que trata y se refiere, además, de manera insolente y humilladora a sus trabajadores.
En contra esta situación de privilegios es que se ha expresado de manera muy contundente la ciudadanía. Desde esta perspectiva, será fundamental darle coherencia al slogan de la campaña. En efecto, si como dice el slogan de nuestra candidata “de la Revolución en Libertad, a la Revolución de la Dignidad”, las propuestas de solución al tema de la vivienda y de los barrios pobres altamente segregados, de la educación y la salud públicas de escasa calidad; de la niñez desamparada y de las pensiones miserables, deben anclarse en el sentido de la política y no del mercado.
De lo contario, hasta el slogan de nuestra candidata quedará en la intrascendencia. Se requiere de un liderazgo colaborativo y adaptativo, con una institucionalidad económica transparente, que propicie la no concentración de mercados. Nosotros también hemos sido corresponsables de todos los efectos de la implementación de este modelo de absoluta libertad económica.
La unidad como metodología y como fin. El segundo hilo conductor de la campaña

Lo dijimos hace unos meses atrás, con motivo de los resultados de la Junta Nacional del partido en el mes de septiembre de 2020, a propósito que las “campanas doblaban”, en ese momento, por Ximena Rincón y Alberto Undurraga, quienes con una voluntad y convicción más alta que la cordillera de los Andes, llegaban como candidatos y dispuestos a pasar todas las vallas y competir lealmente en una primaria interna, para luego asumir, ojalá como candidato (a) único de la centro izquierda, en una primera vuelta presidencial, teniendo presente el clamor de la junta: no más gobierno de derecha, no más modelo neoliberal y unidad con todos, sin exclusión.
Por lo tanto, Ximena Rincón tiene toda la legitimidad para postular al sillón presidencial y trabajaremos para ello sin descanso. Sin embargo, con la misma claridad, hay que decir que no existe ninguna posibilidad de ir a una primaria solos a cualquier evento. No solo porque sería entregarle el triunfo en bandeja a una coalición absolutamente deslegitimada, desgastada, humilladora e inoperante, como ha sido la de este gobierno de derecha. Sino además, porque dejaría instalado al partido, en la peor de las situaciones políticas: intrascendencia electoral, y posibilidad concreta de una fractura y quiebre interno. Es decir, el mejor escenario para quienes han estado detrás de la tesis del partido de centro, bisagra, ajeno a las dinámicas de cambio social.

La Unidad de la oposición no debe der tratada sólo como una opción, sino como una ruta con sentido y significado político. Esto implica generar confianzas y trabajar de manera sostenida en la articulación de mínimos comunes con las demás oposiciones. Lo hemos dicho y hecho muchas veces en nuestra historia: Unidad en la diversidad, ahora es tiempo de nuevo, pero también la urgencia es mucho mayor. Es mucho lo que está en juego, no solo el sistema político o el destino de la patria, sino el devenir mismo de la democracia y la república, para hacerle el juego a la derecha, o a nuestros amigos que atravesaron a la vereda de enfrente o, incluso, a “los quinta columnistas” internos.
 
El trabajo de nuestra candidata y sus equipos técnicos, no es preparar un programa de gobierno, bajo los parámetros del actual orden económico. Tampoco hacer de él una propuesta de carácter tecnocrática, donde solo algunos elegidos e iluminados están llamados a participar. Necesitamos sí, que nuestros equipos técnicos recojan el sentir de la población en los territorios urbanos y rurales y que desde allí, se articulen las propuestas para construir, junto a nuestros socios, aquellos “máximos” comunes que constituirán el programa definitivo.
 
Solo sobre la base de recuperar nuestro ideario histórico, que habla de cambio y estabilidad; de una ética de colaboración, cooperación y comunidad y no solo la lógica de la competitividad e individualismo del modelo ultra neoliberal; de una ética de servicio público, proba y transparente, será posible recuperar la confianza del electorado. Las elites gobernantes de estos 30 años, particularmente nuestra coalición política de centro izquierda, que jugaron un papel épico en lo que fue la recuperación e instalación de la democracia, cometieron un pecado social y éste fue haber aceptado que la consolidación de la democracia se realizaría sobre las bases del ideario conservador respecto a que el principal instrumento para financiar el bien público, es el mercado. Hubo, es cierto, creación de redes de protección, políticas públicas focalizadas pero no se cuestionó el núcleo central del modelo: la fe en el mercado. De esta manera, la justicia social terminó siendo reemplazado por la caridad, tal como lo muestran profusamente los matinales de la TV.
Pero la caridad no es justicia, ya lo decían Gabriela Mistral y el Padre Hurtado.