Oh I'm just counting

“La verdadera solución, no es cambiar personas, es cambiar el gobierno”. Por Mario López M.

“El que al cielo escupe, en la cara le cae”, reza un refrán muy popular que, en oportunidades, los políticos suelen olvidar. Sebastián Piñera tiene la costumbre de no recordarlo, cuando es él quien critica.
El reciente cambio de gabinete, el quinto en lo que va del actual gobierno, no busca, como lo señaló el presidente, mirar al país, sino que, una vez más, pretende ordenar su alicaída coalición y, lo hace de la peor manera, entregando la conducción de sus meses finales, al sector más extremo de la derecha, alineando a La Moneda, con la opción rechazo, de cara al próximo plebiscito.
 
También coloca a los duros al frente de lo que parece como un inminente rebrote de las protestas, en la medida que se levanten las restricciones sanitarias, pues las condiciones que las originaron no solo no han mejorado, sino que, por el contrario, se han agravado casi hasta el extremo de lo indecible, tanto en materia económica como en materias de represión.
 
Frente a una cesantía de dos dígitos gatillada no solo por la pandemia, sino que además por pésimas y tardías medidas adoptadas por el gobierno, la respuesta es poner al frente del ministerio del Interior a un duro exalcalde designado en dictadura, entregándole una fuerza pública armada hasta los dientes, con más y modernos aparatos y vehículos de contención y castigo, a lo que se prevé por la derecha, como el estallido 2.0 que parece avecinarse.
 
De carambola, pretende transformar al gobierno en una especie de comando en campaña, frente al plebiscito, optando por los “conversos” Allamand y Bellolio y neutralizando a los partidarios del Apruebo en la derecha de Renovación Nacional, al sacar a Desbordes, que pareciera que, más que un premio con el nombramiento, recibió un disparo de ajuste de cuentas al mejor estilo siciliano, pues a partir de ahora ha quedado absolutamente amarrado en sus posturas que incomodaban a La Moneda.
 
De paso, desmonta el conflicto que se le avecinaba en Renovación Nacional, sacando a los más fuertes contendores de una elección en el mes de diciembre, que amenazaba quebrar a ese partido, cual fuera el resultado de la misma, pues Allamand y Desbordes, representaban dos polos tan distantes, que resultaba difícil no presagiar el quiebre.
 
Así las cosas, el argumento de que el cambio mira al “comienzo de una nueva etapa” para el país (de las cuales ya van varias fracasadas en el presente gobierno), no resulta válido, pues Piñera nuevamente se mira el ombligo y busca poner orden en su sector, alinearlo en el rechazo a la nueva Constitución y prepararse para un resurgimiento de la protesta social, con nuevos medios represivos.
 
No existe ningún mensaje con el cambio de gabinete en materia económica, que sugiera la existencia de una nueva estrategia en búsqueda de soluciones reales a las necesidades de la gente, pues mantiene al mismo equipo que se ha opuesto o que ha llegado tarde a todas las demandas sociales. Así, no se ve por dónde este cambio vaya a favorecer a las personas, teniendo cero incidencias en mejorar la permeada imagen de Piñera y su gobierno. Las únicas propuestas conocidas y nada de novedosas en la derecha, son privatizar Codelco y TVN, desmantelando casi lo último en manos de Estado, cuyo valor no es solamente económico, sino que social y político.
 
Queda por ver si Piñera entrega la manija del día a día en la agenda política, donde acostumbraba a hablar de todos los temas y aparecer hasta más de una vez al día con sus repetidos discursos. Así, quizás se evite volver a escupir al cielo, como lo hizo durante la campaña presidencial pasada, cuando afirmó, muy suelto de cuerpo frente a un eventual cambio ministerial de Bachelet, que “hoy día, la solución no es un cambio de gabinete, el verdadero problema no son las personas, son las ideas, la incompetencia, la irresponsabilidad, el mal diseño de las políticas públicas, la mala gestión del gobierno, y por tanto, la verdadera solución, no es cambiar personas, es cambiar el gobierno”.
El grave problema de Chile hoy, es que la solución, está en manos del problema.