Por Mario López M.
Cuesta entender cómo, una persona con circunstancial poder sobre otras, sea económico, espiritual, laboral o en general con cualquier ascendiente, abuse y violente en su dignidad al dependiente y, que este, sometido generalmente por la necesidad, acepte el atropello a su dignidad e integridad.
Las recientes imágenes difundidas en directo y en horario estelar ayer en Megavisión, en el programa “Mucho Gusto”, no causaron exactamente mucho gusto a las audiencias y menos al trabajador, el camarógrafo José Miranda, a quien en público y en vivo y en directo, se le cortó un mechón bastante largo de su pelo, en contra de su voluntad y en medio de la burla del animador y autor del abuso, José Miguel Viñuela y sus coanimadoras, que nada hicieron por impedir el maltrato laboral y el atropello a la dignidad del trabajador.
Pareciera que algunos no han entendido que uno de los pilares que sustentaron la movilización social del 18 de Octubre pasado, fue, exactamente, recuperar la dignidad de las personas, entre ellos la de los trabajadores.
Lo de Viñuela, sin embargo, no es único en esta materia de abusos laborales. Hace unos meses se conoció el caso de un empresario argentino que por años abusó de un trabajador, maltratándolo en público, e incluso vejándolo sexualmente. Parecía increíble que, un hombre mayor de edad permitiera tal vituperio, sin embargo, durante el juicio y en la doctrina médica psiquiátrica, la necesidad, la vergüenza y otros traumas, llevan a las personas a aceptar y hasta justificar al agresor, de lo que este se aprovecha, para continuar con su fechoría.
Lo que sí cuesta creer, es que un Presidente de la República, en un acto oficial y frente a todo el país, hiciera exactamente lo mismo que hoy se repudia a Viñuela, cortarle el pelo, sin su consentimiento, a una funcionaria pública de su confianza, la entonces Intendenta de Santiago y actual ministra vocera, Karla Rubilar.
Hace casi exactamente un año, a fines de julio de 2019, en plena inauguración de las nuevas oficinas de la Dirección de Extranjería y Migración, Pilera se salió de protocolo (para variar), y antes de cortar la tradicional cinta tricolor, le quitó un mechón de cabello a la intendenta de Santiago, ante la mirada atónita y cómplice de varias autoridades presentes, entre ellos el exministro del Interior Andrés Chadwick, quien lo guardó en su chaqueta y quien posteriormente fuera condenado constitucionalmente.
Tras el inédito y vergonzoso hecho que recorrió el mundo entero, Piñera fue acusado de abuso de poder en redes sociales debido a que invadió la intimidad de la intendenta, quien se limitó a reírse mientras su jefe le cortaba el pelo en una actividad oficial. Tan abusivo resulto, que la ex ministra del Sernam (2006-2009), Laura Albornoz, señaló: “No entiendo cómo la intendenta Karla Rubilar le aguantó semejante imbecilidad”.
Mientras las autoridades no entiendan que deben poner fin a las humillaciones y abusos de poder, difícilmente algunos deschavetados dejarán de demostrar su circunstancial supremacía sobre sus dependientes.
La dignidad humana es el derecho que tenemos todos los seres humanos a ser valorados como sujetos individuales y sociales, con nuestras características particulares, por el simple hecho de ser personas. La dignidad supone, además, el derecho a ser nosotros mismos y a sentirnos realizados, lo que se manifiesta en la posibilidad de elegir una profesión, expresar nuestras ideas y respetar a los demás.
Se oponen a la dignidad aspectos como los tratos humillantes, la discriminación en todas sus facetas o la desigualdad. Hoy Viñuela, ayer Larrosa y Piñera violaron el derecho a la propia imagen… Y después dicen que “no la vieron venir”.