Oh I'm just counting

Los Chile(s) en pugna. Por Alejandro Führer, Fundación por la Democracia


Hay un Chile que lidera la inserción de las energías renovables en América Latina, dando un ejemplo que asombra a países desarrollados y expertos a escala global.

Se deben estar preguntando, cómo este país, tan al sur del mundo, es capaz de transformar su matriz energética de esa manera y en tan poco tiempo.

Cómo pasaron de una conversación sobre energía en los años noventa, marcada por el carbón y el gas (incluso la energía nuclear), a otra dominada por la energía solar, eólica y últimamente por el hidrógeno verde.

Es un Chile que parece avanzar a la velocidad de un tigre, como esa recordada imagen de los años noventa. En 10 años, el porcentaje de fuentes renovables, casi se duplicó, llegando a un 62%. Un salto acrobático y gigantesco.

Pero, hay más.

En la actualidad, nuestro país tiene más buses eléctricos que Finlandia, Suecia y Dinamarca. Hoy, muchos habitantes alejados del centro de Santiago, viajan en buses no contaminantes, con aire acondicionado, WiFi y que no generan ruido.

Con conductores con un sueldo fijo. Con seguridad social. Con un sindicato. Si lo comparo con la forma en que yo viajaba cuando me dirigía al liceo o la universidad, el cambio es simplemente asombroso.

En 2023 se logró una cifra histórica de ventas de vehículos eléctricos cercana a las 1.500 unidades. En este mismo año, un 46% de los buses vendidos en Chile fueron eléctricos. Solo en el mes de mayo de 2024 se vendieron 1.364 unidades de vehículos alimentados con nuevas energías.

En la pandemia, tuvimos también un admirable desempeño, cuando se trató de asegurar respiradores y vacunas para los habitantes de nuestro país. También hay galardones mundiales por este resultado y en algún momento de esa crisis global, nuestros modestos consultorios y centros de salud vacunaban a la misma velocidad que lo hacía EEUU y Canadá.

Y hay más. Más innovadores haciendo cosas fabulosas. Emprendedores corriendo nuevos riesgos. Investigadores buscando exoplanetas desde los telescopios más grandes de la tierra instalados en el norte de nuestro país. Con una velocidad de internet de las más altas del planeta, que nos sitúa junto a Singapur y Hong Kong.

Son logros extraordinarios.
Pero está el otro país. Un Chile con nuevas amenazas y aquellas que nos acompañan desde hace demasiado tiempo.

¿Cuáles son las nuevas amenazas? Qué duda cabe: el crimen organizado, el narco con su rastro de violencia, con bandas infestando de armas a sectores populares.

Asesinando a mansalva. Matándose entre ellos cuando llega la noche, en la misma plaza donde transitan escolares en el día.
Desde el regreso a la democracia en 1990, nunca en Chile habíamos tenido tanto miedo. Así lo demuestra el Índice de Paz Ciudadana, que constata que un 30,5% de la población experimenta un alto temor a la delincuencia, el más alto desde quese tiene registro. Con una tasa de homicidios que crece aceleradamente desde un 4,5 en 2018 a un 6,7 en 2022: una alza alarmante para nuestros estándares de seguridad.

Pero también están las viejas amenazas, esas que nos acompañan desde hace rato. Son las más difíciles, porque son las que no queremos ver. Cerramos los ojos.

Nos inventamos fábulas de crecimiento. Riesgo país e inversiones históricas. Mientras una escuela de Lo Espejo no asegura una educación de calidad a nuestros jóvenes y no movemos la aguja imperturbable de la distribución de ingresos.

Todavía, más de un millón de chilenos y chilenas, viven bajo la línea de la pobreza, con un PIB per cápita que este año superará los 31 mil dólares.

Cuando veo el futuro de Chile, veo una profunda bifurcación. Dos caminos que nos llevan a lugares distintos. Uno que nos pone al lado de EEUU, Suecia y Singapur, y el otro, en cambio, que nos regresa pesadamente al tercer mundo, allí donde los países aún luchan por salir del subdesarrollo.

Tenemos una democracia con antiguos dilemas de cohesión y con urgentes desafíos en seguridad. Pero con sorprendentes resultados en otras dimensiones, que deben alentar nuestro entusiasmo. Necesitamos armonizar ambos impulsos,
acortar la brecha. Juntar el talento que se expande y agrandar el bienestar compartido. Crecer juntos. Fortalecer nuestro sentido de pertenencia. Hay que acelerar aprendizajes. Hay que perseverar y atreverse.