Oh I'm just counting

Meditación otoñal: Por Jorge Orellana, Ingeniero, escritor y maratonista

- ¿Cuándo, la enseñanza de los clásicos dejó de ser obligatoria? – se preguntó Marcial meditando en un banco de la plaza avecindado al río. Idealmente - pensó, nadie debería obligar a alguien, pero… aunque ese verbo debería ser erradicado del vocabulario, el carácter insustituible de los clásicos revive la obligación de eternizarlos; subsiste en ellos todo cuanto hemos vivido, lo que estamos viviendo y lo que viviremos y su lectura nos revela tantos misterios. Como en los sueños, en la buena literatura se confunde realidad y ficción. Pálidos rayos de tibieza y dolor caían sobre los guijarros del imperecedero cauce acentuando la bruma de la tarde.

En la imagen de armonía, las hojas resecas emulaban a la muerte y la luz, evadiéndose, difundía también sus señeros mensajes de muerte. La vida, como al término de un día cualquiera, está siendo consumida por la muerte –caviló Marcial y observó que un poco más allá, la silueta de los hombres avanzaba pensando que, perpetuo, su tiempo no se extinguiría, sin advertir su decadencia y sin alzar la vista al cielo para reverenciar a los astros inmortales.

¿Se equivocan creyendo que solo existen los jóvenes? –siguió meditando Marcial, o… ¿Será que solo la audacia representa coraje? Es verdad que la audacia propone escenarios optimistas, pero la experiencia y el tiempo, suelen encauzarla hacia la prudencia. La Ministra de Justicia –sonrió compasivo, yendo de la audacia a la imprudencia, no reconoció en una entrevista la condición de asesino de un preso y como el gobierno no la respaldó, tuvo que recular.

¡Transmite confusión alguien que debe ofrecer certezas! Pareciera –concluyó Marcial, como si se hubiera propagado una inhóspita raza de jóvenes liberados de algo anacrónico, pertenecientes a un tiempo demasiado sentimental y pasado de moda, que cargan con un aroma de insolencia y algo de vulgaridad, y sus maneras y gestos, los sitúan en un plano de superioridad. Todo lo nuevo es tratado con cortesía, mientras que la mirada vieja es considerada envilecida por la complacencia.

¿No atenta contra la sabiduría tanto desprecio por la vejez? ¡Ay otoño!… el aire de mayo todo lo endulza; prevalece una mezcla de pena y alegría que infunde una amable calidez al alma; me aíslo, me aparto del mundo, como si dejara de ser parte de esta sociedad; como si se hubiera iniciado para mí, el rito de mi alejamiento… ¡Ay otoño! -¿Qué hace aquí don Marcial? –interrumpió Simón su cavilación ¿Tomando caldo de cabeza otra vez? –celebró riendo su salida ante el desconcierto del viejo que, descubierto en su dolor, solo sonrió abochornado. -Comparaba la depresión de un amigo con el desastre al que algunos tratan de arrastrar el país, ante la indolencia de otros.

Déjese de cuentos don Marci –fue la inclemente respuesta ¡No dramatice! Acabo de saber que una gran empresaria retiró del país 300 millones de dólares ¿Se da cuenta? Lo que hay que tener para llevarse ese dineral. -¿Qué habrías hecho tú? –lo retó el viejo. -¡Muy simple! –dijo, adoptando un tono de acritud y solemnidad. Lo estuve pensando y determiné que de esa fortuna, me habría llevado un tercio, con lo cual, gastando un millón de dólares al año, tendría para trecientos… con franqueza –rio, no creo que pueda gastar ni vivir tanto.

-¿Y con el resto? - Repartiría cien millones entre mi familia y amigos, con la condición de que nunca fueran a pedirme algo; y el saldo, lo donaría al gobierno. Al final de su vida laboral, los empresarios japoneses en alguna época, entregaban su fortuna al Estado, optando por vivir con lo mínimo. -¡Bello gesto el de los japoneses! Entienden que al final del juego de la vida, la acumulación de dinero pierde sentido, pero…, no eres tú, al arbitrio, el llamado a repartir los bienes que otros han obtenido legítimamente - se burló Marcial con ironía.

He oído que el CAE, una promesa de campaña, se cumplirá solo para quienes alcancen los recursos. El defecto Simón, no es ser incapaz de generar recursos, el defecto es tener la soberbia de no reconocer la habilidad de los que sí saben hacerlo. -Se debe controlar la salida de capitales –insistió Simón- el gobierno, por problemas ideológicos, no se atreve a impedir el retiro de dólares. El Banco Central debe vender dólares para bajar su precio, de esa forma controlará la inflación y no como lo están haciendo, a través del temerario aumento de la tasa de interés, que traerá desempleo y estancamiento económico.

-¿Crees que al gobierno le falta coraje? -¡Por supuesto! Este gobierno va a continuar la política de la concertación, señal que quedó clara al nombrar Ministro de Hacienda a una persona que comparte la errada política económica que solo favorece a los grandes grupos de poder. -¿Qué le aconsejarías al Ministro? -Negociar con las cadenas distribuidoras de alimentos y congelar el precio de ciertos productos básicos; frenar con urgencia la salida de capitales, hay un gobierno de izquierda y una Constitución que creo que se aprobará con rasgos que pone muy nerviosos a los ricos. -¿No te parece que estás yendo demasiado rápido? El inversionista chileno –continuó sin hacer caso, es político e ideologizado y actúa en base a factores inventados.

Hay que oponerse a la salida de recursos, gravándolos con fuertes impuestos, y detener el alza del dólar. Es grotesco que un país tan miserable suba las tasas de interés para frenar la inflación, algo que solo producirá recesión. Marcial pensó perplejo que, el cambio de prudencia en el discurso de Simón tenía relación con la influencia que, en su pensamiento, estaba teniendo Sayen, y quiso continuar el diálogo, pero sorpresivamente, mirando la hora, Simón se levantó y aduciendo que en casa lo esperaba su novia, se marchó apresurado, y Marcial dudó: ¿Será Sayén la novia que, sin la abuela, ahora lo visita en su casa? Lo observó alejarse libertino, mientras él retornaba a sus amargas conjeturas…

En frenética danza, sintió que el mundo giraba enloquecido… El enjambre humano reveló su inefable horror en la estampida del tráfico… Lo aterró la indolencia con que la ciudad golpea insignificantes vidas y degrada rostros… La muchedumbre se levantó como una ola incesante, lenta y sinuosa como un enorme reptil… Tuvo la impresión de conocer a todos aquellos seres y de beber de todos ellos la sustancia cálida que reposaba en sus almas… Soñó que la masa de rostros sombríos y anodinos, era tocada por la virtud de la mágica luz de mayo y resplandecía en ella una jubilosa esperanza…

Observó los montes del poniente, regocijado en la belleza de la tarde y un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo y lo abrumó un abismal silencio… Su mente se extendió buscando el piadoso refugio del alma… Advirtió una figura extraña, se levantó, y se marchó susurrando: Sufres y te esfuerzas, albergas esperanzas y logras éxitos o fracasos, con la maravillosa armonía de la naturaleza a tu lado, hasta que, artera, la muerte te aniquila en un instante.