El hombre de hoy no admira el reflejo
de su antecesor en un espejo, ¡Es un sabelotodo! Le
da lo mismo repetir sus errores y como Narciso, solo
admira en la fuente el reflejo de su propia imagen
-Respondió Marcial al autor.
-Los procesos -si al aplicarlos, se quiere
evitar revoluciones sangrientas- tienen ajustes,
avances y retrocesos, y el país, está viviendo aquello
–Dijo Simón con tono apacible.
-Lo que siempre me ha impresionado
–Comentó el autor- es que, habiendo sido tan
reciente el drama español nos hubiéramos empeña-
do en replicar aquí sus errores sin meditar en sus
consecuencias...
-¡Arriba Azaña, arriba España! –Gritó
Marcial con desprecio, y añadió –los políticos
españoles no hicieron nada por detener el quiebre
que estalló con el asesinato de Calvo Sotelo. Imper-
turbable, España no se conmovió con el deterioro
de la relación entre los hombres; los hermanos se
ubicaron en bandos distintos; la desconfianza
imperó en el trabajo y los camaradas no se notifica-
ron secretos que, abrasivos, quemaron sus almas; en
la escuela, la disputa subió de tono y se extendió
hasta la agresión; en la calle, reinó la intolerancia y
los políticos, no se afanaron en descomprimir el
clima de presión que habían provocado ¡Al revés!
avivaron los fuegos y el odio desembocó en una
trágica guerra civil, y… los sobrevivientes, tuvieron
que contar casi un millón de muertos… ¡Lo mismo
pudo ocurrirnos! Después de todo… ¡Fuimos
afortunados!
-¡Qué mierda! –Reaccionó Simón furioso-
Entonces ¡¿Debemos agradecer a los milicos por el
golpe?!
-¡No es eso! Había tal presión que por
alguna parte tenía que reventar, y… fue una suerte
que no hubiera tantos muertos.
¡¿No le parece que para un deudo un
muerto es igual a mil?!
-¡Eso es una falacia! –Gritó el viejo
exasperado- Un argumento que sin serlo, parece
válido, y que se utiliza cuando no se tiene evidencia.
Cada muerto representa una montaña de dolor,
pero… ¡Dos muertos duplican el dolor! Y… Seguir
aumentando las muertes es hacer el dolor inextingui-
ble.
-¡Nunca terminarán de discutir! –Insistió
el autor- Me interesa debatir las causas… pero fue
interrumpido por Marcial.
-¿Se puede hablar del golpe sin indagar en
el quebranto al que el país había llegado? ¿Es
razonable cargar toda la culpa a los militares y
suponerles un interés previo por hacerse del poder?
¿No fuimos testigos -quienes vivimos la tragedia- de
presenciar a la ciudadanía arrojando maíz en los
cuarteles, y tratar a los militares de gallinas por no
intervenir?
-No lo viví, es cierto –Respondió Simón
sosegado- pero nadie discute la intervención extran
jera y menos, que los milicos fueron implacables y
que, actuaron con deslealtad, brutalidad para aplicar
la fuerza y, sin el menor respeto por los derechos
humanos.
-Quizás Simón –Argumentó Marcial- el
problema está en que desconoces la lógica militar,
tan distinta de la civil. Si te introdujeras en sus
cerebros, tal vez aceptarías que, la estrategia militar
de ese día, fue -salvo la muerte de Allende-
plenamente exitosa. El rápido control de la situación
evitó un innecesario derramamiento de sangre.
Conscientes de que habría muertos, el objetivo fue
minimizarlos, y su lógica, barrer con el adversario.
¿No es acaso aquello lo que enseñan las escuelas
militares? El problema estuvo en convocarlos, desde
que se los invitó a asumir ministerios…
-Tienen razón ambos -habló el autor. Nunca es
aceptable la violación de derechos humanos… sin
justificarlo, pero buscando explicaciones, el golpe
fue una de las tantas respuestas posibles a la crisis; la
peor, habría sido una guerra civil; temprano, nos
dimos cuenta de que era inevitable una salida violen-
ta; temerosos, esperábamos el desenlace que aventu-
raba cada ruido extraño o cada grito inoportuno
proveniente de la hostilidad creciente de las noches.
-Me decepciona Orellana, acaba
justificando el golpe. Defraudado es como me hace
sentir ¡La democracia no debe transarse jamás!
-¿Es la mayoría de votos la que la
legitima? o ¿Es la trasgresión a las normas del
derecho la que la ilegitima? –Respondió Marcial ¿En
qué circunstancia la voluntad popular declara
inadmisible la gestión de un mandatario?
- El respeto a la democracia –Replicó el
joven- exige reverenciar incluso un gobierno incom-
petente; si no fuera así; con el argumento con que se
saca a un gobierno, se podría extender el período de
otro mejor evaluado.
-Tienes razón –Aceptó el viejo, el pueblo
es el soberano superior, y en esa oportunidad había
llegado al límite de su tolerancia. ¡Exigía una salida!
-Sus ideas –Dijo el autor- representan los extremos
del pensamiento. Es irrenunciable función de un
líder prever la crisis y evitarla; en esa época, los
grandes líderes militaban en el centro político y, ante
su fracaso de parlamentar con Allende, optaron
–salvo el honorable grupo de los 13- por apoyar el
golpe, desahuciando al gobierno. Justo, dos meses
antes del golpe, el Presidente del PDC, expresaba
ante el Senado: No seríamos francos al silenciar el hecho de
que todos aquí sabemos, que la mayoría de nuestros
compatriotas ha perdido la fe en la solución democrática para
la crisis. Ni nuestra devoción democrática ni nuestro espíritu
constitucionalista, servirá al gobierno de amparo para sus
desbordes.
Esperanzados, otorgaron a los militares la
legitimidad que requerían. Y… lo lamentarían: Al
acudir a presentar sus credenciales al nuevo gobier-
no recibieron un brutal desprecio del dictador que
aborrecía a los políticos y que, a poco andar, le
encontró gusto al poder y en su afán de perpetuarse,
sacó a relucir su desquiciada lógica de anular a todo
opositor, incurriendo en actos aberrantes para
cualquier cultura civilizada.
Mientras tanto, los mismos políticos que
prestos, donaron sus joyas para la reconstrucción del
país, esperanzados en recuperar el poder luego de un
breve tránsito del gobierno militar, advirtieron con
horror su magno error, e iniciaron resignados
-exilios incluidos- una débil resistencia que aumentó
en respuesta a los abusos… Hoy, declaran lo que no
supieron ver: no son comparables los errores de la UP con
los horrores de la dictadura.
-¡Es verdad! –Interrumpió Simón-
¡Soltaron la bestia que no controlaron! aparecieron
cuerpos en el río; surgieron centros de reclusión y
tortura; la DINA impuso represión y terror; se
amedrentó a la población; la justicia hizo vista gorda,
y; se asesinó a prominentes personajes por poner en
riesgo la estabilidad de la dictadura.
Se ha instalado en algunos intelectuales e
historiadores de izquierda –Dijo el autor- la extraña
idea de no interesarse en buscar la explicación del
golpe en gobiernos que lo antecedieron, y en el del
propio Allende, tal vez porque los inestimables
anhelos de éste, contenían un hermoso sueño de
igualdad humana que, sin embargo, al enfrentarse
con el pecado original (esencia del hombre) no pasó de
ser un delirante espejismo.
Quienes se niegan a discutirlo, instauran
el negacionismo: rechazo de un suceso histórico o, una
evidencia que crea malestar, en que se conspira para ocultar la
verdad, y con inaceptable sesgo, se lo imponen a todo
el que intenta descubrir las causas del quiebre.
-Ocurre –Encaró Simón al autor- que eso
que usted llama sesgo, no es otra cosa que el dolor
de las víctimas, que fueron solo de un lado.
-No es así –Respondió el autor- Víctimas
hubo en todos lados, porque cada muerte violenta,
hiere el alma de todo ser sensible… Conocí hace años a
un joven que, al aludir en nuestras conversaciones al período
posterior al golpe, guardaba silencio, y en apariencia,
desinteresado, se retiraba raudo. En una ocasión, por beber en
exceso, se le soltó la lengua y confesó que el golpe lo había
sorprendido en el ejército, cumpliendo su servicio militar en un
pueblo nortino. Había en el recinto detenidos políticos con los
que jugaban al fútbol. Un día, desde un helicóptero, bajó una
comitiva de oficiales al mando de un rudo general. El ambien-
te se espesó. El comandante, pálido y desencajado, convocó esa
tarde a su compañía y les ordenó fusilar a un grupo de presos.
¿Por qué no te opusiste? Le pregunté. ¡Por miedo! –Me
contestó llorando- y mi temor –balbuceó- es enfrentar cada
noche, cuando mi amigo del fútbol me observa con el rostro
cargado de perplejidad.
Domingo 9 de Julio, 2023
Ingeniero de la PUC, escritor y maratonista. En sus
textos busca aúnar tres de las esencias del ser; el cuerpo,
la mente y el alma.
Segunda Parte
Continuará en la siguiente