Oh I'm just counting

Negación Tercera Parte. Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

Tercera Parte

¡Soltaron a la bestia! –Dijo Marcial, después de oír el relato del conscripto y, sin hacer
acotaciones, retomó el anterior comentario denSimón. ¡Cómo te refieres a Pinochet! El pueblo, al
que tratas tan pródigamente, se convierte a veces en populacho y reclama solo riqueza material. En
palabras de Quevedo: Poderoso caballero es don dinero… Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi
amado, y… el gobernante que no lo aprecie así, perderá la gracia del soberano pueblo.
-¿Desconfía de la sabiduría del pueblo y piensa que, voluble, la ciudadanía está dispuesta a
venderse?


-¡Por supuesto! El pueblo obedece a un líder, y si éste no existe, a la deriva, la masa avanza
con la simpleza de la chusma. ¿De nobleza? ¡No me hables! El hombre en grupo actúa como un tropel
de bestias.


-El mérito de Allende fue nunca renunciar al sueño de lograr la igualdad entre los hombres.


-¡Cierto!… fue un digno y hermoso sueño, pero… ¡Utópico! De manera irresponsable fabricó dinero desatando una inflación galopante, luego, desconcertado, esperó que la improductividad y la oposición acabaran pasándole la cuenta…
Mil días de fiesta, excesos y violencia en aumento, para recalar… en las mazmorras mismas del
infierno.


-Efectivamente –Intervino el autor, las crisis económicas botan gobiernos. Con harta indiferencia por los excesos del régimen, la ciudadanía, desde los suburbios, inició una serie de protestas que fortalecieron a la oposición de la dictadura.
Los políticos no están exentos de la fatuidad; al vencer, estalla en ego y reconocen la sabiduría del
pueblo…


-¡Si Pinochet! –Interrumpió Marcialhubiera llamado a elecciones el año 77, con él de candidato, habría triunfado, porque las cuentas del país iban bien; las tiendas se habían cansado de vender televisores y, seguro de su éxito, había
prometido auto para todos. La gente, salvo algunos, andaba feliz y la UP, no era más que un mal recuerdo.
-¿Para qué sirve el dinero en exceso?


–Preguntó Simón- ¿Por qué resulta tan atractivo? ¿Cómo influye el dinero en la felicidad?


-Como el tiempo, el dinero tiene una dimensión distinta para cada uno. ¿Te imaginas que
alguien confiable te asegurara a ti, y a Marcial, que les restan solo dos años de vida? Recién empiezas a
beber del sorprendente elixir de la vida, mientras Marcial, con curiosidad que ronda en la impaciencia, se acerca a develar el impenetrable y gran misterio de la vida. El valor del tiempo es diferente para cada uno, pero en ambos casos, el dinero adquiere mayor importancia para aprovechar mejor el tiempo que les reste.


-En La Muerte Feliz, de Camus –Replicó Marcial a Simón- Zagreus, inválido al que matará
Mersault, ante una pregunta similar, responde: Estoy seguro que no se puede ser feliz sin dinero. En ciertos seres
destacados un esnobismo espiritual les hace creer que el dinero no hace falta para ser feliz. Gastamos nuestra vida en ganar dinero, cuando lo lógico sería ganar tiempo por dinero.

¡Es lo importante! La mayoría de los hombres no tiene ningún sentido de la felicidad. Tener dinero es tener tiempo, el tiempo se compra ¡Todo se compra! Y ante el expectante silencio de los otros –continuó Marcial narrando con su
voz, el relato de Zagreus: A los veinticinco años empecé mi fortuna. No retrocedí ante la estafa. No hubiera
retrocedido ante nada. En unos años alcancé mi riqueza -y reflexionó, hasta añadir sigiloso- la vida que hubiera
tenido, Mersault, sin el terrible accidente que se llevó mis piernas… y ahora, fue Marcial quien se quedó
reflexionando.


-En términos colectivos –Dijo el autor- la actitud del hombre es sombría; de otra forma ¿Cómo explicar
una guerra o el hambre de un continente? Si le preguntas a las personas, cada una, en resplandeciente destello individual, probablemente repudiará la guerra y aceptará la ayuda a África para vencer el hambre, pero… La lógica individual reconoce algo que, en la indolencia colectiva, se desvanece, porque el agobio que la ciudad impone a la masa, en su crecimiento ruinoso, arrasa con la conciencia del ser y, como locomotora descontrolada, se cierne avasalladora sobre los valores que erosionan la moral del hombre, deshumanizándolo.


Hace poco –comentó Marcial, supe de una amiga que: después de sufrir un incendio en su casa, fue incitada por su jefe, hasta ahí un honorable señor, a firmar por él, la venta de un terreno a un precio muy por debajo del real, lo que se traduciría en el pago a ella de una suma atractiva, aunque bastante inferior a la del jefe.


Aunque este insistió, ella se negó y desconozco las consecuencias que aquello le reportará. Antes de separarnos, la felicité y le pregunté: ¿Cuál habría sido tu respuesta si en vez de la reparación de tu casa, tu necesidad hubiera involucrado la salud de un hijo? -Ah, respondió- en ese caso habría tenido que aceptar. En apariencia, aburrido del relato, Simón atacó:


-¿Cómo ha incidido el dinero en su felicidad?


-¡Vaya! Que pregunta Simón –Respondió el autor ante la sonrisa de Marcial- no la eludiré, aunque confieso que me provoca pudor: En las acciones de mi vida nunca tuve en vista el sentido material. 


Elegí mis actos de acuerdo a mis motivaciones, de forma intuitiva, y luego, racionalmente, hice lo posible por alcanzar
el objetivo propuesto.


El asunto, que ha operado con vaivenes, ha tenido un resultado exitoso, que con la edad ha venido a
complicarse, tal vez porque siempre gocé de una amplia libertad para emprender cada proyecto con que la vida me
sedujo.


Ahora, que el tiempo impiadoso me acosa, veo de la imprescindible selección de mis quehaceres futuros, como si
alguien frente a una excelsa biblioteca, ve que no podrá leer todos los volúmenes ante él, y que deberá privilegiar entre
ellos. He hecho lo que he querido y le agradezco a la vida. 


He tenido carácter, aunque siento que a cada paso flaquea, amenazando con difuminarse. Me espolea el
conflicto de elegir lo que haré. ¡Tan bella la vida y tan apasionante cada opción que me ofrece! Como Zagreus, creo
que tal vez, el dinero sirve solo para comprar la elección del tiempo que nos resta.


Salva al hombre su contacto con la naturaleza. Las grandes urbes no tienen árboles ni pájaros, o estos, al
confinarse en parques cerrados, se hallan ocultos, y hacen falta, porque son ellos quienes guían la ruta del hombre. En
los grandes centros urbanos el ser deambula como zombi, oyendo alarmantes bocinas y sirenas, irremisiblemente
perdidos, sin destino.


Solo en el villorrio se alcanza el impresionante estadio en que todo es igual a nada, pero…, la lucidez de ese
hallazgo es tan breve como la suspensión en el aire de un objeto que sube y se detiene por la acción de la gravedad, antes de volver a caer. Esa lucidez se logra cuando un nuevo amanecer nos deslumbra por su belleza y por la sorpresa que el nuevo día nos depara.


Dicho eso –Orellana se levantó y se dirigió al baño o, a atender un chat, y sus personajes se miraron con complicidad al advertir que disponían de absoluta libertad para “pelarlo”. -Este tipo es peligroso, debemos cuidarnos –Dijo
Marcial.


-Le juega en contra su rigidez. Como todo el que anhela descubrirlo todo, terminará volviéndose loco.


-¡Claro! La esencia de la vida se compone de secretos y milagros imposibles de descifrar y debemos aceptar esa limitación.


-¿Hay un límite para detener la inquietud del conocimiento? 
-Claro, ir más allá es soberbia. Hay materias que se reservan a Dios. -Y… ¿Usted cree...?


-No hay duda –Interrumpió el viejo-. Se pasó de la raya y nos complicará, no aceptaremos
que haga con nosotros lo que se le antoje. -¡Cuidado! Que ahí regresa.


-¿En qué están? –Preguntó el autor, y ambos se miraron atemorizados.
-Debatíamos…, respondió ambiguamente Marcial. 


-¡No mientan! Al ser vuestro creador conozco sus pensamientos, y sé de qué hablaban.
¿Me creen loco, interdicto? –Rio burlón- ¡No! Me defiendo, y para que entiendan, voy a contarles mi
historia con los árboles…

Continuará en la siguiente edición