Su historia de drama y superación dio la vuelta al mundo, y hoy vuelve a cobrar tristemente protagonismo. Malala Yousafzai, la joven pakistaní de 24 años que a los 15 sufrió un atentado talibán por defender los derechos de las mujeres en su país, ha hablado.
Mientras los talibán se tomaban Kabul y declaraban el fin de la guerra en Afganistán, Yousafzai —premio Nobel de la Paz en 2014— ha alertado en Twitter de lo que puede ocurrir a los afganos bajo el control talibán, y ha alzado la voz para pedir apoyo a la comunidad internacional.
“Estamos viendo consternados cómo los talibán toman el control de Afganistán. Estoy profundamente preocupada por las mujeres, las minorías y los defensores de los derechos humanos. Los poderes internacionales, regionales y locales deben pedir un inmediato alto el fuego, dar ayuda humanitaria urgente y proteger a los refugiados y civiles”, ha escrito la joven.
La población afgana no puede ocultar su pánico, y en las últimas horas el aeropuerto y las principales carreteras de Kabul se han visto colapsados ante la cantidad de gente que pretende huir.
La historia de Malala, y la de tantas otras mujeres, resuena todavía hoy. Si Malala se hizo activista en favor de los derechos civiles y los derechos de las mujeres fue porque los talibán prohibieron la asistencia de las niñas a la escuela en su región de Pakistán.
“¿Cómo se atreven los talibanes a quitar mi derecho básico a la educación?”, lanzó Yousafzai en 2008, en un discurso que fue recogido por la prensa de toda la región del valle de Swat.
Cuatro años más tarde, cuando la joven iba en su autobús escolar, un hombre armado se subió y preguntó por ella, llamándola por su nombre. Entonces se dirigió hacia ella y le disparó tres veces con una pistola. Una de las balas le dio en la frente y atravesó su hombro. La joven quedó inconsciente y en estado crítico varios días, hasta que pudo ser trasladada a un hospital de Birmingham, en Reino Unido, donde ahora estudia y reside.