El factor de riesgo más importante para adquirir alguna enfermedad grave es la edad avanzada.
En las cardiopatías, el cáncer, los derrames, las enfermedades neurológicas y la diabetes, esa posibilidad aumenta a medida que avanzan los años. Además, entre mayor sea la persona, es más probable que padezca más de una enfermedad crónica.
Los científicos esperan algún día poder tratar todos esos padecimientos de manera simultánea, enfocándose en la vejez.
Los humanos no estamos hechos para vivir eternamente. La persona más longeva de la que se tiene registro es Jeanne Calment, una francesa que murió en 1997 a los 122 años. En 2040, el promedio de vida en España, que se espera superará a Japón como el país con los ciudadanos más longevos, será de 86 años, aproximadamente.
Sin embargo, hay controversias significativas sobre cuánto tiempo podrían vivir los humanos si las circunstancias son óptimas. En 2016, un equipo de científicos declaró que el límite máximo de edad es de 115 años. Pero en junio, un grupo de investigadores que estudiaba las tasas de mortalidad de los italianos de la tercera edad sugirió que quizá no haya ningún límite.
A partir de estudios realizados en animales durante las últimas décadas, los científicos han comenzado a entender los procesos celulares y moleculares específicos que con el paso de los años causan el deterioro.
En un ensayo publicado el mes pasado en la revista JAMA, Tamara Tchkonia y James Kirkland de la Clínica Mayo categorizaron estos procesos dentro de cuatro amplios grupos: inflamación crónica; disfunción celular; cambios en las células madre que les impiden regenerar el tejido y senescencia celular (la acumulación en el tejido de células envejecidas que acompaña a la aparición de enfermedades).
Los investigadores han descubierto que las células viejas secretan proteínas, lípidos y otras sustancias que aumentan la inflamación y la destrucción del tejido. En un experimento realizado en ratones, los investigadores demostraron que trasplantar estas células a las articulaciones de las rodillas de animales sanos causa una enfermedad muy parecida a la osteoartritis en los humanos.
Las personas sanas y jóvenes tienen pocas de estas células envejecidas, pero después de los 60 años empiezan a acumularse y una mayor cantidad de estas está relacionada con la aparición de discapacidades en la tercera edad.
¿Podría haber un remedio que elimine estas células viejas y deje las jóvenes? Con este fin, varios se están poniendo a prueba.
En otro experimento con ratones, se encontró que las células viejas son susceptibles a una combinación de dos medicamentos: el dasatinib, para el cáncer, y la quercetina, un flavonoide presente en vegetales. En ratones viejos, estos fármacos mejoraron la función cardíaca y su capacidad para ejercitarse, retardaron síntomas de osteoporosis y prolongaron una edad madura más sana.
Algunos medicamentos que ya se aprobaron para otros fines se encuentran en ensayos clínicos para usarse como “senolíticos”, nombre actual de los fármacos que matan células viejas.
Nir Barzilai, profesor de Medicina en la Escuela de Medicina Albert Einstein, está planeando un estudio de metformina, un medicamento que desde hace 60 años se usa para tratar la diabetes y se ha demostrado que es eficaz contra diversas enfermedades relacionadas con el envejecimiento.
Si se recetan medicamentos para tratar la vejez, entonces, ¿la vejez también es una enfermedad? No, respondió Barzilai.
“Ni yo ni la Administración de Alimentos y Medicamentos estamos interesados en considerar el envejecimiento una enfermedad. Nuestra investigación se pensó para demostrar que podemos prevenir una serie de enfermedades relacionadas con la edad—cardiovasculares, cognitivas, cáncer—y, a la larga, repercutir en la mortalidad”.
Otro medicamento posible tiene que ver con una coenzima llamada nicotinamida adenina dinucleótido, o NAD. Funciona en la respiración celular, moviendo electrones hacia la mitocondria donde se produce la energía.
Cuando las personas envejecen, los niveles de NAD disminuyen a tal punto que no se detectan en la sangre de los mayores.
David A. Sinclair, profesor de Genética en Harvard, está trabajando en métodos para reabastecer esos niveles. En estudios con levadura, gusanos, moscas y ratones, se vio que “el reabastecimiento inmediato revierte algunos aspectos de la vejez”, afirmó. “Ahora se están haciendo ensayos clínicos en humanos”.
(El NAD ya se vende en tiendas naturistas, pero científicos como Barzilai dicen que no es una buena idea tomar un producto nutracéutico para alargar la vida —ni tampoco un medicamento establecido como la metformina— hasta que se tengan los datos del estudio clínico).
Un investigador en esta área que cuenta con muchas publicaciones, S. Jay Olshansky, profesor de epidemiología en la Universidad de Illinois en Chicago, dijo que hay un umbral máximo de vida, aproximadamente de 85 años.
“Algunas partes del cuerpo, como el cerebro, no están diseñadas para un uso prolongado”, explicó. “Estamos viendo las consecuencias de llevar la supervivencia al límite: el surgimiento de la enfermedad de Alzheimer, las demencias, los problemas de cadera y articulaciones, la pérdida de masa muscular”.
“Estas no son las consecuencias del fracaso, sino del éxito”, agregó. Olshansky defiende la idea de prolongar “la duración de la salud, no de la vida”.
Todos vamos a morir. Ningún científico serio cree en la inmortalidad. Pero a la vez, estamos más cerca que nunca de asegurarnos una vejez más saludable.
“Hay decenas de compañías que están realizando ensayos clínicos, o planeándolos, para tratar las distintas causas del envejecimiento”, sostuvo Sinclair. “Soy optimista y creo que en los próximos años habrá algunos triunfos”.