Oh I'm just counting

Rojo y Negro. Por Jorge Orellana Lavanderos escritor y maratonista

- ¿Se te aconcharon los meaos mierda? – Atacó un corpulento individuo a otro de esmirriada contextura, que portaba un tarro de pintura del que caían gotas rojas, y que tardíamente, al ver acercarse al energúmeno, se paralizó, temblando de pavor.
- ¡Toma conche´tu madre! – Lo insultó con procacidad, descargando sobre el improvisado pintor un golpe con la cadena de que iba premunido, y que, en su extremo, poseía una protuberancia que reventó la cabeza del malogrado, que desarticulado, cayó como un guiñapo, quedando inmóvil sobre la vereda.
La turba - que presenció lo ocurrido sin alcanzar a actuar - reaccionó de inmediato, y se abalanzó sobre el atacante, abatiéndolo en breve, hasta dejarlo convertido en una masa sanguinolenta, inerte, a unos pasos de su víctima, mientras el grupo escapaba de los carabineros que, al llegar al lugar desguarnecido, encontraron dos cuerpos exangües.
Sobresaltado por la pesadilla, y sudando copiosamente, desperté del sueño, abrumado y consciente de que respondía a mis temores de la víspera, cuando en actos vandálicos, manifestantes tiñeron de rojo la estatua de la plaza que durante la noche había sido restaurada por individuos vestidos de overoles blancos.

Faltan ocho días para el plebiscito y cuando salga esta columna el resultado de la consulta será conocido.

Agitado por las imágenes oníricas, intento a través del trote, contrarrestar, en la apacible mañana, el equilibrio perdido en el vandalismo y la violencia de la calle.
Concentrado en un impreciso punto del río atraen mi atención dos corredores mayores que me adelantan con facilidad.
Dialogan de política por lo que hago un esfuerzo para mantenerme cerca, a prudente distancia, para no importunarlos, pero alcanzar a oírlos.
Llamaré rojo (R) a uno de ellos, pues, en sus palabras, representa la utopía del imperecedero anhelo socialista, y al otro, negro (N), porque en su mensaje predomina el pesimismo.
Reproduzco el diálogo que escucho:
-R: Han vuelto los disturbios y parece que continuarán, porque luego de un año no ha habido cambios reales.
-N: Este ha sido un año infame, primero el estallido social con injustificada destrucción, luego la pandemia, y ahora: ¿Más destrucción?
-R: Para quien ha vivido tranquilo, acogido a una empresa que ha operado por años sin contratiempos, estos procesos son incomprensibles.
-N: Aceptando la urgente necesidad de cambios que planteas, no entiendo la forma en que se los quiere propiciar. ¡Destruyendo los recursos solo seremos más pobres!
-R: Es posible que haya que destruir para ser oído, y que aquello implique sacrificar bienes. Para que lo entiendas, analízalo como una inversión. Sin violencia ¡No habrá cambios!
-N: Me parece una idea maquiavélica y harto ajena a la democracia. Por un medio: la violencia, se persigue un fin: el cambio. ¡Qué lógica la tuya!
-R: No, ¡No es mía! Solo interpreto lo ocurrido, que sensibiliza el problema, y además desplaza el punto de negociación.
-N: Puede ser cierto, pero no me compro tu argumento. ¿Sacrificar algo por un logro? - con igual lógica - podrías justificar la violación de derechos.
-R: Tú y yo sabemos que los derechos se violan a cada rato, lo importante es que, si se hace, se beneficie el bien común.
-N: ¿Y quién determina el límite? Veo que, por efecto del estallido y la pandemia, retrocederemos años en la lucha contra la pobreza.
-R: Es verdad que todos seremos más pobres, y que esa pobreza afectará más a algunos, pero una nueva Constitución, redactada por ciudadanos, construirá las fundaciones para una sociedad más justa.
-N: ¿Es bueno partir de cero? ¿No se legitima la actual con la infinidad de cambios que se le hicieron? ¿Cuál es el real interés que anima sacrificar la anterior Constitución?
-R: Somos amigos. ¡Te confieso que algo de eso hay! Es bueno rebelarse contra el último bastión de la dictadura y contra quienes la apoyaron.
-N: ¿Se trata entonces de despilfarrar recursos y tiempo para reescribir la historia?
-R: ¡Significa que cambiaremos nuestra forma de relacionarnos! El énfasis estará en el ser humano. Se perderán algunos recursos, pero se abrirán las alamedas que darán paso a un hombre digno.
-N: ¿No has pensado que los dueños del capital podrían emigrar a un país cercano donde tal vez apreciarán las bondades neoliberales que ahora nos deben estar envidiando?
-R: ¡El neoliberalismo murió! ¡La inversión volverá! Tal vez sea un proceso lento, pero se sentarán bases para un desarrollo más justo. ¡Ese será el legado de esta generación!
-N: ¿No te convencen en nada los treinta años de progreso que vivimos después de la dictadura?
-R: Los gobiernos de derecha han sido y serán en este proceso una piedra en el zapato. Tal vez los primeros de la concertación cumplieron un propósito, pero los de la presidenta, padecieron de desidia e indolencia.
-N: Qué sombrío veo todo. No tengo buenos argumentos para aprobar, pero si voto rechazo, siento que, al día siguiente, las hordas quemarán el centro. ¡Estamos frente a un juego diabólico!
-R: Con buena disposición, esto pudo superarse hablando, pero al fin de cuentas, la vida no pasa de ser un juego que a veces nos gusta complicar.

Me di cuenta ahí que ya no podía seguirles el ritmo y los vi perderse. Abatido por la fatiga, me extasié con la fragancia de las flores y regresé observando maravillas que brotaban espontáneas. Antes de llegar a casa, la imagen de una joven madre halando un coche que cobijaba a un travieso niño de ojos inquietos, me devolvió el regocijo.
A la misma hora, miles de manifestantes se agrupaban - para conmemorar un año del estallido - en la plaza que se pobló de banderas, inequívoco símbolo que separa a los hombres y que carece de sentido cuando una familia no tiene sustento o techo para cobijarse. Porque… ¿Justifica el nacionalismo la xenofobia de la bandera? ¡No! Su espíritu nunca vencerá la conciencia de que constituimos una misma especie.

El rojo, acaricia el noble ideal de alcanzar una sociedad de hombres iguales, y el negro, plantea el ilusorio objetivo de que los dirigentes no secuestren la voluntad política de los ciudadanos, pero el conflicto económico induce el dominio que unos ejercen sobre los otros…

Alegre, persistió en la plaza la celebración por un largo rato, hasta que, desde la masa, aparecieron grupos que se enfrentaron por banderas, y con la sombra de la tarde irrumpieron vándalos que, aprovechando el despoblado de la calle desataron su ignominia, y ante el horror de la gente, quemaron iglesias y saquearon locales.


Nota: Esta columna se terminó de escribir el domingo 18 de octubre, un año después del estallido social y una semana antes del plebiscito.