Oh I'm just counting

Ojo con la "Generación Z": el nuevo dolor de cabeza de los profesores

Para variar el debate se ideologiza y se dividir entre los que aplauden la segmentación educativa y los que critican el producto estandarizado. Por Guillermo Arellano

Están entre nosotros y no son extraterrestres. Viven como usted y como yo rodeados de redes sociales, pero dentro de la nube virtual y no mirándola desde fuera. Y lo que es peor (o mejor), llegan a la salas de clases de la educación superior con contenidos que sus profesores ni siquiera han dictado.
 
Son los Zillennials, la “Generación Z”, jóvenes nacidos entre los ’90 y el inicio de los 2000, hijos de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC’s) y receptáculos de la red y de todos sus derivados, desde el impacto del módem que se conectaba al teléfono fijo hasta la fiebre de los smartphones.
 
Conceptualmente, como lo expresó en 2016 el director pedagógico de secundaria del colegio San Cristóbal de Castellón (España), Javier Rello, son “jóvenes multitarea, abiertos de mente, innovadores e impacientes”. Además, como agrega la diplomada mexicana Rubí Domínguez, “se encuentren bien identificados con las comunidades online y tienden a preocuparse por el medio ambiente y el futuro”.
 
Como se trata de un término en pleno desarrollo las definiciones son diversas: Generación V (Virtual), Generación C (Comunidad o Contenido), Generación de Internet e incluso Generación Google.
 
Si es por trazar una línea cronológica, antes de los Zillennials existieron los “Millennials”, quienes también nacieron al filo del siglo XX, pero dentro de un contexto marcado por la incertidumbre económica mundial. Previamente, tuvieron su momento los “Baby Boomers”, la “Generación X, la Generación Silenciosa y la “Generación Perdida”, todos nacidos desde mediados de los ’60 hasta los ’80.
 
De vuelta al presente, los expertos hablan de “Z1” (1990-2000), “Z2” (2005 en adelante) y “Google Kids (2010 en adelante).
 
 
Ciencia versus catálogo
 
Para no enredarnos con siglas y números, hágase la idea de que las comunidades educativas de los países más importantes del mundo están preocupadas de dos aspectos: la dispar relación que existe entre los aprendizajes básicos que se implementan en las escuelas para estudiantes que vienen híper tecnologizados desde la casa y los encargados de llevar a cabo este proceso. Es decir, los profesores de la “vieja guardia” y los educadores jóvenes pertenecientes a la Generación Z.
 
En el primer caso, el contraste es evidente y supone la exigencia que involucra adaptarse a las bondades cibernéticas y situarse a la par de los alumnos antes de pasar la materia en clase. En el segundo, la pega es doble porque incluye incorporar nuevas habilidades sociales dentro del mundo digital en el que se mueven los peques.
 
En Chile es un tema incipiente y mirado de lejos, como suele pasar en casi todas las tendencias, donde para variar el debate tiende a ideologizarse y dividirse entre los que aplauden la segmentación educativa y la novedad y los que critican el producto estandarizado y moldeado que termina saliendo de las aulas.
 
Javiera Arce, académica de la Universidad de Valparaíso, sostiene que “la educación es algo tan complejo que es imposible abordarlo por una sola persona, como pasaba con el clásico profesor de básica”.
 
“Esto va avanzando hacia especializaciones. Como todo en la vida, el conocimiento debe diversificarse, pero preguntándose cuál es el énfasis del sistema educativo chileno, que es otra cosa, y sobre qué está basado, por ejemplo estandarizaciones de prueba y otros elementos”, comentó a Cambio21.
 
“Ahora, que la Generación Z sea la que esté educando de forma más especializada no genera problema alguno. De hecho, las formas educativas también cambian. Ciertas personas están abiertas a nuevas metodologías de aprendizaje, como el ‘Método Montessori’ y otros de carácter significativo. Hay que darle no más”, insistió.
 
Al revés, el sociólogo y escritor Pablo Huneeus cree que “existe el aprendizaje de la ciencia y después tienes el aprendizaje de catálogo, que consiste en aprender cómo funcionan las cosas (computador), aunque lo importante es instruirse en la ciencia, que es la base de las cosas”.
 
“Lo que prima hoy es la enseñanza de catálogo sin que se entiendan los principios generales de la electrotécnica, física, matemáticas, etc. En simple, cómo operar ‘Gadgets’ tecnologizados (dispositivos con funciones específicas), pero sin dominar mucho la ciencia que te permite lograr descubrimientos”, expresó a este medio.
 
“Un niño puede aprender a unir una pieza con otra, pero de ahí a diseñar un nuevo tipo de motor o desarrollar productos para retroexcavadoras con elementos ingenieriles cuando crezca es algo muy escaso en el mundo. Armar y desarmar un notebook o cargar un software está copado. La producción de alimentos es lo que viene. Está. Agricultura urbana, cultivos hidropónicos y manejo de la tierra. Mira lo que vale una simple lechuga milanesa; un dólar a lo menos”, explicó.
 
Mirado socialmente, Rodrigo Tupper, gerente general de la Fundación Portas, plantea que más allá del empoderamiento generacional los jóvenes en la actualidad eligen “una profesión por vocación” y no se rigen “solamente en el aspecto económico como factor determinante”.
 
 
Para el exsacerdote, la vocación “tiene mucho que ver con quién uno es y quiere ser como persona y sentir amor hacia lo que uno hace o estudia”.
 
A su juicio, “la generación de jóvenes que está ingresando o estudiando en los primeros años de carrera de las universidades hoy aspira a trabajar en algo donde pueda disfrutar lo que hace y ser feliz, quiere encontrar o crear un empleo que vaya con su vocación y personalidad”.
 
Por cierto, se refiere a la Generación Z, “jóvenes más solidarios y realistas. Atrás quedaron los ‘yuppies’, chicos que sobrevaloraban lo material”.
 
¿Será por eso que algunos decidieron ponerse delantal e inculcarles valores a los rebeldes Google Kids?
 
Problemáticas identificadas
 
Verónica Magallanes es profesora de inglés desde 2011 y hoy enseña en un establecimiento ubicado en Lo Barnechea. Nos dice que el colegio “está completamente digitalizado con ‘Smart Boards’, computadores portátiles, etc.”, lo que tiende a complicar a sus colegas “de más edad, aunque hay algunos mayores que son secos”.
 
Esteban Espinoza, profesor practicante de Historia y Geografía en un recinto domiciliado en Las Condes, añade un ítem institucional que debería aplicarse en todas las aulas: “al inicio de cada clase los estudiantes dejan sus celulares dentro de una cajita y se les devuelve al final de la hora”.
 
“Además, se nos prohíbe que en conjunto con los niños de cuarto medio usemos los smartphones para buscar información o palabras para mejorar el vocabulario. Eso nos obliga a hacer cosas prácticas que superan el dictar y pasar materia. Los saco a actividades en terreno o llevo material audiovisual distinto al que puede sacarse de internet”, detalló.
 
Al otro lado de la medalla está Pamela Poloni, educadora diferencial de la Escuela D-334 Santa Julia (Achupallas), quien aclara que por mucho que se trate de una zona “súper vulnerable”, los niños “tienen acceso a la red y se manejan muy bien”.
 
“El tema son los profes. En el sistema público mucha gente de edad que no está actualizada y que no maneja herramientas tecnológicas. Los capacitan o se quedan como están. Sacarlos es imposible porque tienen esquemas rígidos”, cuestionó.
 
“Como programa específico del ministerio de Educación no hay nada instalado. Solo dentro de la planificación se recomienda usar de manera explícita las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) como uno de los objetivos de aprendizaje transversales de las bases curriculares, lo que demanda que el dominio y uso de estas metodologías se promueva de manera integrada al trabajo que se realiza al interior de cada asignatura”, añadió.
 
Diego Alonso, periodista y profesor de Lenguaje, nos expuso que “dentro de nuestra comunidad educativa no se ha abordado lo relativo a trabajar con un alumnado híper tecnologizado. Sí se han identificado varias problemáticas que esta situación conlleva”.
 
“Por lo mismo, se han entablado ciertas alianzas estratégicas con empresas y fundaciones, las que tras detectar las falencia  han elaborado material”, recalcó.
 
Desde el Estado, los programas de estudio presentados por el Mineduc proponen -para un curso de Cuarto Básico- “buscar, acceder y recolectar información en páginas web u otras fuentes, seleccionar información (examinando críticamente su relevancia y calidad), procesar y organizar datos (utilizando planillas de cálculo con distintos fines), crear, compartir e intercambiar información a través de las múltiples herramientas que ofrece internet y desarrollar y presentar información a través del uso de procesadores de texto, presentaciones (PowerPoint), gráficos, y herramientas y aplicaciones de imagen, audio y video”.
 
En cuanto a la implementación, se insta a “usar software y programas específicos para aprender y complementar los conceptos aprendidos en las diferentes asignaturas, respetar y asumir consideraciones éticas en el uso de las TIC’s (cuidado personal, respeto por otros y señalar las fuentes de información) y respetar las normas de uso y de seguridad”.
 
Potente fuerza laboral
 
Sea como sea, los integrantes de la Generación Z constituyen una potente porción del mercado de consumo aun estando en la escuela o en sus primeros años de remuneraciones.
 
Según un estudio de 2016 que efectuó la empresa de búsqueda de empleo Monster Worldwide (Estados Unidos) a más de dos mil personas entre 15 y 20 años, el 58% dijo que trabajaría de noche y los fines de semana por un salario mayor. Sin embargo, el 74% de ellos afirmó que el trabajo debería tener un propósito más importante que el dinero.
 
Manpower Group México llegó a otra conclusión gracias al informe “Trabajo para mí’”: el 40% de los candidatos a nivel global menciona la flexibilidad horaria, lo que incluye tener períodos sabáticos y descansos adicionales a las vacaciones. En Noruega la cifra llega al 47% y en Estados Unidos al 45%.
 
Por su parte, la Fundación Avanza Chile tomó los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y estimó que el año pasado casi 1 millón 900 mil jóvenes entre los 15 y 21 años (13,4% del total nacional) se encontró o buscando empleo.
 
Además, la entidad calculó que a contar de 2018 este segmento representará el 16,6% de la fuerza laboral y que en 2020 será del 19,6%.
 
Otro dato relevante: de acuerdo al informe “Chile 3D” de Adimark (2015), el 80% de los jóvenes entre 15 y 24 años tiene un Smartphone y el 98% tiene descargada alguna red social.
 
Por lo mismo, las empresas dedican tiempo y recursos en conocer sus hábitos y necesidades para cuando tengan que contratarlos. Una de ellas son las comunicaciones rápidas que ocupan en sus relaciones diarias, las que están basadas en mensajes cortos e íconos y símbolos, los que en muchos casos conspiran con la calidad de esos mensajes.