Oh I'm just counting

Tarde. Por Jorge Orellana Lavanderos, escritor y maratonista

Un sol reposado y voluptuoso se derrama sobre el prado que ese mismo sol, enceguecedorhace unos días, volvió mustio, y que ahora, afectuoso y compasivo,inconsolable, acariciael frugal viento de la tarde, envuelto enun conmovedor silencio. Ahuyentados por la plaga, los pocos que han ido al trabajo han vueltotemprano al hogar, y en mi trote deleitoso, acaparo el regocijo de la tarde que resplandece inmortal, intentando rechazar el sesgo de abatimiento que titila en la acciónde los hombres.
 
Persiste el canto de las aves ¡La ciudad no ha muerto! La actividad humana se ha refugiado en un silencio vacuo y la naturaleza bulle jubilosa. Se dibuja una sonrisa plácida en el severo rostro de Dios y los seres humanos se internan en la abulia del letargo, solo porque el hombre tiembla ante la incerteza de lo desconocido,y las certezas han muerto. Hasta el desquicio, nos desespera lo ignoto y nos resistimos al aterrador designio de la peste que trae preguntas que no podemos responder, y aquello nos fastidia ¿Cuál es la mejor forma de combatirla? ¿A cuántos matará? ¿Por cuánto tiempo más se extenderá? ¿Se alcanza la inmunidad?
 
En el inquietante silencio de mi trote, una mano afable me encausa hacia nostálgicas cavilaciones,agitando en mi memoria aguas turbias de olvidadas remembranzas… Un hombre desemblante áspero se sentó - a la hora del crepúsculo – a la cabecera de su mesa, cuando al poniente, el solse insinuaba moribundo en la ventana, inundando con débiles rayos rojizos el interior de la habitación. Se dirigió a su mujer y a cuatro de sus hijos para informarles que el quinto hijo, ausente, padecía una enfermedad mortal. Ante las palabras del padre, la angustia se propagó - como el fuegoque el viento impulsapor una pradera reseca - en el semblante de los cinco. Cuidaré a mi hijo – continuóel desventurado, poseído por el dolor y la determinación - y harélo que pueda por salvarlo, venderé lo que he ganado en la vida, estaré a su lado, y le prodigaré todo lo necesario hasta que mejore. ¡Orientaré mi vida a esenoble y único afán! Pero el padre - que hubiera dado la vida por su hijo - Temía que aunque se recuperara del todo, la aparición del episodio consignaríaconsecuencias devastadoras para su familia. Hay que asumir – prosiguió con carácter, que deberemos cambiar ciertos hábitos y que habremos de renunciar a algunos privilegios que con mucho esfuerzo habíamos logrado, pero aquello no importa, lo que de verdad importa ahora, es salvar a mi hijo, y eso que hago por él, es lo mismo que haría por cualquiera de ustedes. ¡Venceremos la enfermedad! Y desde la miseria en que quedemos - como el Ave Fénix - Resurgiremos, y…, suvista se prendó de una estrella rutilante que al final de la tarde, se había situado prematura en el cielo…, porque si perdemos la batalla – meditó, la vida habrá perdido su sentido para mí, y miró al resto, indagando en sus reacciones.
 
Compungida y disminuida por la revelación, la mirada de la madre - como un bálsamo de gratitud - esparció su calidez sobre él. El hijo primero, leal, reflexivo y tolerante, agregó con el ineludible sello de su temperamento – Se hará lo que determines y trabajaremos duro para que nada llegue a faltarle. El hijo segundo, caviló un breve instante antes de contestar con el impulso de su carácter vehemente – Es triste la noticia que portas, ayudaré en lo posible, pero como saben, para los días próximos he dispuesto mi matrimonio, por lo que en finanzas, debemos actuar con independencia ya que tendré otra familia, y sentó una sombra de desdicha en el deformado rostro del viejo. El tercer hijo reclamó atemorizado ante la incerteza que vio cernirse sobre él, al intuir que se contradecía con el estado de vida regalada que soñaba llevar, y aquello acentuó la amargura en el hombre.
 
Habló entonces el cuarto hijo, el más joven, aquel del que nadie se había ocupado, y que - como un helecho crece libre en la húmeda lobreguez del bosque arrimado a un alerce milenario - se había formado en la oscura soledad de su cuarto, al tibio alero de los libros clásicos que el padre alguna vez le regaló. No es hora de negar, es hora de dar – dijo, y el resto lo miró, perplejos de que ante la contingencia surgiera una voz que desconocían. Este hachazo de la vida – determinó, nos hiere en lo más profundoporque toca el sagrado amor que profesamos a un hermano,unidos, proveeremos los recursos para su tratamiento, como en todo desafío humano, inspirados en el esfuerzo, la austeridad y el rigor. Ycambió el ceño del padre, que se aferró a esas palabras como el náufrago a la tabla de salvación, porque la barca que guía nuestro destino posee la fragilidad de una pluma pero no su indestructibilidad, por lo que a menudo zozobra, dejándonos al desamparo dela oscuridad, ¡Aterrados! A merced de tenebrosas aguas en un océano voraz e inconmensurable.
 
El incipiente sol de otoño baña de luz el parque, que recibe sus rayos con cautela, ausente de brisa, y yo siento que corro al interior del paisaje de una pintura plena de quietud: Aromos aglutinadosque echan sus raíces al río; sauces que susurran por la ausencia de agua; Liquidámbares crecidos que cargan doradas hojas con manchas color tierra, augurando un fin, como aquellas que aparecen en las estriadas manos de un viejo; Imponentes eucaliptus con solvencia de hechiceros, observan desdeñosos a los otros, que vieron nacer.
 
Reina la armonía y la luz mortecina de la tarde se asemeja - en tensión y delicadeza - al momento previo al disparo de una flecha, me complazco de su fugacidad, y la aprecio como un instante único, que en el demoledor tráfago de la vida, la Creación ha dispuesto, y sin merecerlo, lo acojo con fruición, consciente de recibirlo solo por la casualidad de formar parte del extraño género humano. ¡Qué fortuna la mía!
 
La sospecha se asienta en cada uno de nosotros – pienso mientras mi trote se acerca a su fin, porque en nuestra angustia, advertimos poseer la solución al mal que aqueja al universo, pero… ¡Divagamos! Como somos diferentes y respondemos aimpulsos intuitivos que nos dirigen en todas direcciones, solo el azar permitiría a un lego dar con la solución, por lo que no hay otra salida que confiarnos al conocimiento de la medicina y al liderazgo de la autoridad, tal vez así el rigor de la naturaleza se conduela y pronto la pandemia quede atrás.
 
Vibran en el aire inefables campanadas de paz, junto a ellas, oigo voces que repudian a quienes hablan de dinero y critican sus consideraciones, argumentando que anteponen la economía a la salud. ¡Sería canallesco establecer esa prioridad! No creo que alguien que detenta autoridad esté pensando así. Reflexiono: ¿Criticaría alguien a quien pospusiera hoy un proyecto? Valorandola imprecisión y el riesgo quenos salvan de caer en la inopia espiritual, nadie osaría zambullirse en elmar aciago de una noche tormentosa. Y precisamente…, la aceptación de tal premisa conduce al devastador efecto que la plaga tendrá en la economía, por lo que se debe pensar en ella, sin lainsensatez acomodaticia de acusarque aquello implica priorizar economía sobre salud. Al desechar un proyecto, seinduce la no contratación, y eso genera un problema que afecta la dignidad humana, por lo que indefectiblemente, ambos aspectos están ligados.
Llego a casa, los enormes perros me observan con cariño y mirada de noble sumisión. Los acaricio, y me separo de ellos seguro de que no hay mayor dolor que la pérdida de un hijo, que nos deja inmunidad que aleja el temor a la plaga, que solo resurge con el temor a revivir ese monstruoso dolor.