En Japón, cinco de cada diez robos son cometidos por ancianos, y la soledad es una de las razones que los llevan a este extremo
Es cada vez más común ver andadores, pañales de adultos y personas de pelo gris con bastón en las cárceles de Japón. La curva de delitos menores cometidos por mayores de 65 años va en alza. Cinco de cada diez robos son cometidos por ancianos, y como informa la CNN, la población carcelaria mayor de 65 años se cuadruplicó entre 2003 y 2024. Y más del 80% de las reclusas mayores fueron encarceladas por robo. Algunos incluso se han denunciado a sí mismos para agilizar los trámites y se han presentado en comisaría con lo que dicen haber robado. Es el caso de Toshio Takata, un sexagenario que hurtó una bicicleta. Y lo cierto es que una vez entran, no quieren dejar la prisión, aunque hayan cumplido la pena o reinciden para volver.
La razón no es otra que poder tener tres comidas diarias, cuidados médicos y sobre todo es una forma de escapar de la soledad en el país más envejecido del mundo y con una escasa natalidad.
Andrés Losada Baltar, catedrático de Psicología Clínica en la Universidad Rey Juan Carlos, cuando ABC le pregunta si ha visto casos semejantes en España, comenta que ha tenido conocimiento de personas o familias que, por ejemplo, quieren prolongar estancias en el hospital o residencias temporales porque en sus casas no pueden recibir las atenciones básicas que necesitan. «Y, entre éstas, está la atención y el cariño que pueden recibir del personal, así como una alimentación adecuada. Muchas de estas personas, por ejemplo, destacan el cariño que reciben de las enfermeras», señala.
De residencias a pagar por estar en la cárcel
Unicharm, empresa de productos para la higiene personal, declaró públicamente que por primera vez en su historia, las ventas de pañales para adultos habían superado a las de bebés. En el país existen los kodokushi (la 'muerte solitaria'), en el que decenas de miles de personas mayores de 60 años pueden morir y pasar semanas, incluso meses hasta que descubren su cadáver.
La población mayor es un reto que gestionar para el país. Las prisiones se han convertido en lugares que se parecen más a residencias para la tercera edad, explica a la CNN Takayoshi Shiranaga, un oficial de una cárcel del norte de Tokio que tiene que ayudarlos a bañarse o comer. «Algunos estarían dispuestos a pagar unos 20.000 yenes (124 euros) al mes si pudieran vivir aquí para siempre», afirma Takayoshi.
En el país nipón robar algo por valor de unos pocos yenes se puede castigar duramente. En uno de los países más seguros del mundo hay un estricto sistema, y el párrafo 1 del artículo 235 del Código Penal japonés establece que quien robe la propiedad de otra persona será considerado ladrón y será condenado a una pena de prisión inferior a 10 años. Para algunos es una vía de escape porque se sienten solos y les ronda por la cabeza la idea del suicidio. Pero también es una salida extrema para los ancianos que tienen hijos de 50 años que les han dicho directamente a sus padres que quieren que se vayan de casa.
Akiyo, de 81 años y recluida en Tochigi, comparte su historia con los medios. Su delito fue robar comida repetidamente para volver a estar entre rejas porque su pensión no le llegaba para pagar sus necesidades básicas. Su hijo de 43 años, que vivía con ella antes de ser encarcelada, llegó a decir: «Desearía que te fueras». Y ella sintió que ya no le importaba lo que pasara. «Pensé: 'No tiene sentido que viva' y 'sólo quiero morir'».
En cuanto a su robo reconoce que «si hubiera tenido estabilidad financiera y un estilo de vida cómodo, definitivamente no lo habría hecho», reconoció. «Quizá esta vida sea la más estable para mí», confesaba. Su problema no es único. 'Bloomberg' ya informaba que Japón tiene un problema para pagar pensiones dignas a sus jubilados. Muchos ante las dificultades y la imposibilidad de ahorrar optan por seguir trabajando hasta pasado los 70 u 80 años.
Las cuestiones de fondo
Pero el trabajo escasea para la gente mayor. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, «aproximadamente uno de cada cinco ciudadanos japoneses mayores de 65 años vivía en la pobreza, frente a una media del 14,2% en la OCDE. Eso fue antes de que la inflación se apoderara de Japón por primera vez en más de una generación». Y entre las mujeres solteras mayores, «se calcula que el 44% vive por debajo del umbral de la pobreza, según una estimación de Aya Abe, profesora de la Universidad Metropolitana de Tokio», apunta 'Bloomberg'.
Este catedrático señala que todavía hay algo que es peor que lo anterior y es que los prejuicios o estereotipos se internalizan y uno, aunque no se sienta mayor, empieza a pensar y a actuar de acuerdo con los estereotipos mantenidos por la población. «De esta forma, piensan cosas como «yo ya soy mayor para estas cosas» o «soy una molestia», con lo que empiezan a autoaislarse, favoreciendo la aparición de procesos de soledad y aislamiento».