Oh I'm just counting

La nueva apuesta del deporte chileno por la ciencia y la tecnología

Si hablamos de tecnología y ciencia aplicada al deporte en Chile, se puede asegurar, sin temor a error, que está viviendo
un giro silencioso, pero decisivo, usando los datos, la evidencia y los protocolos derivados de los últimos avances y que
vienen a sustituir a la intuición con valores mucho más fiables.
 
En este sentido, cabe señalar que fue la profesionalización posterior a Santiago 2023 la que dejó algo más que estadios rejuvenecidos, puesto que consolidó la idea de que el alto rendimiento exige políticas públicas, infraestructura y equipos multidisciplinarios con soporte científico. Ese es, justamente, el sentido del legado que diversas instituciones y especialistas han subrayado desde entonces. 
 
En ese nuevo ecosistema, hablar de apuestas online es subrayar una tendencia cultural que se expande rápidamente. El hincha compara cuotas, revisa probabilidades y se familiariza con métricas que antes solo eran manejados por los cuerpos técnicos. La conversación pública se “dataficó”, produciéndose un salto cualitativo desde dentro de los clubes y selecciones con el monitoreo de carga externa, prevención de lesiones y análisis de video con herramientas especializadas que hoy forman parte del lenguaje cotidiano del alto rendimiento y también de la gente de la calle.
 
Chile dispone desde hace años del Centro de Alto Rendimiento (CAR) en Ñuñoa, concebido para atender integralmente a deportistas con laboratorio de fisiología y biomecánica, medicina, kinesiología, psicología y servicios de nutrición. Ese soporte permite planificar temporadas con variables objetivas que abarcan desde VO₂ máx. hasta umbrales de fuerza, y responder con precisión a cada disciplina. La existencia de estos módulos técnico-científicos y de residencia deportiva ilustra por qué la preparación dejó de ser solo balón y pista.
 
A mitad de camino entre la cancha y el laboratorio, el dato manda. En fútbol, el deporte con mayor penetración tecnológica, los GPS de seguimiento, los sistemas de posicionamiento local (LPS) y el análisis de video han cambiado la sesión diaria, los datos sobre volumen, intensidad, aceleraciones, zonas de velocidad y mapas de carga informan cuándo apretar o cuándo levantar el pie. Plataformas globales como Catapult sintetizan esa información para cuerpos técnicos y médicos, y forman parte del estándar competitivo internacional que los equipos chilenos observan e incorporan gradualmente.
 
Del mismo modo, la figura del nutricionista ya no aparece solo en la semana previa a un torneo. En ciclos olímpicos y ligas, la pauta alimentaria está sincronizada con microciclos de entrenamiento, viajes y protocolos de recuperación (hidratos según carga, timing de proteínas, control de composición corporal y educación alimentaria sostenida). Tanto el COCh/Team Chile como el IND enmarcan la preparación integral con apoyo profesional, lo que se refleja en resultados recientes y en la ampliación del trabajo multidisciplinario alrededor de las selecciones. 
 
El aprendizaje de París 2024 y del ciclo Panamericano muestra que, sin evidencia, no hay consistencia. Los hitos de Team Chile y la conversación sobre convertir el alto rendimiento en política de Estado refuerzan que la prioridad es restar importancia a la adquisición de “gadgets”, y sumar en la formación de equipos capaces de leer esos datos y tomar decisiones. Eso implica inversión estable, capacitación y continuidad institucional para que el conocimiento no se pierda entre temporadas. El nuevo desafío es, por lo tanto, cultural para que la ciencia del deporte deje de ser un proyecto aislado, y comience a formar parte de la base de cómo Chile compite, se cuida y escala. Esa es, hoy, la mejor “apuesta” del deporte chileno.