Desde hace décadas la ficción se fue apropiando de la historia argentina, el sarcasmo absurdo y el anacronismo configuraron la alegoría de la misma, remitiéndola al espacio de la simulación de un simulacro. Los condicionamientos impuestos por quienes la ficcionalizaron, impidió la formación de este país, que hoy, en la imaginación de algunos cronistas procuran sintetizar con datos inconexos lo que pudo haber sido.
Es bien conocido el “malestar de la legítima inteligencia” ante el estado de las cosas, sobre todo en el escenario en que se debaten las diferentes representaciones de la “realidad”. Situación carente de importancia, pues es poco probable reconocerse como actor de la misma. Uno se ha convertido en espectador del drama esencial de este milenio, abismo entre quienes piensan que viven y quienes dictan sobre el mundo, o piensan actuar sobre él.
Desde mi exilio poético y patético en Argentina, mi ideal no busca definir un sujeto oprimido -al cual liberar- y se dirige en cambio a favorecer las luchas de los diversos grupos ofreciendo análisis y estrategias, así como críticas políticas y teóricas de las diferentes opresiones y desviaciones que malversan el accionar de un gobierno como el de Mauricio Macri y los otros que lo han precedido, en permanente confrontación con el pasado y el futuro indefinido, espectros que inoculan temor a su temor en el intento de gobernar Argentina.
La transgresión del límite ha afectado no sólo a la ley, en forma de delito, sino también a la legitimación en forma de deslegitimación.
Así el fardo de los mercados ha logrado cubrirnos como una segunda piel, considerada por los expertos reptilianos, como más adecuada para nosotros que la de nuestro cuerpo humano. Es así, que, por ejemplo, no toman quienes pueden, la actitud heroica de deplorar y accionar en consecuencia, contra la aporofobia, devenida del rechazo, miedo y criminalización de la pobreza y de quienes la sufren, tendencia de punta de este tiempo de genocidas domésticos, sin compromiso alguno con lo que hace a la vida en comunidad, sólo preocupados por el bienestar que han sabido obtener en sumar activos incorpóreos a sus cuentas en paraísos fiscales, materializar, su única hazaña: elevar a símbolo el tener y aparentar, por y para sí, en nombre de la cosmiatría y retrovirus cual metáfora de germen patógeno de discontinuidad.
Pero no por ello los candidatos en este año electoral en Argentina, no dejan de deplorar a coro: "El desempleo azote de nuestro tiempo", y de participar en las misas solemnes electorales donde se ruega por el retorno milagroso del pleno empleo. Todo esto beneficia a las promesas demagógicas y oportunistas, de simular para que nada modifique el rumbo de eliminación de los indigentes. La sumisión general aumenta, el pánico sordo a las amenazas de que todo pasado fue peor y un futuro dibujado en sistemas de desorientación, administran las sobrevidas de millones de mansos y obedientes ciudadanos desclasados.
Asistimos al comienzo de una era, manipulada como jamás lo ha sido, dirigida en un sentido único, como declara "Machirulo" de manera incansable y persistente, a un pensamiento único, estructurado y asimilado a las ingentes ganancias que logran viviendo de préstamos del FMI y otros, que blindan a este mandatario, con coeficiente muy bajo, pero con ambiciones “endless”, como pocas veces se ha apreciado en Argentina… Los pobres y disidentes, a la zanja, es la norma, se aprecia empíricamente, no hace falta lanzar discursos de piedad o compasión: estamos en peligro.
Escapar de la realidad convierte al hombre en simple espectador de su vida. Tal el caso de la ciudadanía argentina, que en octubre votará a su verdugo, elegido entre unos cuantos candidatos todo terreno, congelados en el umbral del averno metafórico del fraude.
Mauricio Macri, peronista de la última hora, acompañado en la fórmula presidencial por el neo-gorila Miguel Pichetto, un desalineado muchacho peronista, ex-menemista, ex-kirchnerista, hoy macrista, bendecido por el "Turco" Menem y un guiño del FMI.
Macri parece que tiene fans aún, luego de tres años y medio de ajuste, represión, degradación del trabajador y su sombra, llevando a cabo la más espantosa gestión de gobierno de que se tenga memoria en Argentina, persiste en seguir transitando su sendero agrietado... ¿habrá reforma agraria y nacionalización de la banca?, o sería dar demasiado para recibir tan poco...
En la otra esquina Alberto Fernández, quién “acompaña” a Cristina Fernández en la fórmula, mesurado candidato, profesor universitario, transitó los más diversos espacios, dejando interrogantes menudos, como acompañar a Cavallo, el rey de la convertibilidad, un hombre con un metalenguaje que inhibe... Pero ninguno de los que se presentan como candidatos, incluidos los simuladores de la izquierda neoliberal construida en usinas de inteligencia vernácula, dejan de ser cómplices de la degradación de la vida de una ciudadanía obediente y temerosa.
El discurso de la verdad es velado a los ojos del pueblo anestesiado por las corporaciones económico mediáticas, de opinión excluyente y monolítica, al servicio del pensamiento único, en el que la libertad de expresión fue eliminada, dando espacio al simulacro, la mentira, lo falaz en el planeta virtual del Nirvana bottox... poder mediático que de la mano de la justicia travestida, destruyen la eticidad y la libertad.
Delirio, paroxismo, ¡no! día a día la comunidad es instruida por mononeuronales, que balbucean su libreto desde la pantalla de la TV, que opera anestesiando e impidiendo el libre albedrío que debe imponerse ante la desmesura que se proyecta en la vida de un pueblo, alienado y fanatizado: el demonismo actúa cual metáfora de la realidad argentina... la obsesión satánica guía a gobernantes y las bandas de mafiosos que los acompañan, la mentira de ninguna verdad alumbra la falacia de cada moralidad oculta en su negación.
Quizá sea difícil encontrar una imagen más perfecta de espectáculo abierto, multidimensional, real, frívolo y profundo que el imperio de simulación, donde se debaten las realidades argentinas, incluidas campañas eleccionarias, fundidas en la representación y máscaras satánicas, basta visualizar los rostros de los invitados al espectáculo de la moralina donde cada personaje juega su libreto sin necesidad de una conciencia macroscópica de la escena, sin existir un director local que asigne los papeles y que pague la comisión de un espacio donde la ceremonia se consume.
*Ph.d, IBC Cambridge, Miembro de “The World Literary Academy”, Cambridge England.
Miembro honorario del “Advisory Council International Biographical Center” Cambridge, England.