"No podemos alcanzar los requisitos nutricionales mínimos. No hay verduras, ni frutas, ni carne, ni pescado, ni huevos; no hay nada".
Desesperación. Eso es lo que transmiten los mensajes de Abdul Hamid Khadir a France 24 desde el norte de la Franja de Gaza. Es un sentimiento que truena entre los civiles del enclave palestino, asfixiado por Israel durante más de dos meses de bloqueo total al ingreso de ayuda humanitaria, el peor cerco en 19 meses de invasión.
Este castigo, que el Gobierno de Benjamin Netanyahu defiende abiertamente como una forma de "presión" para que Hamás y otros grupos armados liberen a los 59 rehenes que aún mantienen secuestrados, ha provocado que desde el 2 de marzo no haya entrado agua, alimento, combustible o suministros médicos. Estos elementos de primera necesidad, que aguardan al otro lado de la frontera con Egipto, están paralizados en camiones y se estima que podrían alimentar a un millón de personas por hasta cuatro meses.
Como consecuencia, las modestas reservas acumuladas durante los casi dos meses de tregua –que Israel rompió el 18 de marzo, cuando retomó sus ataques– han prácticamente desaparecido. Como consecuencia, Gaza está "al borde de un colapso total".
Es la alerta que emitió el 2 de mayo el Comité Internacional de la Cruz Roja, mientras la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) informaba del fin de sus existencias de harina, lo que ha llevado al cierre de 25 panaderías, y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) anunciaba que había distribuido sus últimas comidas.
Otras organizaciones como Oxfam también se han quedado sin provisiones.
Ghada Alhaddad, su responsable de Medios y Comunicación en Gaza, señala que los productos frescos, como lácteos, huevos y carne "ya no están disponibles en los mercados" en los que "si encuentras algo, te cuesta un dineral".
"Un saco de harina en Ciudad de Gaza cuesta 1.300 shekels, lo que equivale a 350 dólares. Y artículos básicos como la cebolla y el tomate tienen precios similares", detalla en un encuentro en línea de varias oenegés con presencia en el terreno, inaccesible para la prensa extranjera porque Israel niega la libre entrada a la Franja.
Los civiles deben recurrir así a los comedores comunitarios que, según la ONU, son el último salvavidas para cerca de un 80% de los más de dos millones de habitantes de Gaza.
Día tras día, las largas filas se multiplican y plasman imágenes desoladoras de hombres y mujeres exhaustos y niños llorando porque para muchos será su única comida y esta se ha visto reducida ante la escasez de lentejas, arroz y pasta.
"Tenemos entre 70 y 80 comedores comunitarios y se espera que la mayoría cierren en menos de una semana, en cinco o seis días como máximo", avisa Amjad Shawa, director de la red de oenegés (PNGO) en Gaza, quien indica que decenas "ya han tenido que cerrar" y que una treintena "han sufrido ataques israelíes".
"Vivimos al día –agrega Shawa– y lo que estamos viendo es cómo se ha orquestado sistemáticamente la hambruna como un castigo colectivo contra los palestinos".
10.000 casos de malnutrición aguda en niños
Frente a la imposibilidad de obtener alimentos, Shuruq Gamal Ayad asegura a este medio que su familia de nueve personas vive "a base de comida enlatada, que es peor que mala, y muy cara".
"No tenemos dinero suficiente para comprar verduras, frutas o suplementos nutricionales", explica la mujer, que por la fuerza tuvo que abandonar Shujaiya, barrio al este de Ciudad de Gaza, por una orden de desplazamiento israelí y hoy se refugia en el apartamento de unos familiares en la zona costera de Rimal. Allí se encuentra junto a su esposo y sus siete hijos (cuatro niños y tres niñas de entre 2 y 16 años), que "sufren desnutrición severa".
Son apenas una muestra del "renovado riesgo de hambruna y desnutrición" al que se enfrenta Gaza, en palabras de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), que desde enero ha detectado unos 10.000 casos de malnutrición aguda en niños, de los cuales 1.600 son casos graves.
Un dato que Unicef eleva a 60.000 niños al referirse a varios grados de desnutrición. El hambre y la sed inducidos por los distintos impedimentos israelíes a la ayuda han matado de inanición a 57 palestinos desde octubre de 2023, de acuerdo al Ministerio de Salud local.
En su mayoría son niños. La más reciente fue una bebé, se llamaba Janan Saleh al Skafi y falleció el 3 de mayo en el hospital Al-Rantisi, al oeste de Ciudad de Gaza.
De sus siete pequeños, a Shuruq le preocupa especialmente Rahaf, que además sufre una "enfermedad de causa desconocida" imposible de diagnosticar o tratar en el arrasado sistema sanitario del enclave, desabastecido igual de medicinas y equipos por el cerco israelí.
En un vídeo difundido por el periodista gazatí Hani Abu Rezeq, a la pequeña de 12 años se la ve con una extrema delgadez, con los pies hinchados y deseando "poder volver a ser como era". Ruega recuperar su cabello.
Shuruq Ayad alimenta a su hija Rahaf, de 12 años, quien sufre de desnutrición y "una enfermedad desconocida", en una escuela-refugio del barrio de Rimal, en Ciudad de Gaza, el 4 de mayo de 2025. © Omar al-Qattaa / AFP
Igual de impactante es observar el estado de Suwar Ashour, una bebé de cinco meses que está casi en los huesos. "Ella se ha convertido en la frágil sombra de un cuerpo aferrado a la vida. Su diminuto pecho sobresale como una jaula de huesos y sus rasgos se han desvanecido", describe la representación diplomática palestina para Australia, Nueva Zelanda y el Pacífico en una publicación de Facebook para difundir su caso.
Najwa Imad Aram, madre de Suwar, subraya a France 24 que su hija "está desnutrida" y que la leche de fórmula que necesita "no está disponible debido al bloqueo".
"Necesita papilla, leche, cereales, pañales, ropa", enumera desde el hospital Nasser de Khan Younis (ubicado en el sur), al que se vieron forzados a huir porque "mi casa fue bombardeada por la ocupación (israelí) y me desplazaron tres veces".
Desplazado también está Abdul Hamid Khadir, residente de Shujaiya y que hoy se encuentra en una escuela-refugio en el norte de Gaza, junto a su esposa y sus hijos Anas, Osama y Hammam.
Aunque en Gaza no hay lugar seguro y el colegio ha sufrido tres bombardeos, no piensa marcharse porque allí, al menos, recibe una o dos horas de electricidad.
Es un suministro mínimo pero fundamental para las nebulizaciones y la terapias físicas de Hammam, su hijo de 10 años que "sufre desde su nacimiento de fibrosis quística, una enfermedad pulmonar crónica que le provoca infecciones recurrentes y mala absorción en el sistema digestivo".
Mujeres palestinas cuidan a sus bebés en la clínica de desnutrición del hospital Nasser, en Khan Younis, al sur de Gaza, el 1 de mayo de 2025. © Abdel Kareem Hana / AP
Al dialogar con él, Abdul Hamid afirma que se han visto "severamente afectados por el férreo asedio, ya que no hay alimentos ni medicinas ni las necesidades mínimas de vida", mientras que "mi hijo Hammam ya no soporta su enfermedad, no tiene nada que comer y los hospitales están en ruinas, falta personal médico y ni una sola pastilla entra en Gaza", incluyendo los suplementos nutricionales y las enzimas que solían ayudar a Hammam.
Y es que "no se trata solo de un corte en la cadena de suministro" sino de una "campaña más amplia para convertir Gaza en inhabitable", advierte Gavin Kelleher, trabajador humanitario británico del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), quien regresó de la franja a finales de abril, tras pasar un año allí.
"El asedio se está reforzando con otras medidas, como la repetición de los traslados forzosos de civiles palestinos y la violencia indiscriminada para socavar aún más la capacidad de la población de sobrevivir en Gaza", especifica.
En ese sentido, apunta también a la destrucción o incorporación en las zonas de exclusión israelíes de la mayor parte de las tierras agrícolas del enclave y a los ataques de la Marina israelí contra pescadores (en varios casos, mortales), contra maquinaria pesada, tanques de agua, fuentes de energía, torres de telecomunicaciones y campamentos de tiendas de campaña.
A eso se suma la falta de combustible, requerido para hacer funcionar generadores eléctricos y plantas potabilizadoras de agua, o para cocinar.
"La gente no tiene acceso a los alimentos ni a los elementos que les ayudan a cocinarlos (...) He visto a familias cocinar quemando basura, libros y otros objetos", dice Alhaddad, de Oxfam. Las centrales de Gaza también recurren a quemar "plásticos y otros materiales tóxicos para producir combustible", según indica la portavoz de OCHA en Gaza, Olga Cherevko. Una práctica que resulta en la expansión de enfermedades respiratorias y una peligrosa polución ambiental.
"Vivimos en condiciones muy duras y el espectro de la hambruna nos amenaza –remarca Abdul Hamid–. El tiempo se acerca cada vez más a ese momento. Hemos llegado a una fase peligrosa en la que la hambruna amenaza nuestras vidas".
"La hambruna amenaza nuestras vidas": el cerco alimentario de Israel empuja a Gaza al límite


