The Wall Street Journal publicó un artículo sobre el hambre en Venezuela, donde explica cómo la escasez generalizada de gas es “el último golpe a la producción nacional de alimentos que impide que los productos lleguen al mercado”, producción que ya es limitada por la falta de semillas y químicos, controles de precios y expropiación de fincas y plantas de procesamiento.
“Las condiciones en Venezuela, que estaba sufriendo el peor colapso económico de su historia incluso antes de la pandemia, son las más espantosas”, dijo John Otis y cita el informe que afirma que tenemos la cuarta peor crisis de seguridad alimentaria del mundo, con un tercio de la población no tiene suficientes alimentos para el desarrollo humano normal en 2019. Incluso ahora que hay más predisposición a las importaciones, la hiperinflación y el desempleo impiden que millones de familias tengan suficiente para comer. “Esto todavía no es una hambruna, pero es una emergencia de seguridad alimentaria (…) El sistema de suministro de alimentos se ha derrumbado por completo”, dice Susana Raffalli, consultora de seguridad alimentaria en Venezuela. A pesar de todo esto, Nicolás no permite que el Programa Mundial de Alimentos ingrese a Venezuela.
El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social informó que hubo 748 protestas en agosto, lo que significaría alrededor de 25 protestas por día, una cifra importante considerando la pandemia. El 94% de las protestas fueron por derechos sociales. La principal característica de agosto, que persistió en septiembre, fue la falta de gas y las pésimas condiciones de los servicios públicos. La pobreza era la base de todo.
El 1 de octubre hubo varias protestas en los estados del oriente por servicios públicos en Monagas, Anzoátegui, Nueva Esparta y Sucre. Usuarios de redes sociales denunciaron represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado contra una protesta por falta de gas en la carretera Panamericana en La Pastora, estado Lara.