Oh I'm just counting

Editorial: La desconfianza ciudadana en las élites

Los diversos estudios de opinión pública reiteran una preocupante característica de esta crisis social que es la alta desconfianza ciudadana en la política y sus actores, en las instituciones democráticas y en otras organizaciones.
 
Lamentablemente la élite pareciera ignorar este fenómeno social o cree que la desconfianza es para los demás, pero no para mí.
 
En ese sentido fue un error mayúsculo la ausencia de los senadores de centroizquierda (Harboe, Insulza, Quinteros, Rincón) en la votación de la acusación constitucional del intendente Felipe Guevara ya que aducir pareos o irse a seminarios internacionales fue leído como una falta al deber parlamentario lo que ahondó la desconfianza ciudadana hacia la élite parlamentaria.
 
Se agudiza la percepción ciudadana de que mis carencias –por ejemplo, de los 2,6 millones de pensionados- no son prioridad ni para el gobierno ni para el Parlamento.
 
Otros actores políticos que actúan sin reconocer esa profunda desconfianza son los partidos políticos. De cara al plebiscito debieran haberse abierto a los movimientos de independientes, haberlos acogido e integrado, pero parece que primó la cerrazón en sus propios círculos partidarios –que hoy son muy reducidos- y siguió predominando la exclusión a los no militantes.
 
Eso provocó el surgimiento de diversas iniciativas de partidos instrumentales que agrupan a independientes de cara al plebiscito y a la posterior elección de constituyentes y ya conocemos a Partido de la Dignidad, Agrupación Feminista, Fuerza Cultural etc., incluso un partido instrumental se dividió surgiendo otra agrupación revelando la complejidad en la cultura moderna e individualista como es la chilena, la consolidación de agrupaciones colectivas como son los partidos políticos, sean esto instrumentales o doctrinarios.
 
Los ciudadanos que se identifican con los partidos políticos según reciente encuesta no pasan del 20% y los con menor identificación está en la centroizquierda (sólo 1,3% DC, 2,3% Nueva Mayoría, 4,2% FA) o sea el electorado de centroizquierda no tiene identificación con los actores políticos que hoy están en el sistema y ellos parecieran ser como la orquesta del Titanic que sigue tocando y actuando como si nada pasara.
 
El desafío que tiene el sector es recuperar la credibilidad de los electores y eso no ocurrirá de modo individual como creen algunos sino pareciera que la solución pasa por reconstruir una nueva alternativa política más moderna y más unida. Hablar de competencia de liderazgos cuando apenas 20% se identifica con los partidos es no estar entendiendo lo que pasa en el Chile actual y que las alternativas están completamente abiertas para octubre 2020 y para noviembre 2021 y nadie tiene clavada la rueda de la historia.
 
Cerca del 75% de los chilenos y chilenas no tienen identificación política, no creen en las actuales marcas y en la élite tradicional, parecieran querer una fuerte renovación política sea tanto en materia de propuestas como en materia de estilos.
 
Lo paradójico es que esa ciudadanía que no cree en los partidos políticos va ir mayoritariamente a votar al Plebiscito de Abril. Sólo 15% dice que está seguro de “no irá a votar” y más del 80% señala ahora en enero que lo más probable que “irá a votar”. Los mayores niveles de participación estarán en los menores de 30 años y los mayores de 55 años según estas encuestas, sigue subsistiendo un menor interés en votar de parte de los grupos sociales de menores ingresos y de los que se declaran ni gobiernista ni opositor.
 
El mundo político debiera reconocer este dato de la realidad cotidiana que muestra una alta desconfianza ciudadana, sobre sus peleas por el poder y su incapacidad aún de representar en el espacio público los anhelos ciudadanos de reformas sociales. La ciudadanía quiere una élite política distinta que actúe en permanente consulta a su electorado, que sus propuestas sean menos tecnocráticas y con más diálogo ciudadano lo que implica una nueva manera de hacer la política en el Chile 2020.
 
Si no hay cambios políticos vamos camino a un escenario de alto fragmentación y dispersión, con partidos con representación máxima de 10%, con actores históricos que pueden desaparecer en la próxima elección como ocurrió en la última elección peruana con el histórico APRA.

 La élite política chilena no tiene otra opción que cambiar.