Oh I'm just counting

Frente Amplio: feminismo en crisis y un gobierno en retroceso. Por Ricardo Rincón, Abogado exdiputado

El Frente Amplio, coalición que se autodefinió desde sus inicios como una fuerza transformadora, feminista y moralmente distinta de la “vieja política”, atraviesa hoy uno de los momentos más críticos desde su irrupción. No se trata solo de un desgaste natural del poder; es una combinación de escándalos personales, errores de conducción política y un gobierno que ha erosionado su propio capital simbólico, comprometiendo seriamente las opciones parlamentarias del bloque en noviembre.

El panorama interno es particularmente adverso. Tres diputadas, todas ellas símbolos de la bandera feminista del Frente Amplio, se encuentran fuera de combate político:

Catalina Pérez, ex vicepresidenta de RD, en arresto domiciliario por su vinculación al Caso Democracia Viva.
Maite Orsini, envuelta en una seguidilla de polémicas mediáticas que le costaron la pérdida de su cupo parlamentario para la próxima elección.
Marcela Riquelme, quien debió renunciar tras una acusación de abuso sexual que la dejó sin respaldo interno ni externo.

En apenas un año, la coalición ha visto caer a referentes que habían sido parte de su relato de “nueva política”. A ello se suma la renuncia de la presidenta de Revolución Democrática a competir por el distrito 8, un bastión electoral clave, y el silencio prolongado de su excandidato presidencial, que aún “se encuentra en reflexión” mientras el calendario electoral avanza sin pausa.

Todo esto ocurre en un contexto donde el gobierno del Presidente Gabriel Boric enfrenta bajos índices de aprobación, un desempeño legislativo errático y una seguidilla de escándalos que han minado la credibilidad del oficialismo. Lejos de capitalizar el impulso reformista que prometieron, la administración ha visto cómo el debate público se ha desplazado a temas de orden y seguridad, áreas donde la percepción ciudadana es que han actuado tarde y sin resultados concretos.

El impacto electoral de este cuadro puede ser devastador. El Frente Amplio, que hoy posee la bancada más numerosa de la Cámara de Diputados, tendrá que defender sus escaños en un ambiente hostil, con un electorado más exigente y menos dispuesto a aceptar explicaciones que suenan a excusas. La narrativa de “somos distintos” se ha roto: los casos de corrupción, las polémicas personales y la improvisación política han igualado a sus líderes con aquellos a quienes juraron reemplazar.

A este deterioro interno se suma un riesgo estratégico: la coalición necesitará llegar a las parlamentarias con alianzas sólidas y un discurso unificado, pero la crisis de figuras emblemáticas, el mal desempeño del gobierno y el desgaste del Presidente Boric parecen impedir cualquier proyección de crecimiento. Si logran retener sus bancadas, será más por el piso electoral heredado que por un entusiasmo renovado en la ciudadanía.

En un escenario así, las banderas feministas y de probidad, que fueron motor de su identidad política, hoy están asociadas a contradicciones, silencios y defensas corporativas. El Frente Amplio enfrenta el desafío de sobrevivir políticamente a noviembre sin ceder más terreno, pero el clima político sugiere que incluso mantener lo que tienen será una batalla cuesta arriba.

En política, las caídas pesan más que las promesas, y en este caso, el peso acumulado en solo un año amenaza con hundir un proyecto que llegó al poder proclamando ser el recambio moral y político del país.