Oh I'm just counting

Hay que relanzar Chile. Por Víctor Barrueto, economista y político

El país necesita imperiosamente una señal de esperanza; un horizonte que nos permita mirar el futuro con optimismo. Llevamos demasiado tiempo en sucesivas crisis.

No solo nos encontramos estancados económicamente desde hace más de una década; también nuestro sistema político está trabado, incapaz de ofrecer una salida. El país se ha ido quedando atrás. La gente ve una política estéril. Hay pesimismo y sensación de parálisis. El fracaso constitucional solo viene a confirmar este cuadro.

La polarización política y el predominio de lógicas autorreferentes han terminado agotando nuestras energías. El costo del divorcio entre la política y la realidad ciudadana ha sido altísimo: el deterioro de nuestras instituciones que históricamente habían sido el pilar de nuestro progreso.

¿Si antes logramos avanzar y ponernos de acuerdo, porque no podemos recuperar esa capacidad ahora?

La disputa aparente entre priorizar el crecimiento económico o una mayor igualdad, terminó sin lo uno, ni lo otro.

La explicación de la crisis es una combinación de factores, es multicausal. Como se ha dicho últimamente sería una “poli crisis”. Es cierto que también coincide con muchas crisis simultáneas a nivel planetario, agravadas por las consecuencias de la pandemia.

Una interpretación posible es que esta ha sido una “crisis de crecimiento”, en el sentido de “adolescencia”. Luego de un largo periodo de avances incomparables, semejante al “estirón” en los jóvenes, entramos en una crisis de madurez que no hemos sabido resolver.

¿Cómo actuar ante esto?

Tenemos que pensar fuera de la caja, buscar otras herramientas. Tenemos que salir del encuadramiento actual, del círculo vicioso en el que estamos.

Formar una nueva, llamémosle, “alianza” que integren todos quienes estén por priorizar al país por sobre su sector; entre aquellos que aman a Chile y lo ponen en primer lugar. Una alianza para “Relanzar Chile”, que conformen tanto los lideres, como cualquier persona.

Recuperar en parte el sentido de pertenencia y el destino común que el país y la gente vivió momentáneamente los juegos panamericanos.

Inaugurar una temporada de acuerdos, el máximo de acuerdos posibles, grandes y específicos, partiendo quizás por estos últimos. Reinaugurar la colaboración política–política y política-social. Una temporada donde la gente vía opinión publica contribuya premiando a aquellos que impulsan estos acuerdos y castigando a los obstruccionistas.

Retomar el impulso que traía Chile, dando un nuevo salto: si no lo hacemos ahora, será más grave aún porque esta nueva era a nivel mundial está llena de oportunidades excepcionales para nuestro país. Si no lo hacemos, nos estaremos farreando el salto definitivo al desarrollo.

Todo lo anterior es de máximo interés para el gobierno, el primer responsable de que suceda; pero la derecha tiene igual responsabilidad y debiera tener el mismo interés si aspira, como puede pasar, a ser el próximo gobierno. De lo contrario será seguro una administración fracasada.

El giro del gobierno

El gobierno tiene que hacer un giro contundente para terminar bien, con logros reconocidos y palpables en la gente. La verdad es que ese giro está gestándose, pero para tener éxito debe ser más nítido.

El peligro de gobernar para el 30% de respaldo popular sólido que tiene el gobierno, es muy grande. Ese es un respaldo valioso, que no es poco, pero absolutamente insuficiente para realizar las transformaciones que se pretendían, aprobar las reformas e incluso para lograr medidas concretas en favor de las personas.

A ese 30% de respaldo se agrega el capital político del Presidente Boric, que se ha ido enriqueciendo por su gran capacidad de aprendizaje. En los últimos tiempos, con su actitud, sensibilidad y carisma se ha ganado el aprecio y cariño de vastos sectores de la población, como quedó demostrado en los Juegos Panamericanos.

La complejidad del momento y las dificultades para avanzar pueden llevar a que consciente o inconscientemente se termine gobernando para ese 30%. Incluso eso podría tener cierta lógica si se piensa que mantener el respaldo de ese 30% en una próxima elección presidencial permitiría pasar a segunda vuelta. Pero el riesgo es gigante.

Sería malo para el país   porque le hace el juego a la polarización paralizante sin resultados, ni colaboración.

Haría más difícil también lograr acuerdos mínimos, ya no para las reformas, si no para soluciones específicas en beneficio de la población.

Y, peor aún, se terminaría facilitando la conformación de una mayoría contraria, más estable, conservadora y reaccionaria incluso.

El giro debe ser hacia una política de mayorías, centrada en las personas, buscando acuerdos y mejorando la gestión para obtener resultados. Quedan solo dos años. Hay que responder a lo más urgente para la gente: el bolsillo, la seguridad, la migración y algunas medidas en salud y pobreza. Que la gente tenga claro que la atención del gobierno está puesta en las personas primero.

El ministro de Hacienda ha llevado adelante un ajuste macro económico exitoso, pero ahora necesitamos escuchar sobre un plan de crecimiento potente, que nos hable de inversión, empleo y empleabilidad. Llamar a los empresarios y a los bancos a colaborar con una mayor inversión y a reinvertir en Chile los capitales que sacaron fuera; que el Ministerio de Obras Públicas sea un motor más intenso en el impulso  de inversiones públicas y facilitar la activación de la construcción. Ahí está la iniciativa de comprar parte del stock de más de 113 mil viviendas nuevas sin vender.

¡Debemos buscar todas las formas de subir las expectativas futuras de crecimiento más allá del 2% anual! Ello es prioritario.

En seguridad las cosas están bien encaminadas. Sin embargo, se debe aumentar la “sensación térmica” de que lo que se está haciendo es significativo y dar más señales ejemplificadoras en el combate al crimen organizado, ciertamente algo nada de fácil.

En migración es imperioso dar señales más firmes aún contra la migración ilegal y contra los migrantes que cometen delitos. Que no exista duda alguna en la voluntad del gobierno.

Avanzar entonces con acuerdos amplios, concretos y puntuales y, al mismo tiempo, mayor gestión por resultados.

Ojalá se apruebe la reforma previsional con el 3 – 3; ahí habría una muestra de que el diálogo y la búsqueda activa de acuerdos hace posibles logros significativos. Pero hay que ir más allá y buscar todas las alternativas. Si esa reforma no se aprueba, se podría pensar en concordar una reforma tributaria que permita específicamente financiar el aumento de la PGU, la remuneración con salario mínimo de cuidadoras y cuidadores, la disminución drástica de las listas de espera en salud, y la remuneración con salario mínimo de los conscriptos. Estos son solo algunos ejemplos de opciones posibles.

Lecciones y aprendizajes

La verdad es que cuesta entender cómo pasamos de tener todo a favor de transformaciones profundas luego del estallido social, el triunfo de Boric y luego del Apruebo, para estar ahora en riesgo, aún después del triunfo del En Contra, de una regresión conservadora y autoritaria gravísima. Cualquiera diría que estamos frente no solo a una política inútil, sino ante una izquierda inútil.

 Todo indica que las metas iniciales de profundizar la democracia, lograr un Estado de Bienestar y la construcción de un Pacto Social tendrá que quedar en pausa por un tiempo. Por ahora, lo que hay que defender es la democracia, evitando derrotas mayores y retrocesos gigantes. ¿Cómo mantener viva la democracia diversa y próspera?

Una respuesta adecuada debiera partir por preguntarse con más claridad qué queremos transformar y qué queremos conservar: cosa que esta vez no hicimos.

Las causas del estallido social siguen ahí ya que ninguna de sus demandas ha sido resuelta. Por lo tanto, no podemos olvidar que la mayor deficiencia de los exitosos 30 años fue que Chile tardó en la redistribución del ingreso, tan necesario en procesos de desarrollo y que llevó al descontento popular.

La ruptura entre política y sociedad que aún se mantiene intacta, debe pasar por un esfuerzo mucho mayor de las élites para vincularse con el país real, con el Chile actual, pero también de una nueva actitud de los ciudadanos y la opinión pública que favorezca los esfuerzos por recuperar una buena política. Es evidente la necesidad urgente de recuperar la legitimidad de las instituciones a partir de grandes entendimientos.

La tarea de articular reformas robustas se debe tomar mucho más en serio, buscando entender mejor la sociedad actual y sus aspiraciones, hacer una buena planificación que sea viable en el tiempo, con mecanismos inclusivos de participación ciudadana.

Lograr un Estado de Bienestar requiere una estrategia bien pensada y técnicamente aterrizada. Pero, por, sobre todo, supone la construcción de un verdadero y nuevo Pacto Social surgido desde las “entrañas” de la sociedad chilena actual y articulado por un sistema político abierto y dinámico. Nada de eso sucedió.

Por último,  parece indispensable ser capaces de disputar el sentido común de la gente. La debilidad del progresismo para disputar temas como el patriotismo, la seguridad y el orden, la defensa nacional y el mundo evangélico, es evidente.

La patria, Chile, es nuestro hogar; la seguridad es un derecho, tanto como el derecho a la salud, la educación o la vivienda; la seguridad y el orden, es además, una condición de la sociedad de derechos que aspiramos; la defensa nacional y las fuerzas armadas son una tarea de todo el país y constituyen un “bien público” que nos garantiza la paz; los evangélicos podrán ser más conservadores en temas prioritarios para el feminismo y la diversidad, pero constituyen un espacio de acogida, protección y solidaridad con los más vulnerables en gran parte de las poblaciones de Chile, que no debemos despreciar o subvalorar.

En resumen, finalmente, podemos afirmar, que quizás a partir de todo este aprendizaje de los últimos años, y de no olvidar las lecciones de fracasos anteriores de la izquierda en América Latina, se puede dar la oportunidad en la experiencia chilena reciente de una “nueva síntesis” que permita un modelo de centro izquierda más viable y exitoso para Chile y América Latina.