Somos militantes demócratacristianos, seguimos su doctrina y eso es lo que nos mantiene en el Partido. Hemos conocido la vida partidaria desde la militancia en la comuna y en varios frentes sociales.
Por supuesto, nuestra definición profunda no es “en contra” de nadie, sino por una tarea grande en beneficio de Chile como sociedad. Abogamos por el derecho de todos a tener y expresar sus ideas, cualquiera que sean éstas. Pero, en el mismo sentido doctrinario, tenemos el deber de debatir, rechazar, confrontar esas ideas y oponernos a la aplicación de las propuestas que atentan contra los derechos de las personas y promueven la construcción de sistemas que no trabajan por la justicia, la libertad, el respeto de los derechos humanos, la participación y la más plena democracia.
No somos ni marxistas ni capitalistas y la Democracia Cristiana desde sus tiempos fundacionales se ha definido como una fuerza de vanguardia para construir un nuevo orden social justo, solidario, libre y democrático, yendo más allá de los modelos del comunismo y de las ideologías que sustentan el capitalismo.
Conocemos a muchos que se desilusionaron del marxismo-leninismo y sabemos de la honestidad de muchos que siguen creyendo. Pero no confundimos los buenos deseos con la ideología. Fieles a nuestro pensamiento afirmamos que la claridad y la confrontación de las ideas es indispensable para evitar confusiones.
Lo hemos hecho siempre y por eso nos opusimos al golpe de estado de 1973 y dimos una intensa lucha durante la larga y dolorosa dictadura.
Siguiendo nuestras convicciones más profundas, nos unimos con todos los que estaban dispuestos a dar una lucha por la recuperación de la democracia, salvo con quienes postulaban la vía armada. No hay nadie que pueda decirnos que excluimos comunistas que, sin armas, aportaban su trabajo. Trabajamos con ellos, con los socialistas de distintas sensibilidades, con partidos con los que antes rivalizamos como los radicales, con derechistas como Hugo Zepeda Barrios, Julio Subercaseaux y Héctor Correa Letelier, con independientes, pero jamás aceptamos el camino de las armas ni otras formas de violencia.
Hemos trabajado en esa perspectiva y miramos el mundo con esperanzas.
En este momento se levantan candidatos presidenciales con posiciones extremas, polarizando el país en una visión maniquea de “buenos y malos”. El PDC se debate entre posiciones contrapuestas, que son el reflejo de una crisis que se arrastra por demasiados años.
La falta de formación política y doctrinaria, la preeminencia de intereses particulares, las ambiciones de poder, los errores en la conducción, las vacilaciones en temas cruciales, haber asumido propuestas ajenas o el seguimiento de dogmas y propuestas generados desde otros, han favorecido que el partido haya perdido votos y presencia en el debate nacional. A eso debemos añadir la grave circunstancia de la desafección de millones de chilenos por la actividad política.
Muchos, movidos por las razones más distintas, se han ido del Partido, buscando aleros en posiciones que nunca fueron las de la Democracia Cristiana. Pero miles de personas seguimos militando y creemos que es hora de escuchar la voz de ese pueblo demócrata cristiano. El debate de tener que elegir entre “las ofertas de candidatos” que existen hoy es ajeno a nuestra mirada del mundo: los extremos que se ofrecen activan y promueven contradicciones insalvables, excluyendo las posibilidades de un amplio entendimiento social.
La dirigencia parece confundida. El 80% de la Junta Nacional decidió no ir a una primaria con el argumento de que nuestro electorado no votaría por un ganador del FA o del PC. Pero luego aparecen dirigentes ya comprometidos con la candidata que ganó las primarias oficialistas.
Por eso proponemos – podríamos decir que “exigimos” – que sea el conjunto de los militantes quien resuelva las opciones mediante un plebiscito interno.
Definidas las cosas por el pueblo DC, debemos llevar candidatos arraigados en la doctrina, mujeres y hombres jóvenes y mayores, para sembrar y cultivar la semilla que nos permitirá ser fuertes de nuevo y seguir sirviendo a Chile. Esperamos que los dirigentes que nos han llevado a esta crisis, permitan la expresión de la militancia.
No podemos olvidar que la Democracia Cristiana tiene el deber de ofrecer a Chile y a su pueblo una alternativa que rompa los rígidos márgenes de la opción entre “izquierdas y derechas”. No somos “centristas”, porque no se trata de tomar un poco de marxismo y otro poco de liberalismo (los extremos), sino que tenemos una oferta programática que busca y propone entendimientos sociales orientados a generar una manera distinta de vivir.
La DC propone al país la posibilidad de generar bienestar con justicia social; seguridad con libertad; participación para fortalecer la democracia, particularmente en los niveles comunales y vecinales; paz social con autoridad e integración de las comunidades; inserción internacional manteniendo la autonomía nacional; Estado eficiente y eficaz; probidad como norma fundamental en el servicio público; generación de inversiones privadas y públicas para la creación de riqueza nacional y empleo; confianza en materias económicas y financieras; fortalecimiento de las regiones y desconcentración y descentralización del país manteniendo su carácter unitario; desarrollo de las actividades de arte, cultura y deporte; como elementos principales de una propuesta de unidad de toda la comunidad nacional.
El camino para conseguir la puesta en marcha de un gobierno que una a la gran mayoría de los chilenos, es ofrecer una alternativa que rompa definitivamente los esquemas polarizadores, con liderazgo y claridad. Ésa es la obligación de la Democracia Cristiana, dejando de lado la tentación de sumarse a proyectos que encabezan aquellos con quienes tenemos muchas diferencias, sobre todo en cuanto al intento de polarizar Chile y que constantemente han despreciado los esfuerzos que hemos hecho para fundar una sociedad sustentada en otros principios humanistas y no en meros intereses circunstanciales.
Hoy es posible levantar una candidatura presidencial, no como camino propio, sino invitando a todos aquellos que se sienten lejanos a estas maneras polarizadas de establecer las relaciones políticas.
Esa candidatura será la expresión de una propuesta esperanzadora para un país que ha perdido la confianza en sus instituciones y en los liderazgos que se ofrecen en la actualidad. Se repiten los mismos nombres y estilos desde hace más de una década, habiendo quedado demostrado que pese a que se alternan los enfoques ideológicos, en lo sustantivo nada mejora. Por cierto, ofreceremos un espacio a todos aquellos que no se sienten suficientemente representados por las opciones actuales.
Deberemos hacer un esfuerzo por conseguir, con fuerzas con las que hemos compartido tareas desde los tiempos en que luchamos contra la dictadura y por la justicia y la libertad, un acuerdo para hacer listas de candidatos al Congreso Nacional que puedan generar las mayorías suficientes para dar estabilidad y consistencia a un proyecto que lleve a Chile a ser el país que el pueblo quiere construir y desarrollar.
Llamamos a los dirigentes políticos de la Democracia Cristiana a tomar un acuerdo que se transforme en una propuesta sensata y realista al país, convocando a ciudadanos y ciudadanas de todas las edades, a las organizaciones sociales y políticas, a los trabajadores, los empresarios, los intelectuales, los artistas, a poner los pies firmes en el presente, con la vista más allá del horizonte, donde será posible experimentar la fuerza de un pueblo para hacer que Chile sea una patria justa y libre para todos, incluso, como dijo Jaime Castillo Velasco, para los que no quieren una patria para todos.