El precio del cobre en los mercados de futuro se ha consolidado en torno a los US$ 3,2 la libra –producto del alto crecimiento de China- con la cual se consolidan las perspectivas de repunte económico para 2018 con un crecimiento entre 3% a 3,5%.
Nuevo ciclo de crecimiento con más diversificación productiva. Por diputado José Miguel Ortiz (presidente comisión de hacienda cámara de diputados)
Este nuevo ciclo de crecimiento debiera permitir enfrentar los déficits que quedaron al desnudo en el período de desaceleración económica (2013-2016) que coincidió con la caída del precio del cobre en los mercados internacionales –que tuvo su momento más bajo el año 2016 con un precio de US$ 2,1 la libra-.
Nuestro desarrollo no puede seguir tan dependiente de las exportaciones del cobre y que la derecha y el empresariado lo usaron mañosamente para desprestigiar la agenda de Reformas que ha impulsado la administración Bachelet.
El país no se estancó ni tuvo un frenazo por la búsqueda de mayor equidad social sino producto de su excesiva cobre-dependencia, por el déficit en innovación y de la falta de maduración de las nuevas políticas públicas que han apostado a desarrollar nuevas transformaciones productivas.
Este nuevo ciclo de crecimiento que se avecina –que no es producto del cambio del gobierno- sino de los mejores vientos externos graficado en los altos de precios del cobre; debiera ser un crecimiento con más diversificación productiva, con un mayor respeto al medio ambiente, sustentado en un mejor capital humano y con una clara vocación de inclusión social.
Este nuevo tipo de desarrollo no se logra con “las recetas clásicas” de rebajar los impuestos a las grandes empresas y de desburocratizar los trámites medioambientales como lo postula insistentemente la candidatura piñerista. Ya sabemos que esa receta neoliberal de bajar impuestos para facilitar la inversión privada genera un crecimiento con altas desigualdades sociales que el país no quiere repetir.
Se requiere una visión más sofisticada del desarrollo futuro donde debemos asumir el desafío de crecer sobre la base de más innovación, de democratizar el emprendimiento, de fomentar las tecnologías y un capital humano de mayor nivel que el actual.
Eso significa apostar a desarrollar, por ejemplo, en las regiones nortinas una relación virtuosa entre cobre, energías limpias y renovables como la energía solar que permitan producir cobre y otros minerales de manera más sustentable y con servicios que puedan exportarse a otras zonas mineras.
La creciente demanda por la electro-movilidad (autos, buses eléctricos) implica una tremenda oportunidad de desarrollo de otros minerales como el litio y el cobalto que debiera activar las alianzas públicos-privadas para su adecuada producción e industrialización tanto en el salar de Atacama como en el salar de Maricunga que puede ser un importante motor de desarrollo en este nuevo ciclo.
También son relevantes los avances en estos años de las industrias del Turismo, de los Alimentos saludables, de las tecnologías de servicio, de las industrias culturales que empiezan a dar sus primeros brotes.
Se requiere colaboración pública/privada, mayor diálogo y trabajo en equipo orientado a consolidar “nuevos motores” para el crecimiento sustentable del país y claramente eso no se logra descalificando los esfuerzos reformistas de estos años que caracteriza al discurso piñerista.
Nuestro desarrollo no puede seguir tan dependiente de las exportaciones del cobre y que la derecha y el empresariado lo usaron mañosamente para desprestigiar la agenda de Reformas que ha impulsado la administración Bachelet.
El país no se estancó ni tuvo un frenazo por la búsqueda de mayor equidad social sino producto de su excesiva cobre-dependencia, por el déficit en innovación y de la falta de maduración de las nuevas políticas públicas que han apostado a desarrollar nuevas transformaciones productivas.
Este nuevo ciclo de crecimiento que se avecina –que no es producto del cambio del gobierno- sino de los mejores vientos externos graficado en los altos de precios del cobre; debiera ser un crecimiento con más diversificación productiva, con un mayor respeto al medio ambiente, sustentado en un mejor capital humano y con una clara vocación de inclusión social.
Este nuevo tipo de desarrollo no se logra con “las recetas clásicas” de rebajar los impuestos a las grandes empresas y de desburocratizar los trámites medioambientales como lo postula insistentemente la candidatura piñerista. Ya sabemos que esa receta neoliberal de bajar impuestos para facilitar la inversión privada genera un crecimiento con altas desigualdades sociales que el país no quiere repetir.
Se requiere una visión más sofisticada del desarrollo futuro donde debemos asumir el desafío de crecer sobre la base de más innovación, de democratizar el emprendimiento, de fomentar las tecnologías y un capital humano de mayor nivel que el actual.
Eso significa apostar a desarrollar, por ejemplo, en las regiones nortinas una relación virtuosa entre cobre, energías limpias y renovables como la energía solar que permitan producir cobre y otros minerales de manera más sustentable y con servicios que puedan exportarse a otras zonas mineras.
La creciente demanda por la electro-movilidad (autos, buses eléctricos) implica una tremenda oportunidad de desarrollo de otros minerales como el litio y el cobalto que debiera activar las alianzas públicos-privadas para su adecuada producción e industrialización tanto en el salar de Atacama como en el salar de Maricunga que puede ser un importante motor de desarrollo en este nuevo ciclo.
También son relevantes los avances en estos años de las industrias del Turismo, de los Alimentos saludables, de las tecnologías de servicio, de las industrias culturales que empiezan a dar sus primeros brotes.
Se requiere colaboración pública/privada, mayor diálogo y trabajo en equipo orientado a consolidar “nuevos motores” para el crecimiento sustentable del país y claramente eso no se logra descalificando los esfuerzos reformistas de estos años que caracteriza al discurso piñerista.